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martes, 31 de marzo de 2020

Predicación del Rev. Nelsio Legrá Jardines. 29 de marzo de 2013.

Se sube a YouTube la predicación, muy pertinente, del Rev. Nelsio Legrá Jardines, presentado el viernes 29 de marzo de 2013, en el Templo “Palabras de Vida” de las Asambleas de Dios en Santa Amalia, La Habana, Cuba. Pastores locales: Revs. Dres. Octavio Ríos y Elízabeth de la Cruz de Ríos.


lunes, 30 de marzo de 2020

Toda acción anti-Babel es un camino al Anticristo

En Génesis 11: 1-9, se lee:

Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: ‘Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego’. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. Y dijeron: ‘Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra’. Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. Y dijo Jehová: ‘He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero’. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra. 

La división de lenguas que tuvo lugar en Babel dio paso a la siguiente división de culturas, cuando los pueblos y etnias se separaron. Las tales fisiones han estado por siglos cerrando paso al Anticristo, un gobernante mundial que necesita y de facto logra, un mundo unificado; todo un anti-Babel. El proyecto y la ejecución de las divisiones de las lenguas y las culturas fue obra de Dios; con ellas el soberano Rey del universo impidió la unidad rumbo al mal. La unidad, socialmente hablando, por más que nos guste, abre paso a un ser escatológico en quien se integrará la más completa rebelión contra Dios de toda la historia: es el Anticristo. Este mar de denominaciones evangélicas que existe, acerca del cual usted se ha hecho tantas preguntas, cierra también la pretensión de entronizarse que tiene tal ser.
Esto significa que todos los intentos en pro de una unificación de la humanidad deben de ser vigilados, por la voz profética que en ellos está. Siguiendo esta línea de ideas la iglesia mira con preocupación a la actual proposición del exprimer ministro del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Gordon Brown. Este sugirió, y de hecho propuso, la formación de un gobierno mundial temporal, como posible solución para combatir la actual pandemia de neumopatía, conocida por el acrónimo COVID-19, causada por el ya tristemente célebre coronavirus. En concreto está solicitando la formación de un grupo de trabajo que involucre a líderes mundiales, expertos en salud y directivos de organizaciones internacionales con poderes ejecutivos (1). Atienda bien a la expresión “poderes ejecutivos”.
Esta solicitud fue hecha por Brown el 27 de marzo del año en curso, día en que se realizó una reunión virtual, presidida por Arabia Saudita, del grupo de las diecinueve economías más grandes del mundo, a las que se une la Unión Europea, formando el poderoso Grupo G20. Brown sugirió que el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), también debería de haber participado (2).
Las declaraciones de este influyente político han llamado la atención de muchos medios. En momentos tan proféticos, las palabras de Brown son muy significativas. Debe atenderse a la posible entrada en el escenario político de un personaje que llevará al mundo a la bíblica Gran Tribulación; es el Anticristo. Él es el jinete del caballo blanco, el primero de todos, que sale en Apocalipsis con un arco en la mano, "venciendo, y para vencer", cuando el Cordero abre el primer sello del Libro que estaba en la mano derecha del que está sentado en el Trono (Ap. 6:1, 2).  Es altamente probable que ese ser exista ya, y tenga un nombre que resulte familiar para todos los que vivimos en este tiempo. Este definido y peligroso esfuerzo anti-Babel le abre paso.
Alerta Iglesia. Cristo viene pronto.


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(1) Ex-primer ministro del Reino Unido llama a la creación de un gobierno mundial para combatir la pandemia. Noticias cristianas. https://www.bibliatodo.com/NoticiasCristianas/ex-primer-ministro-del-reino-unido-llama-a-la-creacion-de-un-gobierno-mundial-para-combatir-la-pandemia/ Publicado: 27 Mar, 2020.
(2) Social Media. “Ex primer ministro de Reino Unido pide un gobierno global”.  https://universal.org.mx/2020/03/30/ex-primer-ministro-de-reino-unido-pide-un-gobierno-global/ Publicado y accedido el 30 de marzo de 2020.


domingo, 29 de marzo de 2020

Memorias de la graduación del Curso de Matrimonios. Asambleas de Dios en Santa Amalia, La Habana, Cuba. 2001.

Se sube a YouTube la humilde grabación de la graduación del Curso de Matrimonios que tuvo lugar en el Templo "Palabras de Vida" de las Asambleas de Dios en Santa Amalia, La Habana, Cuba, el sábado el 6 de octubre de 2001, bajo nuestro pastorado. Lo recordamos como una sentida bendición.


sábado, 28 de marzo de 2020

Una promesa inamovible: Él estará con nosotros

Ningún pastor, sacerdote, ministro del evangelio o hermano sencillo, debe sentirse desechado por Dios, o desprotegido si es alcanzado por una epidemia. Si ese es el caso, tal vez necesite leer esta historia, la de aquel extraño sábado en que la evangelista más importante de la primera mitad del siglo XX, Aimee Semple McPherson, fue tocada por una de las peores epidemias de la historia: la gripe española de 1918.
Esta pandemia de influenza se recuerda como uno de los peores azotes sufridos por el hombre en los tiempos modernos. Se le conoce también como gripe española, no porque fuera originada en España, sino porque este país, siendo neutral en la guerra, era el que informaba al mundo sobre la evolución epidemiológica de este mal (1).
Los estampidos de los cañones de la Primera Guerra Mundial no habían cesado cuando estalló, en la primavera de 1918. Se extendió en tres oleadas, con una extraña brutalidad sádica que enlutó al mundo hasta el verano de 1919. Quinientos millones de personas, que representaban la tercera parte de la humanidad, enfermaron. De ellas murieron la asombrosa cifra de cincuenta millones, 675.000 de ellas en los Estados Unidos, donde la expectativa de vida se redujo a 36 años para los hombres, y 42 para las mujeres (2).
Los científicos afirman hoy día que fue causada por el virus H1N1, que continuaría circulando como un agente estacional en todo el mundo durante los siguientes 38 años. La epidemiología y la virología estaban en pañales, lo que contribuyó a la expansión de aquel mal. Estados Unidos fue literalmente barrido. Baste decir que, del total de víctimas mortales, 100.000 perecieron en un solo mes: octubre de 1918. Los hospitales, y sus camas fueron insuficientes. Penosamente también lo fueron los ataúdes (3).
En este extraño contexto, y sin que persona alguna se lo propusiera, tuvo lugar el avivamiento de New Rochelle, en New York, bajo el ministerio de Aimee Semple McPherson. Espantados por el mensaje de muerte que se respiraba en derredor, las multitudes llenaron el auditorio, y sus ruidos se alternaban con los de las ambulancias y los transportes de socorro. “Decenas de personas fueron bautizadas con el Espíritu Santo”, contaría la célebre evangelista (4).
¿A dónde quiero llegar? Muchos supondrían que la líder indiscutible de aquel movimiento se mantendría indemne ante el azote, pero, en los misterios de la soberanía de Dios, y tal vez para tu fortaleza en esta hora, no fue así. Cuenta la evangelista:

