Los espacios noticiosos de la CNN reportan, desde el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS), que hoy, martes 28 de enero de 2020, a las 14:10, hora local (19:10 GMT), un sismo de magnitud 7,7 sacudió las costas de Jamaica (1). La sacudida principal, que fue seguida por réplicas, ocurrió, a una profundidad de 10 km, a 125 km de la costa de Lucea, en Jamaica. El Centro de Alertas de Tsunamis en Hawái, emitió una alerta temporal por olas de hasta un metro de altura para una amplia zona que incluía las costas de Belice, Cuba, Honduras, México, las islas Caimán y Jamaica. Gracias a Dios, no hay informes de daños o víctimas en este momento (2). El sur de Florida, Estados Unidos se resintió también. La CNN está transmitiendo entrevistas realizadas a trabajadores de Miami; uno afirma que vio y sintió las cortinas moverse en la sala de videoconferencia en que se encontraban, y lo atribuyeron a la máquina de aire acondicionado, hasta que recibieron la alarma sísmica; una mujer, que se encontraba en el piso treinta y ocho de un empinado edificio, asegura que todos sintieron un discreto y extraño mareo. Desde Santiago de Cuba, en la mayor de Las Antillas, Josué Valdivia, chofer de la Universidad Teológica Pentecostal de Cuba (UTPC), a través de las redes sociales, reportó vivir la sacudida sísmica allí de un modo notablemente perceptible.
A pocos días del devastador terremoto que afectó grandemente a Puerto Rico, la preocupación crece. Nunca como en los últimos cien años se han reportado terremotos con tanta frecuencia. El movimiento tectónico de las capas profundas de la tierra es una voz bíblica, que le dice al hombre moderno: Cristo viene pronto.
Estando Jesús sentado en el Monte de los Olivos, advirtió a sus discípulos:
Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin (Mt. 24:7-14).
Mientras los volcanes eyectan pesada y destructiva lava, la tierra tiembla frenéticamente, y se levantan tsunamis devastadores, que se multiplican siguiendo estadísticas nunca antes vistas. Una apretada síntesis de tal comportamiento sería:
Diciembre de 2004. Un maremoto en el Océano Indico, desencadenado por un sismo de magnitud 9.0, deja un penoso saldo de 230,000 mil muertos en una docena de países.
Septiembre de 2007. Un temblor de magnitud 7.8 sacudió la isla de Sumatra, provocando alertas regionales de maremoto y dañando veintenas de edificios.
Septiembre de 2009. Un terremoto de magnitud 8.0 desencadena maremotos de hasta 12 metros (40 pies) de altura; perecen 194 personas en el Pacífico Sur.
Octubre de 2010. Una erupción volcánica y un maremoto quitan la vida a más de 500 personas en Indonesia.
Febrero de 2010. Un sismo de magnitud 8.8 sacude Chile, genera un maremoto y mata a 524 personas. Ese mismo año dos sismos sacudieron Haití, donde murieron entre 250 mil y 300 mil personas; uno, a su vez, sacudió China; en la provincia de Qinghai; perecieron 2,187 personas; 80 desaparecieron.
11 de marzo de 2011. Un terremoto de magnitud 8.9 azotó las costas de Japón, desencadenado un tsunami que arrasó la costa nordeste. El terrible saldo fue de unas 15,845 personas muertas y 3,380 desaparecidas.
7 de septiembre de 2017. México fue sacudido por un sismo que alcanzó una magnitud de 8.4, notablemente superior al de 8.0 grados que devastó la Ciudad de México en 1985 (3) (4).
Tales reportes son la punta del iceberg. Miles de movimientos sísmicos, solo perceptibles por los sensores, están teniendo lugar de modo inusitado en las últimas décadas. La advertencia bíblico-escatológica cobra fuerza, y mientras la tierra tiembla, y muchos temen, el cristiano de hoy, ese que ha sido históricamente abucheado por los “sabios de este siglo”, sigue los derroteros trazados por el Señor: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lc. 21:28).
Salmo 29
1 Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos,
Dad a Jehová la gloria y el poder.
2 Dad a Jehová la gloria debida a su nombre;
Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.
3 Voz de Jehová sobre las aguas;
Truena el Dios de gloria,
Jehová sobre las muchas aguas.
4 Voz de Jehová con potencia;
Voz de Jehová con gloria.
5 Voz de Jehová que quebranta los cedros;
Quebrantó Jehová los cedros del Líbano.
6 Los hizo saltar como becerros;
Al Líbano y al Sirión como hijos de búfalos.
7 Voz de Jehová que derrama llamas de fuego;
8 Voz de Jehová que hace temblar el desierto;
Hace temblar Jehová el desierto de Cades.
9 Voz de Jehová que desgaja las encinas,
Y desnuda los bosques;
En su templo todo proclama su gloria.
10 Jehová preside en el diluvio,
Y se sienta Jehová como rey para siempre.
11 Jehová dará poder a su pueblo;
Jehová bendecirá a su pueblo con paz.
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