Si somos juzgados a la luz del Salmo 15 ninguno entra al cielo. Léalo:
1 Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo?
¿Quién morará en tu monte santo?
2 El que anda en integridad y hace justicia,
Y habla verdad en su corazón.
3 El que no calumnia con su lengua,
Ni hace mal a su prójimo,
Ni admite reproche alguno contra su vecino.
4 Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado,
Pero honra a los que temen a Jehová.
El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia;
5 Quien su dinero no dio a usura,
Ni contra el inocente admitió cohecho.
El que hace estas cosas, no resbalará jamás.
Tales condiciones se demandan para habitar en el Tabernáculo de Dios. Nadie que haya vivido las cumplió, ni siquiera el que escribió el Salmo, el gran rey David.
Tal vez hoy entienda mejor porqué Cristo tuvo que vivir:
Él fue el único que anduvo en total integridad y justicia,
Él fue el único que habló total verdad en su corazón.
Él fue el único que no calumnió con su lengua, ni hizo mal a su prójimo, ni admitió reproche alguno contra su vecino.
Ante Él el vil fue menospreciado. Honró a los que temían a Jehová.
Nunca cambió, ni su dinero dio a usura.
Contra el inocente no admitió cohecho.
Nunca resbaló.
En el valor de Su vida, en el valor de Su muerte, nos abrió el camino al cielo.
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