El sábado por la noche, sufrí la devastadora enfermedad. De alguna manera fui (…). El domingo, aunque hablé en los tres servicios, me llevaron con escalofríos violentos y fiebre. El lunes por la mañana, estaba tan llena de dolor que me costó mucho trabajo prepararme para el servicio temprano.
Cada momento fue agonizante. Tuve que sujetar firmemente el púlpito para estabilizarme y evitar caerme. Sin embargo, razoné: “cada una de estas personas presentes en la ansiosa multitud era un hombre o una mujer cuya alma enfrentaba decisiones eternas inmediatas; debo continuar”. Esta fue mi tarea.
A mi regreso (…) lentamente subí los escalones. Me recibieron en la parte superior (…) con la noticia de que la condición de mi pequeña hija se había convertido en gripe y neumonía doble. El miedo dio alas a mis pies, y me abrí paso, mareada, hacia su habitación.
Ella yacía inconsciente (…); caí de rodillas junto a mi cama. “Oh, Jesús —sollocé— (…)  Te llevaste a mi esposo, Robert. ¡No te lleves a Roberta!” (5)

 Robert Semple, primer esposo de Aimee, murió como misionero en Hong Kong, Japón, cuando el matrimonio fue alcanzado por la malaria en 1910; ambos enfermaron gravemente; él murió. Aimee tenía para entonces ocho meses de embarazo; un mes después nació su pequeña Roberta Star; pesó solo 2 kg (6).
La insigne evangelista norteamericana, continuó relatando:

De repente, mis propios temblores y sacudidas cesaron. Vi una visión de mi Señor parado cerca, justo delante de mí. Entonces, por una de las pocas veces en mi vida, escuché su gloriosa voz hablar a mi corazón: “No temas. Tu pequeña vivirá y no morirá. Además, te daré un hogar en California, donde tus hijos irán a la escuela”.
Entonces la visión se desvaneció (…). Arrodillándome junto a la cama, le dije [a la niña]: “Querida, vas a vivir y no morirás, y tendremos una pequeña casa en California, donde irás a la escuela”.
“Mamá” —respondió débilmente— ¿Podría tener un canario también?”
“Sí, cariño” — le prometí (…).
En poco tiempo, ambas estábamos bien, pero aún débiles. Vendí el auto y compré uno nuevo, amarré nuestras pertenencias (…), y me volví hacia el gran oeste desconocido (5).

Desde ese “gran oeste desconocido” y entre los años 1919 y 1923 Aimee Semple McPherson recorrió nueve veces los Estados Unidos, predicando y reuniendo fondos para construir el Angelus Temple, en el actual distrito de Echo Park de Los Ángeles, California. Buscaba un lugar donde pudiera reunir a los miles de vidas convertidas bajo su ministerio. Enfrascada en esta noble tarea, la estación de radio Rockridge, de Oakland, la invitó a predicar. Fue la primera mujer evangelista que habló por la radio (7).
A fines de 1922 terminó la construcción del templo, con capacidad para cinco mil personas. Esta inmensa construcción se llenaba cuatro veces cada domingo. En julio de 1922, nombró al Angelus Temple “La Iglesia del Evangelio Cuadrangular”, en respuesta a una visión que tuvo mientras predicaba sobre el capítulo 1 del libro de Ezequiel. Esta obra tiene hoy día 1,7 millones de miembros, organizados en 64.000 iglesias que se extienden por 144 países (8).
El ministerio de Aimee Semple McPherson (1890-1944), impactó la historia; ella alimentó un millón y medio de personas en La Gran Depresión; su radio de acción evangelístico fue más allá del mismísimo Billy Sunday. Graduó ocho mil pastores; mil setecientos de ellos estaban en el Cementerio Forest Lawn el día que murió (9). Si alguien podía jactarse de triunfos y de seguridad en el Señor era ella, pero note que, a la par de cualquiera de sus vecinos, ella fue alcanzada por dos epidemias que casi acaban con su vida.

Hay promesas bíblicas que, bien leídas, nos ayudan a comprender que no estaremos exentos de sufrir pruebas. Los cristianos se enferman, sufren accidentes, se ven arrastrados por penurias económicas, finalmente mueren… Para los tales momentos están escritas las palabras del Salmo 41:3; tienen que ver con aquel que se acuerda del pobre: “Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor; mullirás toda su cama en su enfermedad”. Recuerdo la tarde en que busqué el significado de la palabra “mullir”; significa ahuecar una cosa con las manos para que esté blanda y esponjosa; algo así como acomodar, eso significa. Quiere decir que, a veces, no sanaremos como deseamos, pero una promesa permanece: Él estará con nosotros; ¿dónde?; en el lecho del dolor, mulléndolo, haciéndonos soportable la pena y la prueba.
Timoteo conoció la enfermedad, y Pablo, el hombre de los cinco ministerios y los nueve dones, no le pudo sanar, por grande que fue su fe. Así le escribió: “Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades” (I Ti. 5:23).
Debe entenderse que el modelo de la vida cristiana no está en el contenido sermonario de los tele-ministros de la “superfe”; el modelo está en la vida de Pablo. Así la describió:

… en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias (II Co. 11:23-28). 

¿Qué nos diferencia del mundo? ¿El tipo de prueba? No; nos diferencia del mundo una promesa inamovible: Él estará con nosotros. ¿Cuándo? Siempre. “…Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20). Cualquier otra promesa bíblica está condicionada a un sinnúmero de variables, pero esta no cambia: Él estará con nosotros siempre. La muerte de Cristo no solo aseguró la salvación eterna, también trajo la compañía permanente del Espíritu de Dios a la vida del creyente. ¿Hasta cuándo? Hasta siempre. “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Jn. 14:16).
Es verdad que conoceremos la angustia; puede ser que en este momento la sientas, al ver el desamparo de los tuyos al alcance de la pandemia, pero también, para esta hora, Dios prometió: “Con él estaré yo en la angustia” (Sal. 91:15).
Todos estamos bajo la soberanía de Dios. Su voluntad activa o permisiva permanece en el misterio. No puedo decirte si enfermarás o no; enfermo no puedo saber si sanarás. De mi parte no puedo saber si viviré o moriré, pero una cosa puedo asegurar: Él estará con nosotros, y esta es la más inalterable y segura promesa bíblica. Suceda lo que suceda, Él estará contigo.
“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 8: 38-39).
Así sea.


