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sábado, 28 de marzo de 2020

Una promesa inamovible: Él estará con nosotros

Ningún pastor, sacerdote, ministro del evangelio o hermano sencillo, debe sentirse desechado por Dios, o desprotegido si es alcanzado por una epidemia. Si ese es el caso, tal vez necesite leer esta historia, la de aquel extraño sábado en que la evangelista más importante de la primera mitad del siglo XX, Aimee Semple McPherson, fue tocada por una de las peores epidemias de la historia: la gripe española de 1918.
Esta pandemia de influenza se recuerda como uno de los peores azotes sufridos por el hombre en los tiempos modernos. Se le conoce también como gripe española, no porque fuera originada en España, sino porque este país, siendo neutral en la guerra, era el que informaba al mundo sobre la evolución epidemiológica de este mal (1).
Los estampidos de los cañones de la Primera Guerra Mundial no habían cesado cuando estalló, en la primavera de 1918. Se extendió en tres oleadas, con una extraña brutalidad sádica que enlutó al mundo hasta el verano de 1919. Quinientos millones de personas, que representaban la tercera parte de la humanidad, enfermaron. De ellas murieron la asombrosa cifra de cincuenta millones, 675.000 de ellas en los Estados Unidos, donde la expectativa de vida se redujo a 36 años para los hombres, y 42 para las mujeres (2).
Los científicos afirman hoy día que fue causada por el virus H1N1, que continuaría circulando como un agente estacional en todo el mundo durante los siguientes 38 años. La epidemiología y la virología estaban en pañales, lo que contribuyó a la expansión de aquel mal. Estados Unidos fue literalmente barrido. Baste decir que, del total de víctimas mortales, 100.000 perecieron en un solo mes: octubre de 1918. Los hospitales, y sus camas fueron insuficientes. Penosamente también lo fueron los ataúdes (3).
En este extraño contexto, y sin que persona alguna se lo propusiera, tuvo lugar el avivamiento de New Rochelle, en New York, bajo el ministerio de Aimee Semple McPherson. Espantados por el mensaje de muerte que se respiraba en derredor, las multitudes llenaron el auditorio, y sus ruidos se alternaban con los de las ambulancias y los transportes de socorro. “Decenas de personas fueron bautizadas con el Espíritu Santo”, contaría la célebre evangelista (4).
¿A dónde quiero llegar? Muchos supondrían que la líder indiscutible de aquel movimiento se mantendría indemne ante el azote, pero, en los misterios de la soberanía de Dios, y tal vez para tu fortaleza en esta hora, no fue así. Cuenta la evangelista:

El sábado por la noche, sufrí la devastadora enfermedad. De alguna manera fui (…). El domingo, aunque hablé en los tres servicios, me llevaron con escalofríos violentos y fiebre. El lunes por la mañana, estaba tan llena de dolor que me costó mucho trabajo prepararme para el servicio temprano.
Cada momento fue agonizante. Tuve que sujetar firmemente el púlpito para estabilizarme y evitar caerme. Sin embargo, razoné: “cada una de estas personas presentes en la ansiosa multitud era un hombre o una mujer cuya alma enfrentaba decisiones eternas inmediatas; debo continuar”. Esta fue mi tarea.
A mi regreso (…) lentamente subí los escalones. Me recibieron en la parte superior (…) con la noticia de que la condición de mi pequeña hija se había convertido en gripe y neumonía doble. El miedo dio alas a mis pies, y me abrí paso, mareada, hacia su habitación.
Ella yacía inconsciente (…); caí de rodillas junto a mi cama. “Oh, Jesús —sollocé— (…)  Te llevaste a mi esposo, Robert. ¡No te lleves a Roberta!” (5)

 Robert Semple, primer esposo de Aimee, murió como misionero en Hong Kong, Japón, cuando el matrimonio fue alcanzado por la malaria en 1910; ambos enfermaron gravemente; él murió. Aimee tenía para entonces ocho meses de embarazo; un mes después nació su pequeña Roberta Star; pesó solo 2 kg (6).
La insigne evangelista norteamericana, continuó relatando:

De repente, mis propios temblores y sacudidas cesaron. Vi una visión de mi Señor parado cerca, justo delante de mí. Entonces, por una de las pocas veces en mi vida, escuché su gloriosa voz hablar a mi corazón: “No temas. Tu pequeña vivirá y no morirá. Además, te daré un hogar en California, donde tus hijos irán a la escuela”.
Entonces la visión se desvaneció (…). Arrodillándome junto a la cama, le dije [a la niña]: “Querida, vas a vivir y no morirás, y tendremos una pequeña casa en California, donde irás a la escuela”.
“Mamá” —respondió débilmente— ¿Podría tener un canario también?”
“Sí, cariño” — le prometí (…).
En poco tiempo, ambas estábamos bien, pero aún débiles. Vendí el auto y compré uno nuevo, amarré nuestras pertenencias (…), y me volví hacia el gran oeste desconocido (5).

