Ricardo Wolf
Ricardo
Riegel Wolf nació en Hannover, Alemania, en 1887, en el seno de una prominente
familia judía que lideraba la vida cúltica de la ciudad y promovía el respeto a
la educación y los valores morales. Leopold Wolf, hermano de Ricardo, era
maestro y primer cantor de la sinagoga de Halle/Saale [1].
En
1913, poco antes de que se escuchara en Europa el trueno de los cañones que
anunciaban el inicio de la Primera Guerra Mundial, Wolf emigró a Cuba [2]. Haría de la pequeña isla del Caribe su segunda patria [3]. Como estudiante de química conoció a la cinco veces campeona
barcelonesa de tenis, Francisca Subirana [4], subcampeona mundial,
1920 [5]. En ella vio florecer su
amor. Se unieron en matrimonio en 1924 [6] y echaron raíces a la
vista del Gran Azul insular, espejo de un cielo cargado para ellos de sueños y
esperanzas. Ricardo Wolf incorporó a sus patronímicos el apellido de su esposa
y le daría precedencia en el orden; sería conocido entonces como Ricardo Subirana
Lobo (Lobo es traducción del inglés Wolf) [7].
Por
muchos años, Ricardo Wolf unió fuerzas con su hermano Sigfried. Ellos
trabajaron ingentes en el desarrollo de un proceso de recuperación de hierro a
partir de los residuos de fundición. El modelo logrado terminó imponiéndose en
todas las acerías del mundo y levantó una fortuna millonaria a la familia [8].
Embajador de Cuba en Israel
Los
valores humanos sembrados tempranamente en la vida familiar llevaron a aquel
judío alemán a apoyar las promesas de redención social contenidas en la agenda
de la Revolución cubana de 1959. El matrimonio dio apoyo moral y financiero
directo a Fidel Castro. La promoción de recursos para la Reforma Agraria llevó
a que fuera propuesto como ministro de finanzas. Wolf declinó la asignación;
frisaba ya los setenta y cuatro años y quería volcar sus fuerzas finales en el
impulso y fortalecimiento de las relaciones entre Cuba e Israel. Fidel Castro,
agradecido y consciente de las dotes diplomáticas que completaban la recia
personalidad de Wolf lo nombró, en 1961, Embajador de Cuba en Israel [9], [10]. La sede diplomática
cubana fue asentada en Tel Aviv en el barrio de Herzliya-Pituah, a la vista del
mar. Estaba rodeada de plantas tropicales que la convertían en un remedo
geográfico de la lejana isla caribeña. La compra del terreno, la construcción del
fastuoso inmueble, los ulteriores pagos en concepto de salarios y gastos de
representación, todo fue asumido por Ricardo Wolf. Fue aquella, para entonces,
la única sede diplomática cubana que se sostuvo sin costo alguno para la isla [11].

En la imagen, de izquierda a derecha, la entonces ministra de
Asuntos Exteriores de Israel, Golda Meir, el presidente Yitzhak Ben-Zvi, y el
embajador de Cuba en Israel, Ricardo Wolf. Presentación en Jerusalén de las
cartas credenciales de este último.
Cuba e Israel
El
naciente gobierno revolucionario miró con simpatía a la pequeña nación del
Oriente Próximo, en abierta lucha por su supervivencia, con sus kibutz
impregnados de socialismo y sus no lejanos enfrentamientos a grandes naciones
que trataron de cerrar el paso a los asentamientos judíos desde tierras
europeas. Para Fidel Castro, Cuba era una paráfrasis de Israel y en sugerente
alusión llegó a llamarle «ese heroico país» [12]. Los innegables éxitos de
la agricultura y la ganadería ovina lo cautivaban. Ricardo Wolf creó la
Asociación de Amistad; esta funcionaba entre ambos pueblos y desarrollaba la
colaboración de técnicos israelíes en el Verde Caimán. Por gestiones de Wolf, los asesores
israelíes trajeron a la isla las más novedosas técnicas agrícolas, brindando
con entusiasmo ayuda en el desarrollo citrícola de los campos cubanos y velando
por el crecimiento del ganado caprino como notable productor de leche [13].
