Michael Faraday (1791-1867). El genio físico que inventó el primer dinamo eléctrico fue un fiel cristiano. Lamentando el espectáculo del mundo destruido, dijo, atendiendo a la Biblia: “¿Por qué se descarría la gente cuando tienen este bendito libro para guiarles?”[1] Cuando moría en 1867, sus amigos le preguntaron acerca de cuáles eran sus especulaciones sobre la vida futura. “¿Especulaciones?”, preguntó sorprendido, “No tengo ninguna. ¡Estoy descansando en la certidumbre!”
Su versículo favorito era II de Timoteo 1:12: “Yo sé a quién he creído, y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día”[2]. Nos dejó un ejemplo en que se combinaron, a la par, la erudicción científica y la fe en Dios.
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(1) Harold L. Willmington, Auxiliar Bíblico Portavoz. Michigan: Editorial Portavoz, p. 796.
(2) Reinhard Bonnke, Cómo tener seguridad de su
salvación. Editorial Desafío, 2018, pp. 3, 4.
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