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domingo, 2 de noviembre de 2025

No somos historias de éxito, somos historias de salvación

En cada ser humano se desarrolla una historia. Comienza el día en que nace y se prolonga hasta la partida de este mundo. El hombre común se mueve luchando por hacer de ella una historia de éxitos.  Nombramientos, reconocimientos, finanzas, fama, parecen ser las páginas más importantes, pero tales cosas no son el vórtice sobre el que gira la existencia, porque no somos historias de éxito; somos historias de salvación. 

Levantamientos y caídas, fe e incredulidad, fidelidad y apostasía, esas son las páginas centrales del libro que se escribe. Es nuestra verdadera historia.

Cristo no murió para hacernos exitosos. Él murió para hacernos salvos. En el instante en que exhaló su último suspiro no llovió oro del cielo. En su lugar «el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo» (Mr. 15:38), y logramos el acceso al Padre. 

No, no somos historias de éxitos; somos historias de salvación.




 



sábado, 1 de noviembre de 2025

¿Aprenderá mi pobre pueblo?

Mi pobre pueblo no aprende. Cuba no puede condenar a Israel y esperar un estado de bendición. El pasado 9 de octubre, mientras los problemas básicos del país, en lugar de resolverse, crecían, organizaron una gran manifestación en las arterias viales colindantes a la Embajada de los Estados Unidos en La Habana, en apoyo a lo que han llamado siempre «causa Palestina». Pocas veces en la historia se escribieron carteles tan obscenos condenando al Estado judío. Con ellos desfilaron desbordados de imprudencia y arrogancia en multitud inacabable por las céntricas calles de la capital. Se requirió una protesta escrita del Patronato de la Casa de la Comunidad Hebrea de La Habana para que las autoridades reaccionaran a expresiones de suyo tan irrespetuosas, colocadas a un tiempo en los predios y escalinata de la tricentenaria Universidad de La Habana. Estos fueron los hechos. 

No terminó octubre cuando el revuelto Mar Caribe vio nacer en sus cálidas aguas al huracán Melissa. Esta formidable masa de agua y viento, arrasando todo a su paso con intensas lluvias, marejadas ciclónicas y vientos sostenidos de 193 km/h irrumpió el 29 en el sureste de la isla, cerca de Santiago de Cuba, segunda capital del país. Avanzó indetenible devastando todo el oriente cubano.

Las escenas dejadas tras el paso del siniestro son harto desgarradoras. Las imágenes llenan las redes sociales y los espacios noticiosos digitales: miles de casas destruidas, árboles frondosos y postes eléctricos derribados, carreteras bloqueadas por escombros y deslaves; sembrados de café, plátano y yuca arruinados; ríos crecidos como mares desbordados; tales son los escenarios. Cientos de miles de personas tuvieron que ser evacuadas, con todos los gastos que tal cosa supone para una economía tan precaria. Santiago de Cuba, Bayamo, Contramaestre, Baracoa y Mayarí están seriamente afectadas por lluvias torrenciales. El municipio Guamá quedó aislado y el pueblo de Jiguaní yace bajo aguas que recuerdan los antiguos cuadros del diluvio.

Uno de los lugares más visiblemente afectados fue el poblado de El Cobre que preserva, en Santiago de Cuba, al llamado Santuario de la Caridad del Cobre, en pos del cual corren, desde todos los rincones del país, tantos pobres que no saben discernir entre su mano derecha e izquierda, bíblicamente hablando. Contra esa sede arremetió con todo encono el meteoro. Cada cual sabrá qué lectura hacer. 

Los rescatistas luchan con sus limitados recursos, pero no han logrado alcanzar las zonas más alejadas donde mucha gente aguarda retenida por las aguas con el hálito en suspenso. Madres con sus niños lloran de impotencia, ancianos colapsan en sus hogares derruidos, hombres confundidos y agotados luchan por la supervivencia de los suyos. El panorama es desolador.


