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miércoles, 7 de junio de 2023

Cambalache

A los niños de La Habana nos hacía mucha gracia oír en la radio «Cambalache». Su letra estaba a medio camino entre la burla y la rebelión. Nos parecía una especie de «tirar la casa por la ventana». Su tono explosivo y sentencioso lo convertía en una copla popular.

«Cambalache» es un tango argentino, creado en 1934 por Enrique Santos Discépolo. Se estrenó a fines de año en el Teatro Maipo de Buenos Aires, Argentina, donde a pedido de Discépolo, lo cantó por primera vez Sofía «La Negra» Bozán. Julio Sosa grabó su versión del tango en 1955, que es la que se hizo popular. Sosa la cantaba «con ganas», quiero decir, le daba dramatismo.

El tema representa un estado de total decepción. Casi espanta leerlo con mente de adulto responsable. Si así escribían aquellos abuelos del primer tercio del siglo XX, esos que todavía creían en valores como la palabra, el matrimonio, el respeto a los padres, ¿cómo escribirían esos autores hoy? El cambalache creció y el tono de decepción que transmite su letra ya no está restringido a aquellos lejanos y nostálgicos argentinos; a la luz del postmodernismo la decepción humana, para el que vive sin Cristo, es pandémica. Quiera Dios que el Señor  venga pronto y ese cuasi espíritu salomónico de la letra no nos dañe al punto de que dejemos de creer en valores.

 

Cambalache

 

Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé,
en el 510, y en el 2000 también.
Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafa’os,
contentos y amarga’os, valores y dublé.
Pero que el siglo 20 es un despliegue
de maldad insolente, ya no hay quién lo niegue.
Vivimos revolca’os en un merengue
y en el mismo lodo, hmmm, todos manosea’os.

Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor
¡Ignorante, sabio o chorro, pretencioso o estafador!
¡Todo es igual! ¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro que un gran profesor!
No hay aplaza’os (¡Qué va a haber!), ni escalafón
Los inmorales nos han iguala’o.

Si uno vive en la impostura
y otro afana en su ambición,
da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón.

¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!
Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón.
Mezcla’o con Toscanini, va Scarface y Napoleón
Don Bosco y «La Mignón», Carnera y San Martín.
Igual que en la vidriera irrespetuosa
De los cambalaches se ha mezcla’o la vida.
Y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia junto a un calefón.

Siglo veinte, cambalache, problemático y febril
El que no llora, no mama; y el que no afana, es un gil
Dale no má', dale que va,
que allá en el horno se vamo’ a encontrar
No pienses más, sentate a un la’o,
que a nadie importa si naciste honra’o.

Si es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de las minas, que el que mata, que el que cura,
o está fuera de la ley.



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