Wolf
respondió también al interés del líder revolucionario acerca de traer a la isla
cien ovejas en un proyecto de adaptación a las condiciones tropicales. En esa
dirección se habilitaron vuelos charters. Wolf diría: «Las ovejas
volaron en primera clase y mi esposa en turista». Paradójicamente, en esos
mismos vuelos emigraban a Tierra Santa judíos cubanos, privados de sus negocios
particulares por las devenidas regulaciones socialistas de la isla [14].
Ricardo Subirana Lobo (1887-1981).
Francisca Subirana (1900-1981)
Aquella decisión…
La
alineación del gobierno cubano con el bloque socialista que nunca debió nacer
no solo vino a la vida, también creció hasta apagar toda luz de independencia
política en la isla. Esta recibiría desde entonces dictados del mundo soviético
que le llevarían desde la colocación de misiles nucleares y la crisis siguiente
en octubre de 1962, hasta aquel sombrío 9 de septiembre de 1973, en que
amanecieron los más grises titulares en los diarios nacionales e
internacionales: «Cuba rompe relaciones diplomáticas con Israel».
Comience
por decirse que, desde 1966, Cuba venía perfilándose como coordinadora de
grupos radicales en Asia, África y América Latina a través de organizaciones
como OSPAAL (Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y
América Latina) y OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad) [15]. A la par, en
el sistema de naciones unidas, la isla tejió alianzas con sujetos
internacionales que tenían una acentuada postura antiisraelí. Aunque Israel
tuvo una definida posición anticolonial e impulsó programas de ayuda en salud y
educación a países descolonizados como Ghana o Uganda, el Estado Hebreo fue
bloqueado en los foros multilaterales del mundo postcolonial; los árabes
boicotearon toda reunión en que estuviese presente [16].
El
año 1967 cambió bruscamente la geopolítica en todo el Medio Oriente y la
posición del gobierno de Cuba ante Israel. ¿Qué sucedió? En mayo, Egipto, bajo
Gamal Abdel Nasser, movilizó tropas en la península del Sinaí y exigió la
retirada de la ONU de la zona. Cerró también el importante Estrecho de Tirán al
tráfico israelí y bloqueó su acceso al Mar Rojo. Jordania y Siria formaron
alianzas militares con Egipto y aumentaron la presión contra Israel. El Estado
judío consideró tal cúmulo de acciones como actos de guerra y evaluó la
situación como una amenaza inmediata de invasión. No cometerían el error de
Stalin que, frente a la concentración de tropas de Hitler en la frontera,
mantuvo sus tanques en la Manchuria hasta ver a las tropas alemanas cruzar toda
la distancia que les separaba de Moscú [17]. Israel tomó la
iniciativa y el 5 de junio, a primera hora, lanzó la Operación Moked,
bombardeando las bases aéreas. La mayoría de los aviones egipcios fueron
destruidos en tierra, quedando Israel con aplastante superioridad aérea.
Egipto, Jordania y Siria declararon la guerra a Israel. El Estado Judío,
aprovechando la superioridad aérea alcanzada, avanzó y ocupó Cisjordania, Gaza
y Jerusalén. Colocó a esta última bajo mandato único de Israel, permitiendo en
ella, por primera vez, desde 1948, la expresión plurirreligiosa. El 10 de junio
las Fuerzas de Defensa de Israel se expandieron al norte y ocuparon la meseta
de los Altos de Golán, importante locación siria para ataques desde el norte a
Tierra Santa.
La
respuesta de Cuba a tales hechos fue harto ríspida. Ricardo Alarcón de Quesada,
representante de Cuba ante las Naciones Unidas, describió el ataque de Israel
como una «agresión al estilo nazi»[18]. Fue aquella la primera
vez que un diplomático cubano usara epítetos tan imprudentes contra el Estado
Judío. Unos meses después, Fidel Castro los repetiría en un discurso a la
conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad. Israel comprobó
a la par que, a pesar de su cooperación con Cuba en piscicultura, agricultura y
ganadería, la propaganda antisionista de la isla se desbordaba alcanzando
niveles sin precedentes. Cuba, de su lado, notó que Israel dejó de comprar
azúcar, en una decisión posiblemente orientada a no crear tensiones con Estados
Unidos, que vendría a ser su principal aliado frente al vacío de apoyo dejado
por el Reino Unido y Francia.