¿Aprenderá algún día mi pobre pueblo? ¿Qué de su gobierno? ¿Oirá receptivo el Evangelio? ¿Despertará su espíritu? ¿O seguirá la nación recibiendo juicio en la terquedad de todos los corazones? La Biblia nos ha sido dada como sabiduría del cielo para todos los hombres. Ella advierte que Israel no puede ser maldecido, ni condenado, ni atacado. «Contra Jacob no hay agüero, ni adivinación contra Israel» (Nm. 23:23), ni Partido Comunista, ni Liga Árabe, ni la misma ONU. La Biblia es terminante en lo tocante a la descendencia de Abraham: «Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra» (Gn. 12:3). Delante de sus tiendas el profeta Balaam vio torcida la pretensión de maldecir al pueblo de Israel y prorrumpió en el espíritu: «Dios lo sacó de Egipto; tiene fuerzas como de búfalo. Devorará a las naciones enemigas, desmenuzará sus huesos, y las traspasará con sus saetas. Se encorvará para echarse como león, y como leona; ¿quién lo despertará? Benditos los que te bendijeren, y malditos los que te maldijeren» (Nm. 24:8, 9). Tales palabras brillan como Marte en su perihelio, intenso y solo. Ojalá y mi pobre pueblo lo entienda. Su gobierno nunca lo comprendió y, cada vez que, irreflexivamente, levantó su mano contra la Palabra de Dios, en este o en cualquier otro asunto enrumbó a la nación por derroteros que no llevaron sino a la ruina. 

Desde este estrado decimos frontalmente al Rector, Claustro y liderazgo de la Federación Estudiantil Universitaria y al Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba: nunca, ni en los peores momentos de las relaciones de Cuba con Israel, Fidel Castro se atrevió a maldecir al Estado judío a la manera en que lo hizo Hugo Chávez el 2 de junio de 2010, desde Industrias Diana, Estado Carabobo, con palabras irrepetibles de las que se hizo eco la manifestación del gobierno y la juventud comunista universitaria que desfiló en La Habana el pasado 9 de septiembre. Fidel Castro, pese a lo mucho que se pueda objetar en su contra y, por más que rechazara públicamente la política exterior israelí, defendió siempre el derecho a existir del Estado judío (1) y en esto tuvo un punto de desencuentro con los árabes (2). Mucho erraron los funcionarios del Partido Comunista y del Ministerio del Interior que dieron el visto bueno a la presentación pública de aquellas pancartas y a los gritos condenatorios de que fueron acompañados en tan aciago desfile. No solo fue una expresión de odio irracional y diabólico, sino, a más de esto, una total incoherencia política respecto a la herencia ideológica que ellos presumen tener cuando gritan: «¡Yo soy Fidel!».

Con pena miramos el daño sufrido por la isla, y, con no poco dolor, pensamos que no era necesario si el gobierno y pueblo de Cuba hubieran tenido un elemental sentido de respeto bíblico al Dios de los cielos. El Padre de todos los espíritus ama a Cuba y la llama en Jesucristo a salvación y vida eterna.

No se siga sintiendo la Iglesia cubana como una «Voz que clama en el desierto...» (Is. 40:3a). El Mar Caribe está justo ahora desbordado de una presencia militar norteamericana sin precedentes, que tiene entre sus posibles objetivos al Verde Caimán, tan vinculado con los rumbos de Venezuela sobre la que silba ya la temible fuerza aérea del ejército más poderoso del mundo. Visto así, no es tiempo para bravuconadas televisivas ni discursos de odio, ni para intrusiones en los problemas del Medio Oriente, mucho menos para enviar tropas mercenarias a los imperialistas rusos como carne de cañón en la criminal guerra que impulsan contra el pobre pueblo ucraniano. No es tiempo para vanos universalismos, ni pretendidos caudillismos ideológicos, rancios ya a fuerza de fracasar. Cuba perece. Es tiempo de mirar al Cielo, de abrir la Palabra de Dios y mirar con respeto a Jesucristo, única esperanza de todos los cubanos. 

«Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra» (II Cr. 7:14)

¿Se humillarán los cubanos delante de Aquel que es Señor de la historia? ¿O seguirán cavando para sí «cisternas rotas que no retienen agua»? (Jer. 2:13c). 

¿Aprenderá mi pobre pueblo?







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(1) El lector interesado puede consultar al respecto la entrevista que hiciera Jeffrey Goldberg al mandatario cubano. Publicada en: «Fidel Castro and Israel's Right to Exist». The Atlantic. 22 de septiembre de 2010. A su alcance en:

https://www.theatlantic.com/international/archive/2010/09/fidel-castro-and-israels-right-to-exist/63369

Accedida el 1 de noviembre de 2025, 6:39 p. m. 


(2) La Declaración de Jartum, enunciada tras la Guerra de los Seis Días (1967), suponía el no reconocimiento del Estado de Israel por parte de los países árabes firmantes. Ver texto completo en: The Khartoum Resolutions; September 1, 1967, en: 

https://avalon.law.yale.edu/20th_century/khartoum.asp