Murió Pepe. Era una persona muy popular. Todos los que le conocimos fuimos tocados por la noticia y en el clima social del lugar alcanzamos a ver reacciones muy diversas. No faltaron flores y en las cintas que pendían de las coronas fúnebres se podían leer expresiones de pesar que estaban relacionadas con la función comunitaria que desempeñaba el que las escribió. Así se leían:
Antonio, el médico: «Pepe, cuánto siento tu fracaso terapéutico».
Julio, el matemático: «Pepe, nos apenas tener uno menos en el pueblo».
Pedro, el economista: «Pepe, triste cobro de tu última pensión».
Raúl, el alcalde: «Pepe, se nos fue contigo un buen votante».
Gregorio, el abogado: «Pepe, al fin libre de tus problemas legales».
Rafael, el arquitecto: «Pepe, gracias por dejarnos tan bella casa».
Felipe, el piloto: «Pepe, disfruta tu último vuelo».
Ricardo, el borrachito: «Pepe, siempre recordaré tu último trago».
Carlos, el cuatrero: «Pepe, siempre respeté tus vacas».
Omar, el cura: «Pepe, tocan por ti las campañas».
Adolfo, el poeta: «Pepe, llora por ti la humanidad».
Y al pie del féretro, mientras leía las cintas mortuorias, concluía: «De qué formas tan diferentes seremos recordados el día en que nos toque partir».
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Su comentario a este artículo se recibe con respeto y gratitud.