En
la Cuarta Cumbre de Países No Alineados (MNOAL) celebrada entre el 5 y el 9 de
septiembre de 1973, en Argel, capital de Argelia, Cuba termina por ceder a la
presión árabe. En el seno de aquella asamblea que convocó a setenta y cinco
países [19] se impuso una
redefinición de lo que era el «no alineamiento» con relación al Medio Oriente:
este implicaba no una mera neutralidad, sino una posición antiisraelí [20]. En una de sus más significativas sesiones, el
dictador libio Muamar el Gadafi exigió, a escuchas de la representación de Cuba,
la ruptura de sus relaciones con Israel y acusó al gobierno de la isla de ficción
no alineada y «no ser más independiente de la Unión Soviética que
Uzbekistán o Checoslovaquia» [21].
Muy
cercana estaba la suscripción de los acuerdos de La Declaración de Jartum
aprobada el 1 de septiembre de 1967, en la cumbre de la Liga Árabe, celebrada
en Jartum, Sudán, tras la aplastante derrota de Egipto, Siria y Jordania en la
Guerra de los Seis Días. Estaban en ella remarcados los «Tres No de Jartum»:
«No a la paz con Israel. No al reconocimiento de Israel. No a las negociaciones
con Israel». La Declaración incluyó también en su texto un compromiso de los
países árabes para ayudar económicamente a Egipto y Jordania, que habían
perdido territorios en la guerra, y la decisión de seguir luchando hasta la
liberación de lo que llamaron «territorios ocupados»[22]. La Declaración de Jartum
cerró por años cualquier posibilidad de acuerdo diplomático árabe-israelí y
marcó la política oficial de la Liga Árabe. Esta Declaración humeaba en aquella
Cumbre de 1973, celebrada sobremecidamente en un país árabe, Argelia, bajo la
presidencia de
Houari
Boumédiène.
Más
allá de las presiones recibidas, la dirección del gobierno revolucionario de
Cuba ambicionaba una posición de liderazgo en el Movimiento de Países No
Alineados, organización internacional que surgió durante la Guerra Fría con el
propósito de promover los intereses de las naciones en desarrollo a través de
los caminos de una supuesta neutralidad frente a los diferendos de poder de los
Estados Unidos y la Unión Soviética. El Estado cubano buscaba establecerse como
un eslabón entre el campo socialista y los países en desarrollo. Su meta
confesa era liderar una batalla diplomática por un nuevo orden económico
internacional, acceder al consejo de seguridad de la ONU y hacer irrelevantes
el aislamiento norteamericano y las sanciones de la OEA [23].
Visibles,
en las imágenes publicadas de la delegación cubana, están principalmente Fidel
Castro, Primer Ministro; Carlos Rafael Rodríguez, Viceprimer Ministro; Raúl Roa
García, Ministro de Relaciones Exteriores; Osmany Cienfuegos, Asesor del Comité
Ejecutivo del Consejo de Ministros y Ricardo Alarcón de Quesada, Representante
de Cuba ante la ONU [24].
El
domingo 9 de septiembre, en la jornada de clausura del evento, Fidel Castro,
como jefe de la delegación cubana, anunció la ruptura de las relaciones
diplomáticas y consulares del gobierno de la isla con el Estado de Israel [25]. Los medios informativos nacionales del Verde
Caimán se harían eco de la infausta nueva. La revista Bohemia expandió
la noticia de los diarios. La esquela que dio cuerpo al anuncio de la ruptura
fue redactada en los siguientes términos:
El gobierno revolucionario
de Cuba [26] ha decidido la ruptura de
las relaciones diplomáticas y consulares con el estado de Israel tal como fuera
anunciado en el día de ayer en la Conferencia de Países no Alineados de Argel
por nuestro primer ministro, comandante Fidel Castro.
