Países Bajos (Nederland), aunque se lea en plural es, a la fecha, una sola nación. Agrupa antiguos y pequeños países europeos cuyas extensas llanuras están bajo el nivel del mar. Lo configuran doce provincias; de ellas Holanda Septentrional y Holanda Meridional son las más conocidas; históricamente fueron las más ricas y pobladas. De ahí que, por sinécdoque, muchos llamen Holanda a todo el país.
Países Bajos tiene una monarquía constitucional con tierras en ultramar. En lo que se reconoce como el Caribe Neerlandés su Reino tiene tres países autónomos: Aruba, Curazao y Sint Maarten y tres municipios especiales: Bonaire, San Eustaquio y Saba. Los Países Bajos con sus extensiones caribeñas son lo que modernamente se conoce como Reino de los Países Bajos. Con todo, el territorio europeo representa el 98% de la extensión.
Países Bajos... Qué rareza. ¿Qué decir de ese mundo que se empeñó en ser tan extraño no solo en lo geográfico? Ellos fueron los primeros en legalizar el matrimonio homosexual. Con no poca diligencia lo consiguieron en 2001, y la mayoría de sus habitantes lo aplaude hoy con orgullo. Fueron también pioneros en la monstruosa adopción de hijos por parejas del mismo sexo.
Ellos fueron también los primeros en legalizar la eutanasia. Celebraron ese triunfo en 2002. Al principio se trataba de casos con sufrimiento extremo, en el contexto de enfermedades terminales; luego lo expandieron a cuadros con depresión, demencia o al mero cansancio de vivir. Los médicos holandeses lo llamaron alternativa compasiva.
Ellos dicen tener la mejor calidad de vida de la Unión Europea, pero fueron los primeros del mundo en permitir la venta legal de marihuana y sus derivados en sus locales de ocio.
En 2000 los Países Bajos tuvieron una gran victoria al eliminar los burdeles y las prostitutas. Lo hicieron de una forma muy práctica y eficaz: legalizaron la prostitución; mutaron los burdeles en Zonas Rojas y las prostitutas en trabajadoras sexuales que se inscriben en la Cámara de Comercio y pagan impuestos. Los proponentes del turismo sexual se ufanan desde entonces de poder hacer su selección a través de los cristales de vidrieras rojas. Allí no se muestran solo cuerpos, a más de eso se exhibe en su más cruda transparencia la vulnerabilidad de la mujer pobre o inmigrante, creada por Dios para vivir a nivel dama, sindicalizada para vivir a nivel animal.
A poco más de veinte años de su legislación la prostitución en Holanda produce más movimiento financiero que la industria del queso, pese a ser esta última una de las principales del país. El mayor mercado de mujeres de toda Europa está allí. La prostitución empuja consigo al tráfico humano y a otras depravaciones como la pederastia. Cada año desalmados proxenetas holandeses proponen a miles de chicas de América Latina y Europa del Este una prometedora carrera como bailarinas. Ellas terminan allí, en las Zonas Rojas. Locaciones como De Wallen (Ámsterdam), Rotterdam, Utrecht y La Haya son, en esa dirección, la vergüenza de la humanidad. Esta última es la sede de la Corte Penal Internacional, lo que la convierte en la capital jurídica del mundo. En este sentido es el referente más azufrado de la ironía, porque en gruesos manuales sus abogados dirimen los litigios legales entre los Estados, mientras olvidado en sus estanterías yace inerte al gran libro de Dios, Legislador Supremo, que enuncia en Levítico 19:29: «No contaminarás a tu hija haciéndola fornicar, para que no se prostituya la tierra y se llene de maldad».
¿De qué sirven a los holandeses los inmensos sembrados de tulipanes con que tapizan sus campos, a la vista de los legendarios molinos? ¿De qué les valen los rosales tocados en la aurora por rocío iridiscente? Con las mismas manos con que los sembraron empujan a la depravación más miserable y a la condición más caída a las auténticas flores que Dios les dio en la vida de cada mujer.
Países Bajos..., qué bien puesto tiene el nombre.


