Vi a muchos, aun dentro del liderazgo de la iglesia, atenuando las causales del terremoto ocurrido en Haití, el 12 de enero de 2010. Murieron doscientas mil personas, y para muchos fue un evento destructivo "fortuito" que "pudo venir sobre una nación cualquiera", porque "no era para nada una voz de juicio sobre la nación más pagana de la tierra". Ahora la sacudida no es local ni limitada por fallas naturales para una pequeña nación del Caribe; nos sacude mundialmente un azote sin fronteras ni remedios, una pandemia devenida de un mal coronavirus, extrañamente mutado en China. Las desbordadas estadísticas de muerte asustan a los más optimistas. ¿Es también casual?
Según veo, la atención está puesta en los nasobucos y el lavado de manos; se siguen con cuidado los partes de las agencias noticiosas internacionales, que reportan 228.000 casos en 168 países, con más de nueve mil muertes (1); se discute acerca del número de días que permanecerán cerrados los estadios, y mucho más, mientras la voz profética que se transparenta en la pandemia permanece completamente desoída. Dios está hablando a un mundo impenitente, con mano fuerte y brazo extendido (Je. 32:21b), y el reclamo de su ira es mundial.
Tal vez nos quede todavía algo por aprender de los hombres de Nínive cuando, frente al anuncio de la destrucción total de la ciudad, por el profeta Jonás, no colocaron el énfasis en la preparación de los medios de evacuación; tal vez debamos reaprender acerca de lo que aquellos malvados hicieron:
Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos. Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: 'Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos' (Jon. 3:5-8).
Frente a los juicios de Dios esa es la única reacción coherente, y lo sabemos por la revelación bíblica siguiente: “Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo” (Jon. 3:10).
Nos estamos comportando como los hombres de la Edad Media que, frente a la peste, que casi acaba con la humanidad, disparaban sus armas de fuego al aire, para purificarlo. La dirección de nuestras acciones, bíblicamente hablando, es totalmente inconsecuente si no atendemos a la verdadera causa de la pandemia: la ira de Dios.
Voz de Jehová sobre las aguas;
Truena el Dios de gloria,
Jehová sobre las muchas aguas.
Voz de Jehová con potencia;
Voz de Jehová con gloria.
Voz de Jehová que quebranta los cedros;
Quebrantó Jehová los cedros del Líbano.
Los hizo saltar como becerros;
Al Líbano y al Sirión como hijos de búfalos.
Voz de Jehová que derrama llamas de fuego;
Voz de Jehová que hace temblar el desierto;
Hace temblar Jehová el desierto de Cades.
Voz de Jehová que desgaja las encinas,
Y desnuda los bosques (Sal. 29: 3-9).
No es tiempo para arrogancias, ni teologías huecas: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Is. 55:7).
Escapa por tu vida; no esperes que el mundo se arrepienta, porque no lo hará. No son los tiempos de Isaías en que podía esperarse que el mundo aprendiera: “…porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia” (Is. 26:9c). El Apocalipsis anuncia que, frente a los peores juicios, los hombres del fin no aprenderán. Ricky Martin seguirá siendo una bandera para cientos de miles, mientras Shakira y JLo animarán espectáculos que moverán libérrimos a la más perdida sensualidad. Candidatos a la presidencia de los Estados Unidos se besarán públicamente (ya lo hicieron), hombre con hombre, y aplaudirán el aborto, el divorcio, la eutanasia, y con ellos las peores inmoralidades y desenfrenos. “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía…” (Ap. 22:11).
Tú…, escapa por tu vida. Son los tiempos del fin. La pandemia del coronavirus, protagonizada por un ente biológico que, históricamente, nunca tuvo una alta letalidad, terminará, y tras ella vendrá otra peor. Las cosas no mejorarán; viene el fin. La palabra para ti es la misma que dio el ángel a Lot: “Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte” (Gn. 19:17b).
Has arreglos personales y profundos con Dios, en Jesucristo. La Iglesia será arrebatada de un momento a otro, e irá al encuentro del Señor en los cielos, en tanto sobre la tierra se desencadenará la peor tribulación de la historia, de la que la actual pandemia es solo primicia. A la luz del inminente arrebatamiento de la Iglesia, y de la consternación que vivimos ante esta crisis epidemiológica, quizá cobren sentido para ti, pueblo de Dios, las palabras de Isaías 26:20: "Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete
un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación".
No, no es tiempo para otra cosa: escapa por tu vida.
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rtve. “Coronavirus”. https://www.rtve.es/noticias/20200319/mapa-mundial-del-coronavirus/1998143.shtml Accedido el 19 de marzo de 2020, 12:51 PM.
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