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(1) Centro para el control y la prevención de enfermedades. “Recordamos la pandemia de influenza de 1918”. https://www.cdc.gov/spanish/especialescdc/pandemia-influenza-1918/index.html Accedido el 27 de marzo de 2020, 11:32 PM.
(2) Ibíd.
(3) Ibíd.
(4) Foursquare People. “Sister Aimee faces the flu pandemic of 1918”. https://resources.foursquare.org/sister_aimee_faces_the_flu_pandemic_of_1918/ Publicado el 18 de mayo de 2017. Accedido el 27 de marzo de 2020, 10:59 PM.
(5) Ibíd.
(6) Robert Liardon. Los Generales de Dios. T. I. Buenos Aires: Editorial Peniel. 2000, p. 285.
(7) Distrito Andino Cuadrangular. “Biografía de Aimee Semple McPherson”. https://iccdistritoandino.com/cuadrangular/biografia-de-aimee-semple-mcpherson/ Accedido el 28 de marzo de 2020, 112:23 AM.
(8) Ibíd.
(9) Robert Liardon, Ibíd, pp. 311, 312.


viernes, 27 de marzo de 2020

La Biblia en Apocalipsis

Apocalipsis es el libro más temido y enigmático de toda la Biblia. De día en día crece su pertinencia. Aunque le cueste trabajo creerlo, contiene más referencias al Antiguo Testamento que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Scott Duval, experto en hermenéutica bíblica, afirma que, el 70% de sus versículos, contienen raíces y referencias veterotestamentarias (del Antiguo Testamento), especialmente en lo referido al libro de Daniel, Isaías, Ezequiel y los Salmos (1).
A veces creo que, como es el libro final, sublima, condensa o resume la Biblia entera. Es la escatología por excelencia, y más que todo, la voz de la esperanza bendita, porque en él se descorren las cortinas de la historia, y se nos revela el escenario postrero: el del pueblo de Dios delante del Trono, adorando al que vive para siempre.
El fin se acerca, hermano. Abra sus páginas. Esté alerta.


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(1) J. Scott Duvall y Daniel Hays. Hermenéutica. Barcelona: CLIE, 2001, p. 408.


jueves, 26 de marzo de 2020

Amigos de Dios

Tenía 99 años Billy Graham, y muchos afirman que fue la última grabación que nos dejó. En ella dice: “Dobla las rodillas y ora, hasta que tú y Dios sean amigos íntimos (1). Todo un legado. Nos lleva de la mano a recordar la condición profunda de la relación con Dios a donde debemos llegar: la de amigos íntimos.
Qué pertinente se hace ese consejo, que nos vino de aquel que fue el evangelista más notable del siglo XX. En momentos tan complejos como los que vivimos, tan cargados de incertidumbres, donde ya no sabemos siquiera en quién confiar, volvámonos a Dios, y cultivemos, con propósitos renovados, nuestra relación con Él. ¿Hasta cuándo? Hasta que seamos amigos íntimos…

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miércoles, 25 de marzo de 2020

A mis hermanos cubanos

Toca a mi pueblo vivir un tiempo profético muy difícil. Por más que se instrumenten sabias medidas sanitarias, y se cierren las fronteras aéreas y marítimas, Cuba chocará de frente con la pandemia, que ya reporta casos autóctonos. Acá se ve mucha gente escondida. Las bondades de un espacio mayor se combinan con la requerida hermeticidad de los inmuebles climatizados, y las despensas llenas. Mi pobre pueblo no se podrá esconder…
Mi hija mayor es Especialista en Pediatra del más importante hospital de niños en Cuba. Se enfrentará en la primera línea a una epidemia que ya no respeta la inocencia infantil. La menor termina la carrera. Tiene rango de médico en tiempos de crisis. No se esconderán. Estarán allí.
Lucho para no pensar en los efectos que esa plaga puede traer para la ya sufrida isla. Las personas en mi país están arropadas en hacinados y céntricos núcleos poblacionales. El 99% de los hijos de mi pueblo no tienen climatización; sus ventanas y puertas estarán abiertas. Ellos viven del sustento diario; oran por “el pan nuestro de cada día” con más literalidad que nadie. No hay reservas en neveras; la interacción es obligadamente dinámica; las personas describen, predeciblemente, ritmos circadianos de vínculo social. A no ser por lo trágico del asunto la palabra “cuarentena” sería risible allí.
Me preocupa que, de modo general, la Iglesia cita para este momento las palabras de Isaías 26:20: “Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación”. Por más que nos anime la idea de un refugio frente a este siniestro, esa palabra bíblica es para el rapto al cielo del cuerpo de Cristo, en lo que se conoce escatológicamente como “arrebatamiento de la Iglesia” (I Ts. 4: 16, 17). Oro para que, bajo la dirección segura del liderazgo cristiano más cohesionado del mundo —Cuba— se encuentre el equilibrio, porque nunca la iglesia se escondió en la crisis. Los cuerpos cristianos del Ejército de Salvación fueron siempre los primeros en llegar cuando el catastrofismo sembró de luto la tierra. Los asilos católicos permanecieron abiertos, y se enfrentaron a los peores brotes de lepra. A la más inmisericorde epidemia de orfandad, resistió aquel gigante que se llamó Jorge Müller; él cobijó sin dinero dos mil huérfanos. Encuentre la iglesia el equilibrio, porque nunca vi más pánico en el mundo, y el contagio por el terror supera con creces al del virus, y el peligro de “volver el rostro” es mil veces peor que el de la epidemia, porque enfrenta al que, desde el Trono, llamó a su pueblo a ser “luz de este mundo” y “sal de esta tierra” (Mt. 5: 13, 14).
No puedo olvidar la explosión de SIDA en Cuba, para 1986. Vería llegar los primeros casos como médico interno. Aquel pobre negro estaba tirado en una camilla, deshidratado, casi muerto, rodeado por un entorno de terror mal disimulado. Pude “mirar al otro lado”, pero me ha tocado vivir con los ojos del cielo clavados sobre mí, y el Dios que me preserva con celo me demanda con austeridad. Con guantes dobles, extremo cuidado, bajo la mirada asustada de las enfermeras, le encontré una vena profunda. Le hidraté con violencia; en la gracia de Dios se pudo salvar. Días después vi a mi compañero de sala, el Dr. R., haciendo algo así; el enfermo se movió; mi estoico amigo se hincó; la aguja que usaba en aquel paciente con SIDA, atravesó su guante, y le hirió… 
Nadie dijo que no hay peligros para el que decidió “no mirar al otro lado”, pero la decisión de volver en otra dirección la mirada es más peligrosa aún. Ya los cubanos lo aprendimos. Primó en Cuba una voz generalizada en pro del “matrimonio igualitario” y de todas las aberraciones de los fatídicos desenterradores de Sodoma y Gomorra. Hicieron, por todo el país, azufrados desfiles cargados de la más perdida depravación. Fue insultada la hidalguía de nuestros próceres sobre la misma tierra en que derramaron su sangre. El pensamiento social de José Martí, el héroe nacional, fue obviado; la decencia desconocida, y la iglesia cubana, pisoteada. Todos guardamos silencio. Pronto cayó un Boeing 737; murieron veinte pastores… No pregunte por qué surgió la Alianza Evangélica Cubana con el elevado tono de sus declaraciones. Creo que aprendimos que “mirar al otro lado” es el peligro mayor.
El pueblo de Dios de Cuba es fuerte como pocos. Su liderazgo es sólido y responsable. Acostumbrados, como el díscolo salmón, a nadar contra la corriente, ya andan río arriba, y cierran filas, parapetados tras un muro de oración, desde donde esperan impasibles la embestida brutal de la pandemia del siglo.
La Iglesia de La Mayor de Las Antillas, alumbrada por la luz de Su rostro (Sal. 36:9), amparada por el valor de la sangre derramada, “que habla mejor que la de Abel” (He. 12:24), asida a Aquel que es “la fortaleza de los siglos” (Is. 26:4), espera segura en Dios
Todos los pobladores del mundo, grandes y pequeños, estamos siendo probados. Al cierre de este penoso capítulo, podamos escuchar unidos las palabras de Jesús a la Iglesia de Filadelfia: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (Ap. 3:10). 
A mi pobre pueblo, lejano para mí, quién sabe por cuánto tiempo, mi más sentido amor. En su seno viví momentos inenarrables, cuando se me escaparon de entre las manos las almas de miles de personas por las que nada pude hacer, en los aciagos días del período especial, vividos para mí por siete largos años en la compleja Unidad de Cuidados Intermedios del Hospital Universitario “General Calixto García”. Quiera el buen Dios, en compensación a tanta prueba pasada, alejar la plaga, preservar la vida de nuestros médicos, líderes sociales, hermanos en la fe, familia, pueblo todo. No tenga que ondear a media asta la bandera de la estrella solitaria, y pronto, en la soberanía, misericordia y gracia de Dios, rutile limpio sobre mi tierra el ardiente sol del Caribe. Así sea.