Ha sido norma de política
internacional del Gobierno Revolucionario de Cuba no usar el expediente de la
ruptura de relaciones diplomáticas, tendiendo en cuenta que el gobierno
imperialista de los Estados Unidos, al consumar su ruptura con Cuba y en aras de
la política de bloqueo y de aislamiento a nuestro país, instó y promovió
constantemente, mediante sus influencias con aquellos gobiernos, especialmente
de América Latina, susceptibles a la presión imperialista, al rompimiento de
las relaciones con Cuba, por lo cual nuestro país ha seguido la política de no
tomar iniciativas de ruptura de relaciones a fin de no hacer el juego a dicha
táctica imperialista de gobierno.
No obstante, tal como
explicara el compañero Fidel Castro en su intervención de ayer en Argel, como
una excepción a esa práctica cubana de política internacional, consecuente con
la invariable posición de Cuba de condena a la agresión imperialista-israelí
contra los pueblos árabes y el pueblo palestino y ante el clamor y los
sentimientos de los pueblos de los países representados en la Conferencia de
Argel, expresados por sus jefes de Estado o de Gobierno o sus representantes,
especialmente los de los pueblos árabes, y considerando, además, la continuidad
y persistencia de la política agresiva del estado de Israel en contubernio con
el imperialismo y su negativa a devolver los territorios árabes ilegítima y
violentamente ocupados, el Gobierno Revolucionario de Cuba, en cumplimiento de
su deber de solidaridad y de apoyo a la justa causa de los pueblos árabes y a
los derechos del pueblo palestino, ha decidido la inmediata ruptura de
relaciones diplomáticas y consulares con el Gobierno del estado de Israel.
La Habana, Lunes 10 de
septiembre de 1973 [27]. [Sic.]
El
anuncio de la ruptura entre Cuba e Israel en el plenario de la Cumbre, ya en su
jornada de cierre, generó una ovación cerrada que se prolongó desmedidamente.
Los líderes árabes, especialmente Yasser Arafat [28], cercaron a la delegación
cubana y les abrazaron con gran efusividad. Los medios de prensa
internacionales resaltaron el abrazo conmovido del líder libio, Muamar el
Gadafi [29]. Él había expulsado con
mano dura a los judíos de Libia en 1970 [30]. Político alguno combatió
más las negociaciones siguientes de paz entre Egipto y el Estado Hebreo. Él odió a
Israel con odios que no son de este mundo. Frente a la
decisión de Cuba de romper todas las relaciones con el Estado Judío, Gadafi estaba feliz, muy feliz…
Malaventurado beduino de los mil yerros, ni siquiera estaba destinado
para las balas judías. El 20 de octubre de 2011, los propios libios lo herirían
con una granada y lo golpearían con el más lesivo salvajismo. Se vería
arrastrado por las arenas de Sirte, su ciudad natal, donde lo balearon hasta
verlo morir. Su cuerpo fue ultrajado en límites inenarrables y su cadáver,
expuesto públicamente, [31] todo en un
completo remedo de las escenas italianas de la caída de Mussolini bajo la ira
de los partisanos, en 1945.
Estos
son algunos de los caminos que llevaron a la extraña decisión de Cuba. Al gobierno de
Israel le costó trabajo creer la noticia, que les llegó el 10 de septiembre, un
día después de cerrada la Cumbre. Ellos se enteraron a la par del último de los
humanos, por el anuncio público de la Cumbre [32]. Inicialmente no dieron
crédito al informe toda vez que el propio Wolf, desconcertado, negaba que
aquello pudiera ser cierto. Pronto supieron que desde aquel otoño tendrían un
amigo menos…
Ha comenzado la limpieza
de Berlín, la ciudad más sucia de Europa. Potentes mangueras de agua comenzarán
a empaparnos hasta dejarnos limpios.
No nos quieren. Nadie nos
quiere [33].
