Translate

jueves, 20 de octubre de 2022

En aquel día no me preguntaréis nada

Tal vez descubrió ya que, de este lado de la vida, hay más preguntas que respuestas:
¿Por qué Jesús llamó entre sus discípulos a Judas Iscariote, y no a Saulo de Tarso?
¿Por qué el malo de Manasés reinó cincuenta y cinco años en Jerusalén?
¿Por qué Herodes no expiró cinco minutos antes de dar la orden de asesinar a todos los niños de Belén?
¿Por qué María, llevando en su vientre a Jesús, tuvo que viajar sobre un animal de carga ciento treinta kilómetros desde Galilea hasta Jerusalén para ser empadronada con José, mientras Felipe fue traspuesto sin esfuerzo desde el desierto que se abría rumbo a Gaza?
Muchas preguntas se agolpaban en los corazones de los afligidos discípulos: "Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?" (Jn. 14: 5b). "Señor, muéstranos el Padre, y nos basta" (Jn. 14: 8b). "Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?" (Jn. 14: 22b). "¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; y, porque yo voy al Padre? Decían, pues: ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo que habla" (Jn. 16: 17b, 18).
 A escasas horas de la cruz, en los más inciertos momentos de confusión y tristeza que vivieran los discípulos, Jesús les dijo: "También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo. En aquel día no me preguntaréis nada" (Jn. 16: 22, 23). 
¿Por qué tuve el accidente? ¿Por qué me enfermé? ¿Por qué quebró mi cuenta bancaria? ¿Por qué tuve que decir adiós al mejor amigo el día que no me comprendió?
En "aquel día" no habrá preguntas. Delante de nosotros estarán todas las respuestas. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su comentario a este artículo se recibe con respeto y gratitud.