martes, 24 de marzo de 2020

Se sube video de la clausura del III Congreso Nacional de Evangelismo de las Asambleas de Dios de Cuba. 25 de febrero de 2001.

Se sube a YouTube la clausura del III Congreso Nacional de Evangelismo de las Asambleas de Dios de Cuba, que tuvo lugar el 25 de febrero de 2001. La sede fue el Templo "Fuente de Vida", Infanta y Santa Marta, La Habana, Cuba. Este magno evento, el más importante del evangelismo pentecostal cubano, fue organizado por la Comisión Nacional de Evangelismo de las Asambleas de Dios de Cuba, integrada en 2001 por: Rev. Orson Vila Santoyo, Presidente. Rev. Octavio Ríos Verdecia, Secretario. Rev. Luis Conrado Betancourt Merconchini, Tesorero. Rev. Bernardo de Quesada Salomón, Director Nacional de Campañas. Rev. Héctor Pereira Sánchez, Asesor Nacional por el Comité Ejecutivo General.


lunes, 23 de marzo de 2020

Pánico

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (I Ti. 1:7). Esas palabras no fueron escritas desde un recinto seguro. La vida del apóstol, mientras se acerca a su destino definitivo en Roma, se mueve cada vez más en la incertidumbre. Timoteo está en Éfeso, enfrenta resistencias espirituales de alto vuelo, mueren ya los primeros mártires, se huelen en los aires, a la par de las glorias, las tribulaciones del reino, y este es el contexto en que truenan las palabras del apóstol: “…no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”.
Pánico. No tengo otra palabra para describir lo que veo. Los Walmart han sido barridos por completo; sus estanterías están vacías; el agua fue racionalizada: “Only one, only one!”, dicen asustados los trabajadores. A dondequiera que llegas te reciben con una expresión de desconfianza, que completan con la “generosa” oferta de una toalla sanitaria. Con los ojos te están diciendo: “Señor, ¿por qué no se quedó en la casa?”
La carnicería parece un agromercado cubano, porque solo tiene cerdo; ¡pobres hermanos adventistas!, una nueva carga para orar. ¿Qué tal si aprovechan este contexto y cambian de organización? Los pentecostales comemos cocodrilos. Bueno…, solo hay cerdo. Me recibió allí, cerca de la puerta, la cabeza enorme de un pobre puerco congelado.  “Me siento como en mi bella Habana”, le dije a mi esposa.
Un hermano de “mucha fe” me llamó aterrado para ver si “hemos tosido”. Los demás ni llaman por teléfono, no sea que el coronavirus atraviese el sistema inalámbrico satelital.
A dos cuadras de mi casita un auto de la policía llegó con los bombillos de alerta encendidos, y las sirenas a todo volumen; tras ellos, chillando gomas, y con no menos algarabía, un carro de bomberos, gigantesco, complicó el panorama vial. Cerrando la comitiva rodante, marchaba impertérrita, una enorme ambulancia de cuidados intensivos, ¡con cuatro paramédicos! Calculé que un edificio de once pisos se había venido abajo… No, lejos de eso, era un viejito tosiendo en una casita cercana. Bueno...; vivan los viejitos; pronto seré uno.
Antier decidí cortar la yerba. Mi vecino es un mexicano grande y gordo, jubilado ya. Nadie le hace caso en su casa y siempre está loco porque lo salude, así es que se me acercó, al tiempo que yo arrancaba mi poderosa cortadora de césped. ¿Puede creer que se me olvidó ponerme la mascarilla? El primer polvo que salió de abajo de la máquina me arrancó un estornudo. El vecino se detuvo en seco a tres metros de mí, y me miró aterrado. Un árabe que le lanzara una mochila, dos colombianos en una motocicleta, o un chino tosiendo, no le hubieran causado un impacto mayor. “¡Saluuuud…!”, me gritó a todo pulmón, y salió en reversa como alma que se lleva el viento. Creo que no volvió a salir en toda la tarde.
Anoche miraba los videos de la cuarentena en Perú; un guardia vociferaba, amenazando con disparar un rifle de dos cañones a una familia que dejó la ventana abierta. Pánico; no hay otra palabra. El vecino que vive frente a mi casa, un americano muy amable y serio, tuvo encendido toda la noche los spot-lights del garaje, de 300 Watt por hora cada uno, de frente a nosotros, de modo que la noche pasada fue la más iluminada de mi vida. Para mí que nos estaba vigilando.
Tenemos adicionalmente, como completamiento de esta extraña era, un evangelio on line a pedir de boca. Esta mañana mi esposa me vio confundido; creyó que me pasaba algo. “No —le expliqué— es que tengo tantas ofertas de escuelas dominicales cristianas on line que no sé cuál ver: Florida, Texas, California, Michigan…, ¡hasta Washington!” En cualquier momento me pongo a hablar por mi canal YouTube yo también, pero no debe ser, porque en estos momentos hay que estar bien serio, como si se estuviera preocupado, y hoy, aunque no tengo un centavo, amanecí de buen humor. ¿Sabe lo que pasa? Es que hay una serie de personajes, muy queridos para mí, que viven de restaurant en restaurant. Sufren, al parecer, cierta “alergia a la cocina”. Para mí que no tienen cazuelas en la casa. Me divertía con mi esposa, a la par que ella me regañaba, pensando en cierta persona muy conocida por nosotros, algo gordita, con un delantal de florones rojos puesto, cocinando, con la cara larga, mascullando cosas, muy molesta… Estuve treinta y cinco minutos muerto de la risa, hasta que la amenaza de una golpiza con el sartén, de parte de aquella que es “el desvelo de mis noches” se hizo muy concreta; y en mi casa le aseguro que sí hay sartenes; son grandes y redondos…
Mi esposa, que es un poco más seria que yo, y a veces se pone dramática, me decomisó toda la ropa que usé ayer, y le dio camino… Después me hizo levantar la alfombra de la cocina porque ella sospecha que allí puede estar escondido un coronavirus. Aspiradora para acá, aspiradora para allá, ¡qué tarde la de hoy…! Tuve que prohibirle ver el Facebook, porque ella tiene ciertas “hermanitas en la fe”, sobre todo una de acá que es “famosita” en Cuba porque tiene la carita cuadradita, que tienen complejo de reporteras, y lo único que publican son partes médicos fatales, y ya ella está nerviosa. Ayer, después de un gran esfuerzo sermonario, logré calmarla y convencerla de que todo estará bien, cuando sonó el What’s up del móvil, y al abrirlo, allí estaba la viejita tronando: “¡Se murió otro!” Desde anoche me pregunta cada cinco minutos: “¿Tú tienes tos?” Hoy decidí esconderle el teléfono. Está en el baúl del auto. No se lo vaya a decir. Solo estamos usando la línea mía. Puede llamarla. Yo se la pongo sin falta.
Toda la atención la acapara el dichoso virus, tan pequeñito, y tan absorbente… Pánico. No hay otra palabra. Y eso no es bueno, porque la gente con pánico piensa muchas cosas extrañas. Hoy me sorprendí yo mismo, cocinando una venganza macabra contra esos chinos…; algo así como mandarles una cajita llena de mosquitos con dengue. Por eso el pánico no es bueno. ¡Huya del pánico! Sea valiente como los evangelistas del canal Enlace. Ayer uno ató, amordazó, enmudeció, cegó y mandó al abismo al coronavirus, así es que ya está resuelto el asunto.
En esta crisis, finalmente, no podía faltar el poeta. Ya le sacaron una canción al asunto. Yo tratando de madurar, y estos amigos mexicanos… La canción se llama: “¡Qué pena la cuarentena!”

