En el corpus de ilustraciones de Charles Spurgeon, en The Salt-Cellars (pensamientos e ilustraciones) y en Illustrations and Meditations (recopilaciones póstumas), el célebre predicador inglés contó que una madre enseñaba a su hija a orar antes de dormir. Vivían en una casa humilde, con una ventana rota por donde entraba el aire frío; para remediarlo, colocaban en ella un pedazo de cartón. Una noche la niña preguntó: «Mamá, ¿qué hacen los que no tienen un pedazo de cartón para tapar la ventana?».
Navidad... El común de los hogares vive tiempos de agradecimiento navideño con alborozo y festividad, en tiernas reuniones familiares, con mesas llenas de comidas, árboles interiores decorados con regalos sorprendentes y adornos orlados de cintas que brillan bajo luces titilantes. Pero también será Navidad para muchos que se verán reducidos a celebrar con gratitud el humilde cartón con que sellaron la hendidura de una ventana rota. Nuestros hermanos en tierras de persecución cruzarán estas horas confinados en campos de concentración por razón de su fe. Estamos a pocos días de que Irán condenara a cinco cristianos a diez años de cárcel por tenencia de biblias y participación en sencillos cultos cristianos. En el silencio de nuestros corazones unamos fuerzas para que ellos puedan encontrar, en oración, una razón, por humilde que sea, que les permita expresar gratitud.
Si la vida te colocó en la pobreza o el ostracismo, la lejanía o la soledad, el olvido o la acre indiferencia que se vive en tantos «valles de huesos secos» (Ez. 37) donde el Evangelio es mera cultura y tradición, piensa que siempre encontrarás algo dentro de ti por lo que puedas agradecer a Dios haber podido sobrevivir a tantos fríos de alma, peores que aquellos que suponen los más crudos inviernos.
Y recuerda, como la niña de la historia, que, en esta Navidad, habrá personas que no tendrán un pedazo de cartón. También por ellos nació Jesús.
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