Tal vez haya que reescribir el significado de la palabra «genocidio». Las formas de matar pueblos y borrar culturas se sofisticaron. Ahora son mucho más lentas; llegan a pasar inadvertidas como esas nubes de polvo invisibles con cuyo daño no se cuenta. Los genocidios modernos no son tsunamis que irrumpen con brusquedad en las ciudades; vienen a ser lentas intoxicaciones de las aguas que abrevian la vida y dañan el bienestar de todos.
Y el mundo se pregunta: «¿cómo llegamos a este deplorable estado?». Una sola respuesta: pueblos enteros están gobernados por genocidas.
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