¡Qué pena la cuarentena!
Está en casa hasta el totí,
todos comiendo maní.
El frigidaire da pena.
No sé qué va a hacer Elena,
si sazonar los aretes
o freír el taburete.
El problema no es salir,
el problema es conseguir,
¡comida pa’ diecisiete!


Bueno… Tiempo de ponerme serio.
El pánico no es una actitud seria, ni madura, ni cristiana. Los tiempos difíciles se enfrentan desde los estratos donde están las convicciones más profundas. Ponga a un lado las emociones que inducen los medios noticiosos y asiente el día que vivirá hoy en Aquel que es la Roca inconmovible de los siglos. Es verdad que venimos a la vida con fecha de caducidad; todos moriremos, pero nadie partirá de este mundo sino en el minuto previsto por el anticipado conocimiento de Dios.  “Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados” (Lc. 12:7). No se mueve la hoja de un árbol sin Su conocimiento y permisión. “Él manda al sol, y no sale; y sella las estrellas; Él solo extendió los cielos, y anda sobre las olas del mar; Él hizo la Osa, el Orión y las Pléyades, y los lugares secretos del sur” (Job 9:7-9).
El pánico es una fea actitud. Desconoce la soberanía absoluta de Dios, y eterniza al hombre como único referente para evaluar los tiempos, y no es momento para oír voces humanas: Dios está hablando; “…calle delante de él toda la tierra” (Hab. 2:20 b). El reloj profético se está moviendo con una celeridad inaudita. Se descorren al presente cortinas mundiales. Las otrora infranqueables barreras naturales de El Himalaya, Los Pirineos y Los Alpes, no pueden contener la irrefrenable ira de Dios para los tiempos del fin.
No es tiempo para pánicos. Incline su cabeza, y dele gloria al que está sentado en el trono. Solo el valor de la sangre derramada, tan ignorada por tantos líderes, cubrirá a Su pueblo en esta hora mala.
Callen la CNN y la Fox News. Hágase silencio en Telemundo y Univisión. Callen los presidentes y los líderes mundiales. Calle la ONU, y con él, el mundo. Callémonos tú y yo. Dios está hablando; “…calle delante de él toda la tierra” (Hab. 2:20 b).


domingo, 22 de marzo de 2020

Escuela Dominical del III Congreso Nacional de Evangelismo de las Asambleas de Dios de Cuba. Escuela Dominical. 25 de febrero de 2001.

Durante la reunión preparatoria del III Congreso Nacional de Evangelismo de las Asambleas de Dios de Cuba, propuse a la Comisión Nacional la ministración del Rev. Alejandro Nieto Selles en la Escuela Dominical del Congreso. A mis amados hermanos de la Comisión Nacional les pareció bien, y fue aprobado. Sería la última vez que tendríamos al inolvidable Alejandro Nieto ministrando en el Templo "Fuente de Vida", de Infanta y Santa Marta, La Habana, Cuba, el 25 de febrero de 2001.
Este magno evento, el más importante del evangelismo pentecostal cubano, fue organizado por la Comisión Nacional de Evangelismo de las Asambleas de Dios de Cuba, integrada en 2001 por:

Rev. Orson Vila Santoyo, Presidente Nacional.
Rev. Octavio Ríos Verdecia, Secretario Nacional.
Rev. Bernardo de Quesada Salomón, Director Nacional de Campañas.
Rev. Luis Conrado Betancourt Merconchini, Tesorero Nacional.
Rev. Héctor Pereira Sánchez, Asesor Nacional por el Comité Ejecutivo General.

