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martes, 17 de marzo de 2020

Con Dios bajo el enebro

Tras una épica contienda con los profetas de Baal y Asera, Elías desciende del monte. Salva a pie la agotadora distancia de 182 km, desde El Carmelo hasta Beerseba, cuando, hastiado de presiones y amenazas, encuentra un enebro, árbol hermoso del que se hace la ginebra, siempre verde, de fruto redondo y negro; todo un espectáculo de madera lisa y copa espesa, que se levanta resuelto desde la tierra a diez metros de altura. En furibundo contraste allí, deprimido, se echa el profeta y pide morir: “(…) Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: 'Levántate, come'. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: 'Levántate y come, porque largo camino te resta' (I Re. 19: 4-7)”.
Todos llegamos a un punto del camino en que nos encontramos un enebro, y se piensan muchas cosas debajo de él, cosas que no tienen nada que ver con el quehacer siguiente de Dios. Elías, decepcionado, sintió la llegada del fin, en un lugar que, a los ojos de Dios, era solo una escala.
Los árboles, como las montañas, remarcan las escenas bíblicas. La higuera es el árbol de la meditación para Natanael, tal vez del pacto y del compromiso también; (Jn. 1:48). La palmera es el árbol del juicio. Allí, a su sombra, juzgaba Débora (Jue. 4:5). El enebro…, el enebro es el árbol de la reorientación. Lo fue para Elías.
Nunca se llega al destino en línea recta. La vida tiene que ser reorientada muchas veces. Aquel enebro tuvo un valor muy grande; fue el escenario para la reorientación de aquel profeta de fuego, en el momento de mayor cansancio para su vida y ministerio.
¿Estás cansado? Allí te espera Dios, debajo del enebro, y con Él, la reorientación del cielo. “…estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo...” (Fi. 1:6).


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