No fracasó Dios. Fracasó el modelo que nos hicimos de Él.
Sueños que se desvanecen, pérdidas irreparables, experiencias devastadoras, y de súbito ahí está el pensamiento: "fracasó Dios".
Quiebras, accidentes, enfermedades y muertes, son lenguajes de experiencias que nunca esperamos tener, y en esa triste hora, algo dentro de nosotros hace la pregunta: ¿quién fracasó? ¿Nosotros? No, no lo aceptaremos: transferimos entonces la culpa a Dios, como lo hizo Adán: "La mujer que me diste..." (Gn. 3: 12).
El asunto es que tampoco Dios fracasó.
Si no fracasó Dios, ni fracasé yo, ¿quién fracasó?
Fracasó el modelo que te hiciste de Él.
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