Con gran esfuerzo pudimos digitalizarlo y salvarlo. Se sube hoy a YouTube para disfrute de todos. En el contexto tan difícil en que se encuentra el mundo este mensaje es muy pertinente. Disfrútelo en:



sábado, 21 de marzo de 2020

Un himno para hoy

“Castillo fuerte es nuestro Dios”, himno bandera de la Reforma protestante del siglo XVI, lo escribió el hombre más perseguido de la tierra. Nunca la cabeza de alguien tuvo un precio más alto. Para los momentos que vivimos, evocar su letra es más que permitente:

Castillo fuerte
(Autor: Martín Lutero)

Castillo fuerte es nuestro Dios,
Defensa y buen escudo.
Con su poder nos librará
En todo trance agudo.
Con furia y con afán
Acósanos Satán:
Por armas deja ver
Astucia y gran poder;
Cual él no hay en la tierra.

Nuestro valor es nada aquí,
Con él todo es perdido;
Mas con nosotros luchará
De Dios el escogido.
Es nuestro Rey Jesús,
El que venció en la cruz,
Señor y Salvador,
Y siendo Él solo Dios,
Él triunfa en la batalla.

Y si demonios mil están
Prontos a devorarnos,
No temeremos, porque Dios
Sabrá cómo ampararnos.
¡Que muestre su vigor
Satán, y su furor!
Dañarnos no podrá,
Pues condenado es ya
Por la Palabra Santa.

Esa palabra del Señor,
Que el mundo no apetece,
Por el Espíritu de Dios
Muy firme permanece.
Nos pueden despojar
De bienes, nombre, hogar,
El cuerpo destruir,
Mas siempre ha de existir
De Dios el Reino eterno. Amén.


__________

Himnos cristianos. https://www.himnoscristianos.net/2008/07/castillo-fuerte-es-nuestro-dios.html Accedido: 21 de marzo de 2020, 8:00 AM.


viernes, 20 de marzo de 2020

Esto hice como pastor cuando enfrenté aquella terrible epidemia...