Fidel Castro ordena ataque militar a Israel
En
la tarde del 6 de octubre de 1973, a solo un mes de la mencionada Cumbre de
Países no Alineados en Argel, en el solemne Día de la Expiación (Yom Kippur),
fecha más importante del calendario judío, de recogimiento, ayuno y oración, en
que no funciona el transporte público, ni transmiten los medios de información
y todos los judíos de vuelcan a las sinagogas, el ejército egipcio cruzó el
Canal de Suez. Las defensas israelíes colapsaron en el Sinaí y el Estado Hebreo
se vio atacado con gran violencia desde el sur. Simultáneamente, los batallones
blindados de Siria avanzaron contra Tierra Santa e iniciaron una incontenible
embestida por el norte. La situación para el Estado Judío se hizo desesperada,
porque Europa, en pleno, le volvió la espalda, mientras la Unión Soviética
apoyaba logísticamente, con armamento pesado, la invasión militar. Aunque los
servicios de inteligencia de Israel tenían alguna información, Richard Nixon, a
través de su Secretario de Estado, Henry Kissinger, había prohibido
estrictamente a Golda Meir, Primer Ministro de Israel, todo ataque preventivo.
El peligro también fue desestimado por el alto mando. En conclusión: nunca en
la era moderna estuvo el Estado Hebreo más cerca de perder una guerra y ser
echado al mar. Dos mil quinientos israelitas murieron en los inicios de lo que
fue la más heroica resistencia. Por cuatro días todo fue destrucción y
repliegue [34].
En
este luctuoso contexto, ¿qué hizo Cuba, la tierra que bendijo Israel con
amistad, asesoría y tecnología? Con vergüenza se escribe: el gobierno de la
isla envió tropas fuertemente entrenadas y luchó al lado de Siria; unió fuerzas
con los enemigos de Israel en un resuelto propósito de completar el siniestro y
aniquilar al Estado Judío. Eso hizo Cuba.
Por
muchos años el gobierno caribeño negó tales hechos, pero eran un secreto a
voces. Un batallón cubano, desde suelo sirio, cañoneó Tierra Santa. El
general Néstor López, en Secretos de Generales, tímidamente confesó la
participación cubana, minimizando los hechos: «Era un pelotón de tanques. Se
produjeron algunos duelos de artillería. Nos averiaron dos tanques. Vivíamos en
un hueco, en una chabola en condiciones de campaña. En febrero de 1975 regresamos
a Cuba» [35].
«Un
pelotón…». «Los cubanos llegaron cuando ya se acababa la guerra…». Tales
metáforas se escuchan hasta hoy en los esquivos corrillos militares de la isla.
Los informes de Israel, sin embargo, y la mayoría dominante de los medios de
información aseguran que cerca de cuatro mil cubanos, entre tanquistas,
artilleros y personal de inteligencia estuvieron presentes allí durante todo el
tiempo que duró la guerra y hasta muchos meses después. El 10 de octubre,
mientras el apoyo de la Unión Soviética a Siria y Egipto crecía, Estados Unidos
envió a Israel veinticuatro mil toneladas en apoyo militar y logístico. La
coalición que configuraron Egipto, Siria y la subrepticia Cuba, todos con el
apoyo de la Unión Soviética y el mundo árabe fue derrotada [36]. En el frente norte, Siria y Cuba se batieron en
retirada hasta cerca de las puertas de Damasco a donde llegaron las Fuerzas de
Defensa de Israel el 16 de octubre [37]. El ejército de la isla
dejó ciento ochenta muertos y doscientos cincuenta heridos que nunca ha
reconocido [38]. Al alcance del lector
interesado hay fuentes que estiman pérdidas mayores. El 20 de octubre, Siria
capituló. Mil doscientos tanques sirios con el apoyo adicional de Cuba no les
fueron suficientes; no pudieron recuperar los Altos de Golán, perdidos en la
pasada Guerra de los Seis Días de 1967 [39].
En
febrero de 1997, el autor hizo una campaña evangélica en el Templo central de las
Asambleas de Dios de la ciudad de San Francisco de Paula, La Habana. En la
jornada inicial de descanso dominical almorzó en el hogar del diácono
principal. En los diálogos de sobremesa este último contó que había sido
militar y tenía en su hoja de servicio el haber luchado en suelo sirio durante
la guerra de 1973. Como no se tenía ni idea del asunto, se le
preguntó: «¿Qué guerra fue esa?». Él contestó: «La guerra de Siria contra
Israel. A mí me enviaron como parte de un batallón de tanquistas». La confusión
creció y hubo que preguntarle: «¿Fueron como asesores o participaron
directamente en la guerra?». El diácono contestó:
No, no éramos asesores,
éramos un batallón de combate; fuimos a pelear. Estábamos en el primer frente
de los Altos de Golán y lanzamos contra Israel cualquier cantidad de
proyectiles. Y ellos nos tiraron a nosotros. Hubo un montón de muertos de ambas
partes. Fuimos a la guerra y estuvimos varios meses, hasta que nos ordenaron
regresar.
