Este poema pudo llamarse desengaño postrero o simplemente desengaño. Lo escribió la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou (1892-1979), para todos una de las voces más altas de la lírica hispanoamericana de principios del siglo XX. «Juana de América», como llegaron a llamarla ocupó la presidencia de la Sociedad Uruguaya de Escritores en 1950. Su obra fue premiada en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, en 1955, y en 1959 el gobierno uruguayo le concedió el Gran Premio Nacional de Literatura, otorgado por primera vez aquel año (1).
Hora morada
Juana de Ibarbourou
¿Qué azul me queda?
¿En qué oro y en qué rosa me detengo,
qué dicha se hace miel entre mi boca
o qué río me canta frente al pecho?
Es la hora de la hiel, la hora morada
en que el pasado, como un fruto acedo,
sólo me da su raso deslucido
y una confusa sensación de miedo.
Se me acerca la tierra del descanso
final, bajo los árboles erectos,
los cipreses aquellos que he cantado
y veo ahora en guardia de los muertos.
Amé, ay Dios, amé a hombres y bestias
y sólo tengo la lealtad del perro
que aún vigila a mi lado mis insomnios
con sus ojos tan dulces y tan buenos (2).
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(1) Tomás Fernández y Elena Tamaro. «Biografia de Juana de Ibarbourou». Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona, España, 2004. Disponible en:
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/i/ibarbourou.htm
Accedido: 15 de agosto de 2023.
(2) Juana de Ibarbourou. Obras completas. Dora Isella Russell, 1968, p. 556.
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