Ya no sabía cómo orar… Estábamos mi esposa y yo, en el año catorce de nuestro pastorado en el Templo “Palabras de Vida”, de las Asambleas de Dios en Santa Amalia, La Habana, Cuba, cuando estalló, en el segundo semestre de 2012, una de las peores epidemias de dengue hemorrágico que pueda recordar. Las personas colapsaban en plena vía pública, delante de nosotros, y caían muertas; uno de los directores más conocidos de un hospital cercano, perdió el conocimiento en pleno pase de visita; murió en minutos. En derredor de mí se enfermaban por dengue y morían vecinos y amigos. Mi padre tuvo que ingresar; parte de mi familia se afectó; a este cuadro ya de por sí calamitoso, se unió el de varios miembros muy queridos de mi grey; ellos sufrieron por este terrible mal grandemente; una de ellas, en un estado muy deplorable, fue a dar a una unidad de cuidados intensivos. Ninguna persona podía considerarse invulnerable al alcance del vector transmisor: el esquivo Aedes aegypti, un mosquito pequeño y gris, con inequívocas bandas blancas en su abdomen.
Como estudiante de medicina, y posteriormente como médico especialista en medicina interna y cuidados intensivos, me vi en el epicentro de más epidemias que las que pueda recordar: meningoencefalitis viral y bacteriana, brotes de tuberculosis, disenterías amebianas, hepatitis viral, SIDA, fiebre tifoidea, cólera, paludismo... La primera epidemia de dengue que afectó a Cuba, en 1981, me sorprendió como estudiante de primer año. Nos involucraron en la pesquisa de casos y las visitas a hogares de personas afectadas. Fue muy penoso ver tanta gente grave, entre ellas la que sería mi suegra. Muchas murieron, sin que se pudieran instrumentar más que las medidas básicas de soporte hidromineral, oxígeno y cuidados generales, frente a una enfermedad que resultaba poco familiar e intratable, por ser viral y no bacteriana. Llegamos a estar acostumbrados, por razones profesionales, a enfrentar situaciones así, pero esta epidemia de dengue hemorrágico de 2012, por su magnitud, no tenía precedentes, y me sorprendía ahora no como médico, sino como pastor.
Los hospitales no daban abasto. Muchas de nuestras más prestigiosas instituciones sanitarias tuvieron que redistribuir sus áreas de atención, en favor del crecido número de casos que llegaba. Visité hospitales, fui a los hogares, pedí apoyo internacional con medicamentos y finanzas para ellos, apoyé con meriendas gratuitas a las brigadas de fumigación que trabajan en el barrio, reparé el consultorio médico comunitario, con fuertes inversiones. Todo lo que pudimos, en lo humano hacer, lo hicimos, pero aquellos esfuerzos fueron inútiles. Cada día tenía más miembros de la iglesia enfermos; mi propia familia colapsaba…
Oré de todos los modos que pude. No quedó ninguna promesa bíblica a la que no me aferrara. La Iglesia, unida, estaba teniendo tiempos de calidad en la presencia de Dios, pero, a decir verdad, todo seguía mal, y este es el punto de la historia al que quiero llegar.
No puedo olvidar aquella tarde. Estaba solo, y me senté agotado en la oficina pastoral. Oraba en silencio, cuando de pronto vino a mi memoria la escena de las profecías dadas por el Rev. Orson Vila Santoyo, cerca de diez años atrás. Él anunciaba, en el Espíritu, visiones de juicios contra Cuba, que resultaron muy controversiales, y le costaron fuertes críticas y citaciones al Comité Ejecutivo General. Anunciaba que, en las costas de Cuba, ciudades serían barridas por golpes de mar; él vio grandes jeringuillas cargadas de pus que se derramaba sobre la nación; vio finalmente otra cosa acerca de la que no deseo hacer comentarios para no dañar la circulación de este artículo en mi país. Estas visiones trajeron a su vida y ministerio costos altos, porque la máxima dirección del gobierno cubano comentó que, en general, la visión, y el sermón grabado en que circuló su descripción, “tenían un efecto desestabilizador”. 
Estuve cerca de Orson Vila en aquellos difíciles días porque trabajaba bajo sus órdenes. Él era el presidente de la comisión nacional de evangelismo; yo era el secretario nacional. Nos reuníamos periódicamente en su casa o en la mía, y de su propia boca, supe los detalles de aquella revelación de Dios. En torno a este asunto se desataron fuertes análisis nacionales, que dieron al traste con la redacción de actas saturadas con fuertes y desequilibradas expresiones del director nacional de investigaciones teológicas.
Este es el contexto que precedió a aquella tarde en que, abatido y desorientado por el crecido número de hermanos graves, me senté en la oficina pastoral, orando y pensando acerca de si me quedaba algo por hacer. Al venir a mi memoria aquellas visiones de Orson Vila recordé de pronto que tenía, como todos, las actas y los comentarios que se hicieron en torno a este asunto. Estaban en un archivo inmediato, próximo a mí, así es que abrí la gaveta, los tomé y me dispuse a leer. El célebre evangelista cubano decía: “¡Grandes jeringuillas de pus se vacían sobre Cuba!, pero el pueblo de Dios no tiene nada que temer. Esos juicios no son para la iglesia. No tienen que temer”, y el informe describía como él agregaba a gran voz: “¡Esta es la orden de Dios: ‘unjan a todos los hermanos con aceite!’”
La lectura de esa última afirmación fue como una descarga eléctrica para mí. “¡Unjan con aceite a todos los hermanos!” No lo había hecho. Algo tan significativo ni siquiera se me había ocurrido…
Al día siguiente, domingo 23 de septiembre de 2012, durante la clase de Escuela Dominical, expliqué mi sentir, y al terminar, hice un llamado especial al altar a todos, sin excepción. Cerca de ochenta hermanos vinieron delante; los ungí, uno por uno, sin apuro alguno, con toda calma. Oré e impuse manos sobre cada uno al tiempo de ungirle. Puede ser que haya estado dos largas horas haciéndolo; a nadie le importó el tiempo, mucho menos a mí. Mientras lo hacía, el más importante ministerio profético de mi sede, Ricardo Baró Gorina, se me acercó, y me dijo solemne: “Veo una nube negra encima de cada hermano, que se disipa mientras los unge”.  
Ungí a cada hermano, a toda mi familia; ungí todos los instrumentos de música; ungí las puertas y las ventanas, todos los muebles de la plataforma, todos los bancos del templo, uno por uno, cada lámpara, mi escritorio, cada archivo, todo, absolutamente todo; nada quedó que no ungiera…
 Si, ya sé lo que está pensando; sé que en su mente están interpretaciones relacionadas con “exageraciones y desequilibrios”; también sé que usted puede tener reservas teológicas con la decisión de ungir a una persona u objeto. Respetaré lo que piense, pero ¿sabe una cosa?, ese día cesó la epidemia de dengue en mi sede.
Mi padre, y mi familia en general, revirtieron el cuadro espectacularmente. La hermana de la grey que estaba en Cuidados Intensivos fue dada de alta inmediatamente. Hasta el día en que, por indicación del Espíritu Santo, mi esposa y yo abandonamos Cuba, el 18 de enero de 2017, nunca más tuve un cuadro de dengue en mi congregación.
A la par que ungí a cada miembro hice servicios de Santa Cena. Creo firmemente que, ambas cosas, fueron determinantes en la remisión inmediata de aquel mal dentro de nuestro radio de acción. Son prácticas bíblicas. No desconozco la forma tan extraña en que muchos reniegan de las dos. Respecto a la práctica de ungir enfermos, muchos aluden acerca de que es la fe el medio sacramental de la sanidad, mientras que la unción es una agregación innecesaria, contextualizada a los tiempos del Antiguo Testamento y a la cultura bíblica judía. La lectura neotestamentaria directa de la Palabra de Dios, sobre la que descansa la experiencia práctica, me pone en total desacuerdo con esa posición. Santiago 5: 14, 15 establece: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados”. No tengo más que agregar.
La Cena del Señor, tan descuidada en el medio en que estoy, dio a la iglesia una ordenanza sustitutiva con relación a la Pascua hebrea. ¿Qué era la Pascua? Era el recuerdo de aquella noche en que el ángel de la muerte pasó por Egipto, y no tocó a los primogénitos de aquellos que tenían en los dos postes y el dintel de sus casas la sangre derramada en sacrificio, de un animal sin defecto, oveja o cabra de un año, el día catorce del primer mes judío (Ex. 12:2-7), tal como lo indicó Dios, a través de Moisés. La Pascua tenía un significado supremo para el pueblo judío. Así les dijo el Señor: “…veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto. Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta solemne para Jehová durante vuestras generaciones; por estatuto perpetuo lo celebraréis (Ex. 13b, 14). 
La noche antes de morir, mientras celebraban la Pascua, Cristo instituyó la Santa Cena: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: ‘Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí’. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: ‘Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí’” (I Co. 11: 23-25).
La Santa Cena es una ordenanza de suprema importancia a la que muchos hacen caso omiso. Del mismo modo que el judío, en la Pascua, se identificaba con aquella sangre del sacrificio que, colocada en su puerta, determinaría la diferencia entre morir y vivir para cada primogénito, así también la Cena del Señor es pacto con Cristo. Su sangre, recordada en ese vino, fue derramada para perdón de nuestros pecados: “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mt. 26:28). Su cuerpo destrozado, visto en el pan, es también provisión para nuestra sanidad: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is. 53:5).
La actual pandemia de coronavirus nos aboca pastoralmente a un asunto muy serio; tiene que ver con la prohibición sanitaria, que debe respetarse, acerca de no congregarse iglesia alguna en grupos numerosos. Casi todos los pastores han expandido los límites de tal decisión, y han decidido no hacer actividades de ningún tipo, y esto es muy peligroso, porque si hay un momento en que se hace necesario orar sobre cada hermano y ungirlo con aceite, y hacerle participar de la Santa Cena, es en este. El ángel de la muerte se está moviendo por el mundo, y son tiempos en que la identidad con Cristo debe estar muy clara. Fue lo único que nos preservó en Cuba hasta hoy, de tantos males. No son momentos para jugar con un evangelio on line. En este momento ninguna regulación legal prohíbe que cinco hermanos en un hogar, bajo la dirección de un líder que sepa lo que está haciendo, o del propio pastor, haga las cosas acerca de las que hemos tratado extensamente aquí, ungir a los hermanos, y vincularlos con ese vehículo de comunión que es la Cena del Señor, a la que tantos temen, en desconocimiento de que es uno de los contextos de sanidad divina más directos que la iglesia tiene. He visto personas sanadas durante la Santa Cena, y en lo personal, más de una vez, fui sanado mientras ministraba la Cena del Señor.
Las leyes deben respetarse, y las decisiones del liderazgo de la Obra deben acatarse al pie de la letra, pero tengamos mucho cuidado porque es muy peligroso si, al hacerlo, estamos cerrando las puertas a los medios de diferencia que Dios hace para preservar a su pueblo. 
La mortalidad por la invasión del coronavirus es comparativamente baja. En China se encuentra en un punto cercano al 3%. Se estima que, en el resto del mundo, no supere el 1%. Esta cifra debe, en realidad, ser mucho menor, teniendo presente que el 80% de las personas afectadas no expresan síntomas y es, por tanto, imposible computarlos a la hora de determinar las verdaderas tasas de mortalidad, que se verían diluidas por un mar adicional de gente (7).
Esta enfermedad no afecta, en general, a niños. De hecho, la mortalidad tan alta en China se relaciona con la mayor vulnerabilidad de los ancianos, de los que el mundo asiático es un egregio representante. El promedio de edad de las personas fallecidas en China está en 81 años. El Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades (CCDC) asegura que, alrededor del 80,9% de las afecciones causadas por la mutación actual del coronavirus son leves, el 13,8% son graves y solo el 4,7% pueden catalogarse como críticas, al evolucionar hacia insuficiencias respiratorias y fallas múltiples de órganos (1).
La Organización Mundial de la Salud (OMS), decidió llamar COVID-19 (acrónimo del inglés coronavirus disease) a la enfermedad actual causada por el coronavirus, y escribe esta denominación con mayúsculas y con un guion delante de los dos dígitos. La cifra 19 tiene que ver con el hecho de que se describió en 2019. En español la pronunciación mayoritaria es aguda (/kobíd/), mientras que en inglés es llana (/kóbid/). Esa identificación se aplica a la enfermedad, no al virus, al que oficialmente el Comité Internacional de Taxonomía de Virus inscribió como SARS-CoV-2, aunque es frecuente que se siga empleando el provisional 2019-nCoV (2).
Mirando las cosas con retrospectiva histórica, en 2003, el llamado Síndrome Respiratorio Agudo Severo, conocido como SARS (siglas en inglés), con su neumonía atípica, causada por un coronavirus desconocido para entonces (SARS-CoV), y aparecido en Canton, China, tuvo una tasa de mortalidad mucho mayor durante su brote, con alrededor de un 10% (de los más de 8.000 casos, hubo 774 muertes). Por su lado el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio, conocido como MERS (siglas en inglés), aparecido en Arabia Saudita en 2012, propagado luego a otros países, causado por otro coronavirus (MERS-CoV) transmitido de animales a humanos, y encontrado en camellos, arrojó una tasa de mortalidad del 30% (3).
Definitivamente, y siguiendo las declaraciones hechas a la BBC-Mundo, por el Dr. Benjamin Cowling, profesor de epidemiología de la Universidad de Hong Kong, el COVID-19 que nos afecta hoy, es “definitivamente menos grave que los otros coronavirus” predecesores (4).
Sin el ánimo de desestimar la importancia epidemiológica de la pandemia actual, es tranquilizador saber que la cantidad de muertes causadas por el covid-19 hasta ahora es muy baja, si se compara con la mortalidad que causa anualmente la afectación respiratoria causada por la influenza (6), pero según el célebre Dr. Elmer Huerta, estamos en el día ochenta de la aparición de este virus; es muy poco lo que se puede inferir de su comportamiento epidemiológico, y hay mucho de conjetura en todo lo que se pronostica. A nuestro favor está el hecho de que es la primera pandemia de la historia seguida en tiempo real gracias a las bondades de la tecnología. China, con muy buen sentido, colocó de inmediato la estructura biológica del virus on line, y todas las potencias del mundo, con Israel a la cabeza, se lanzaron de inmediato detrás de la vacuna, pero este es un proceso lento y se requieren evidencias demostrativas serias, lo que demora siempre un año, o año y medio, como promedio (7).
Otras virosis matan con estadísticas incomparablemente mayores (95% para el virus de la Rabia, y 50% para el Ébola, que enfrentaron algunos de mis compañeros de curso en África). A Dios gracias, existe una regularidad epidemiológica, según la cual, los virus con tasas de mortalidad alta no se propagan con facilidad (5).