Desde
un rincón de previsión bíblica el autor preguntó entonces: «¿Cómo les fue
cuando regresaron…?». Él bajó la cabeza, como recordando, y contó:
Celebrábamos el regreso a
Cuba con un grupo de compañeros. Todos habíamos estado en aquel frente.
Habíamos tomado alcohol y estábamos felices. Decidimos regresar a nuestras
casas y nos subimos al jeep del ejército que teníamos. Hacíamos cuentos por el
camino de aquellas aventuras de la guerra, hasta que llegamos a la línea del
tren. Se veía una locomotora que venía, pero el que manejaba el jeep entendió
que tenía tiempo para cruzar, y en plena línea el jeep se apagó. Él trató de
volverlo a arrancar y el motor hacía como si se fuera a encender, pero volvía a
apagarse. Ya el tren estaba peligrosamente cerca y decidimos bajarnos rápido
del jeep. Cuando fuimos a hacerlo, ninguna puerta abrió; el auto estaba
completamente cerrado. Tratamos de salir por las ventanillas, pero ya era
tarde. La locomotora nos golpeó… Apenas yo
sobreviví. Tengo la mayor parte de mi cráneo reconstruido con platino [40].
«… A los que te
maldijeren maldeciré»
(Gn. 12:3b), dijo el Señor a Abraham. Las mismas palabras se repiten sobre
Jacob, patriarca de Israel, en la inspiración profética de su padre Isaac
(27:29d). Juzgue el lector.
Si
Israel es el reloj que marca el derrotero de los tiempos, si el mundo gira en
torno a su desenvolver profético, si la Biblia define la verdad en torno a la
identidad de ese pueblo, si tales cosas son ciertas, la decisión tomada por el
Estado cubano el 9 de septiembre de 1973 y su posterior ataque militar el 6 de
octubre siguiente fueron los desvaríos más aciagos de su historia, solo
comparables a la mañana en que Federico Laredo Bru, desde su condición de
Presidente de Cuba negó la entrada a la isla de novecientos treinta y siete
judíos visados previamente en Europa, y ya en puerto cubano, a donde llegaron
esperanzados a bordo del Crucero San Luis el 27 de mayo de 1939, a las 4:00 a.
m. El influyente Fulgencio Batista, jefe del Ejército, cuya atención se
solicitó por varias organizaciones judías y miembros de la Embajada de Estados
Unidos en Cuba, se recogió en su hogar, donde se fingió enfermo e incomunicó el
teléfono. De los judíos del San Luis solo doscientos ochenta y siete
sobrevivieron, al ser acogidos de regreso por el Reino Unido, que no pudo ser
ocupado por los alemanes. Los otros seiscientos cincuenta, murieron bajo los
estragos de la guerra o en los campos de concentración nazi [41]. Sobre Cuba gravita la pena.
Cuánto
de las decisiones de Fidel Castro y Laredo Bru influyeron en los negros años
que viviría la isla en su historia siguiente, aquellos de 1992 en que los
cubanos llegaron a beber su propia orina mientras se lanzaban al mar en la más
desesperada de las diásporas; o estos de 2025, en que los más esforzados
trabajadores y profesionales pernoctan bajo apagones en calles llenas de
basuras y sobrenadan infelices entre promesas y desesperanzas. Cuanto de
aquello influyó en esto, un día lo sabremos, cuando sean abiertos los libros,
porque los libros se abrirán: «Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie
ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es
el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban
escritas en los libros, según sus obras» (Ap. 20:12).