Desde ese “gran oeste desconocido” y entre los años 1919 y 1923 Aimee Semple McPherson recorrió nueve veces los Estados Unidos, predicando y reuniendo fondos para construir el Angelus Temple, en el actual distrito de Echo Park de Los Ángeles, California. Buscaba un lugar donde pudiera reunir a los miles de vidas convertidas bajo su ministerio. Enfrascada en esta noble tarea, la estación de radio Rockridge, de Oakland, la invitó a predicar. Fue la primera mujer evangelista que habló por la radio (7).
A fines de 1922 terminó la construcción del templo, con capacidad para cinco mil personas. Esta inmensa construcción se llenaba cuatro veces cada domingo. En julio de 1922, nombró al Angelus Temple “La Iglesia del Evangelio Cuadrangular”, en respuesta a una visión que tuvo mientras predicaba sobre el capítulo 1 del libro de Ezequiel. Esta obra tiene hoy día 1,7 millones de miembros, organizados en 64.000 iglesias que se extienden por 144 países (8).
El ministerio de Aimee Semple McPherson (1890-1944), impactó la historia; ella alimentó un millón y medio de personas en La Gran Depresión; su radio de acción evangelístico fue más allá del mismísimo Billy Sunday. Graduó ocho mil pastores; mil setecientos de ellos estaban en el Cementerio Forest Lawn el día que murió (9). Si alguien podía jactarse de triunfos y de seguridad en el Señor era ella, pero note que, a la par de cualquiera de sus vecinos, ella fue alcanzada por dos epidemias que casi acaban con su vida.

Hay promesas bíblicas que, bien leídas, nos ayudan a comprender que no estaremos exentos de sufrir pruebas. Los cristianos se enferman, sufren accidentes, se ven arrastrados por penurias económicas, finalmente mueren… Para los tales momentos están escritas las palabras del Salmo 41:3; tienen que ver con aquel que se acuerda del pobre: “Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor; mullirás toda su cama en su enfermedad”. Recuerdo la tarde en que busqué el significado de la palabra “mullir”; significa ahuecar una cosa con las manos para que esté blanda y esponjosa; algo así como acomodar, eso significa. Quiere decir que, a veces, no sanaremos como deseamos, pero una promesa permanece: Él estará con nosotros; ¿dónde?; en el lecho del dolor, mulléndolo, haciéndonos soportable la pena y la prueba.
Timoteo conoció la enfermedad, y Pablo, el hombre de los cinco ministerios y los nueve dones, no le pudo sanar, por grande que fue su fe. Así le escribió: “Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades” (I Ti. 5:23).
Debe entenderse que el modelo de la vida cristiana no está en el contenido sermonario de los tele-ministros de la “superfe”; el modelo está en la vida de Pablo. Así la describió:

… en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias (II Co. 11:23-28). 

¿Qué nos diferencia del mundo? ¿El tipo de prueba? No; nos diferencia del mundo una promesa inamovible: Él estará con nosotros. ¿Cuándo? Siempre. “…Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20). Cualquier otra promesa bíblica está condicionada a un sinnúmero de variables, pero esta no cambia: Él estará con nosotros siempre. La muerte de Cristo no solo aseguró la salvación eterna, también trajo la compañía permanente del Espíritu de Dios a la vida del creyente. ¿Hasta cuándo? Hasta siempre. “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Jn. 14:16).
Es verdad que conoceremos la angustia; puede ser que en este momento la sientas, al ver el desamparo de los tuyos al alcance de la pandemia, pero también, para esta hora, Dios prometió: “Con él estaré yo en la angustia” (Sal. 91:15).
Todos estamos bajo la soberanía de Dios. Su voluntad activa o permisiva permanece en el misterio. No puedo decirte si enfermarás o no; enfermo no puedo saber si sanarás. De mi parte no puedo saber si viviré o moriré, pero una cosa puedo asegurar: Él estará con nosotros, y esta es la más inalterable y segura promesa bíblica. Suceda lo que suceda, Él estará contigo.
“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 8: 38-39).
Así sea.


__________

(1) Centro para el control y la prevención de enfermedades. “Recordamos la pandemia de influenza de 1918”. https://www.cdc.gov/spanish/especialescdc/pandemia-influenza-1918/index.html Accedido el 27 de marzo de 2020, 11:32 PM.
(2) Ibíd.
(3) Ibíd.
(4) Foursquare People. “Sister Aimee faces the flu pandemic of 1918”. https://resources.foursquare.org/sister_aimee_faces_the_flu_pandemic_of_1918/ Publicado el 18 de mayo de 2017. Accedido el 27 de marzo de 2020, 10:59 PM.
(5) Ibíd.
(6) Robert Liardon. Los Generales de Dios. T. I. Buenos Aires: Editorial Peniel. 2000, p. 285.
(7) Distrito Andino Cuadrangular. “Biografía de Aimee Semple McPherson”. https://iccdistritoandino.com/cuadrangular/biografia-de-aimee-semple-mcpherson/ Accedido el 28 de marzo de 2020, 112:23 AM.
(8) Ibíd.
(9) Robert Liardon, Ibíd, pp. 311, 312.


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