Amado pastor:
Frente a todo evento de la vida tu camino es otro. Por humanos que seamos, como iglesia, estamos bajo controles celestiales y disposiciones proféticas que van más allá de las disposiciones sanitarias y las regulaciones legales. Defienda su grey; tiene para eso armas bíblicas que no son de este mundo: úselas. En grupos muy pequeños, tres o cinco, nadie se lo ha prohibido, ¡unja a sus miembros!; hágales participar de la comunión que representa la memoria de la sangre de Cristo, y su cuerpo quebrantado para salvación y vida eterna, vistos en la Cena del Señor. No tenga en poco las armas que Dios le dio, porque perecieron aquellos que, en la aciaga noche egipcia, tuvieron en nada la indicación del cielo, a la caída de la décima plaga. Al pasar el ángel de la muerte no vio la sangre, no vio la diferencia…
No juzgue a nadie. Todos podemos enfermarnos y morir. Enajenado de toda jactancia personal por haber sobrevivido a decenas de epidemias como médico de cabecera de miles de enfermos, estoy consciente de que puedo ser alcanzado y perecer. Defendámonos unos a otros en esta cerrada lucha, mientras se derrama sobre el mundo impenitente la ira de un Dios que no dará por inocente al que tenga por inmunda la sangre del pacto y afrente al Espíritu de gracia (He. 10:29).
No, no nos podemos esconder. Por razones de ministerio nos toca, como a Aarón, estar de pie entre los que mueren y los que viven (Nm. 16:48). Por razones de llamado, nos toca levantar la serpiente de bronce en este desierto (Nm. 21: 8, 9).
Como nunca ten una identidad clara con Jesucristo, que estalle con luz viva, delante del ángel, cuando pase frente a ti...
Pastor: defiende tu grey; tienes para eso armas bíblicas que no son de este mundo: úsalas.





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(1) Fernanda Paúl. “Coronavirus: cómo se compara la tasa de mortalidad del covid-19 con otras enfermedades infecciosas” BBC Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-51614537 Publicado: 25 de febrero de 2020. Accedido: 20 de marzo de 2020, 1:07 AM.
(2) Buscador urgente de dudas. “COVID-19, nombre de la enfermedad del coronavirus”. https://www.fundeu.es/recomendacion/covid-19-nombre-de-la-enfermedad-del-coronavirus/ Publicado: 12/02/2020. Accedido: 20 de marzo de 2020, 1:50 PM.
 (3) MedlinePlus. Artículo: “Síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS)”. https://medlineplus.gov/spanish/ency/patientinstructions/000723.htm Accedido: 20 de marzo de 2020, 1:31 PM.
(4) Fernanda Paúl, Ibíd.
(5) Ibíd.
(6) Ibíd.
(7) Dr. Elmer Huerta (1952). Una de las fuentes de información médica en español más confiables en los Estados Unidos y América Latina. Sus programas radiales y de televisión llegan al 90% de hispano hablantes en Estados Unidos. Es frecuentemente consultado por las redes de información más importantes de Estados Unidos, tales como CNÑ, Univisión, Telemundo y CNN-Radio Noticias. Brindó suficiente información oficial para CNÑ, la noche del 19 de marzo de 2020.