El último destello
Aquel
9 de septiembre de 1973, en que tiene lugar la ruptura de relaciones entre la
isla caribeña y el Estado Judío, Ricardo Wolf se encontraba en Tel Aviv y debía
escoger entre fidelidades disonantes: Cuba o Israel. Él decidió permanecer en
la tierra de los profetas y patriarcas bíblicos [42]. Tenía ya ochenta y seis
años, estaba cansado de luchar con los desequilibrios y las ingratitudes
humanas y su esposa sufría, muy enferma.
El
sol de Wolf estaba a punto de ponerse, y en ese crepúsculo, desde lo que fuera
la Embajada cubana, lanzó un último destello: en 1975 creó la Fundación Wolf,
un proyecto desbordado de filantropía [43].
Nació
así el Premio Wolf, un paralelo del Nobel. Bendeciría anualmente con una
dotación económica de cien mil dólares a los benefactores más grandes del mundo
en seis categorías: agricultura, química, medicina, matemáticas, física y
artes. Al no existir un Premio Nobel en Matemáticas, el Wolf se levantaría como
el más deseado en los reconocimientos académicos de esta ciencia [44].
Un
comité internacional de expertos evalúa a los candidatos. Los ganadores reciben
el premio de manos del presidente de Israel en el edificio del Parlamento, en
Jerusalén [45]. La fundación otorga,
además, becas a estudiantes de último año, siempre en Israel. Son seleccionados
a partir de las nominaciones que hacen las universidades [46].
Los
ganadores del Premio Wolf son fuertes aspirantes al Nobel. En 2013, uno de cada
tres premios en química, física y medicina recibieron posteriormente el Nobel [47].
Las incoherencias siguientes de Cuba
La
Liga Árabe empujó la ruptura de Cuba con Israel, y varios suscriptores de
aquella Declaración de Jartum restablecieron ya sus relaciones con el Estado
hebreo a la vista de Cuba, que no lo ha hecho todavía, siguiendo la inercia
impuesta por árabes de doble rasero, que exigían a la isla la ruptura con
Israel, mientras desarrollaban relaciones cordiales con todos los enemigos del
Estado revolucionario.
Hoy
día, el primer argumento que se asoma a flor de labios en los que explican la
congelación histórica de las relaciones Cuba-Israel es la posición
pronorteamericana del Estado Judío. Vea entonces la contradicción: el estatus
de la relación diplomática de Cuba con Estados Unidos, a nivel de embajada, es
superior al que tiene con Israel, a nivel de sección de intereses [48].
Contradicciones
geopolíticas e históricas mucho mayores viviría la pobre isla: los rusos que se
alejaron del socialismo marxista porque, al decir de Alexander Yakovlev, «no se
avenía a la naturaleza humana»[49] luchan hoy para que Cuba
no cambie el sistema social y económico que ellos se vieron obligados a
abandonar, del que reniegan públicamente.
Epílogo
Ricardo Subirana Lobo (Wolf), único
embajador del Gobierno Revolucionario de Cuba en Israel, falleció lleno de años en
su hogar de Herzliya, en 1981, en un suave invierno de lluvias discretas,
propio del febrero de Tel Aviv. Su esposa, Francisca, le siguió un mes después [50]. Sus cuerpos descansan
juntos, próximos al kibutz Ga’sh, fundado en
1948 por cubanos del Hashomer Hatzair, en las afueras de la bellísima Tel Aviv [51]. Los desvelos
del matrimonio Wolf en favor del acercamiento de Cuba al Estado Judío, las
millonarias inversiones que hizo para lograrlo, sus ingentes trabajos, los
recuerde el Señor en su favor el Día de la Eternidad.
Dice la alondra que revolotea cada mañana sobre los árboles de
Tel Aviv, en la lejana Israel, que, a través de las ventanas de la Fundación
Wolf, otrora Embajada de Cuba, donde a ratos aletea curiosa, es visible un
cuadro. En él aparecen Ricardo Wolf y Fidel Castro. La imagen está rubricada
con una dedicatoria escrita por el finado mandatario cubano el 17 de junio de
1960. En ella se lee:
«A los esposos Subirana, con cuya amistad por
lo espontánea y pura me honro grandemente y trataré de conservar siempre».
Y
el tocoloro cubano llora, cuando escucha de la alondra la historia.