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domingo, 30 de julio de 2023

Hora morada

Este poema pudo llamarse desengaño postrero o simplemente desengaño.  Lo escribió la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou (1892-1979), para todos una de las voces más altas de la lírica hispanoamericana de principios del siglo XX. «Juana de América», como llegaron a llamarla ocupó la presidencia de la Sociedad Uruguaya de Escritores en 1950. Su obra fue premiada en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, en 1955, y en 1959 el gobierno uruguayo le concedió el Gran Premio Nacional de Literatura, otorgado por primera vez aquel año (1).

 

Hora morada

Juana de Ibarbourou

 

¿Qué azul me queda?

¿En qué oro y en qué rosa me detengo,

qué dicha se hace miel entre mi boca

o qué río me canta frente al pecho?

Es la hora de la hiel, la hora morada

en que el pasado, como un fruto acedo,

sólo me da su raso deslucido

y una confusa sensación de miedo.

Se me acerca la tierra del descanso

final, bajo los árboles erectos,

los cipreses aquellos que he cantado

y veo ahora en guardia de los muertos.

Amé, ay Dios, amé a hombres y bestias

y sólo tengo la lealtad del perro

que aún vigila a mi lado mis insomnios

con sus ojos tan dulces y tan buenos (2).

 

 

__________

 

 

(1) Tomás Fernández y Elena Tamaro. «Biografia de Juana de Ibarbourou». Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona, España, 2004. Disponible en:

 https://www.biografiasyvidas.com/biografia/i/ibarbourou.htm 

Accedido: 15 de agosto de 2023.

(2) Juana de Ibarbourou. Obras completas. Dora Isella Russell, 1968, p. 556.



sábado, 29 de julio de 2023

El segundo diluvio

Todas las culturas, desde la babilónica hasta la tibetana, desde la griega hasta la suramericana, tienen la memoria ancestral del primer diluvio. El mundo bíblico de Noé fue destruido por un juicio universal: «Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra» (Gn. 6:13). El mundo de entonces fue anegado y todo ser vivo pereció.

Hoy vivimos tiempos peores a los de Noé. Creció la violencia, el pillaje, la mentira; colapsaron el honor y la razón; casi se apagó la fe. ¿Por qué no ha venido un segundo diluvio si la culpa creció en límites inauditos?

Amigo: el segundo diluvio ya vino. Fue mayor que el primero. Alcanzó a toda la humanidad. Cayó sobre Jesús. Tuvo lugar en la Cruz.



viernes, 28 de julio de 2023

Los amigos

Hoy recordé este poema de Aída Bortnik (Buenos Aires, 1938-2013) periodista y escritora argentina. Ella fue la primera escritora latinoamericana miembro permanente de la Academy of Motion Picture Arts and Sciences, hasta su muerte. Para muchos fue la mejor guionista de cine argentino.

 

Los amigos

 

No pueden impedir que uno sufra,

no pueden garantizar que uno sea feliz,

no pueden reemplazar ni a la madre ni al padre,

no pueden confundirse con el amante ni con el hijo,

no evitan que uno cometa errores,

ni aciertan siempre en celebrar a tiempo el verdadero triunfo

sobre uno mismo,

no impiden que el dolor duela,

ni aseguran que el amor ame,

no detienen el tiempo,

ni sus deterioros,

no apresuran el equilibrio ni sus armonías,

no están siempre que hacen falta,

ni se van siempre cuando uno está preparado para la soledad,

no colman todas las posibilidades de la sed,

ni se privan de despertar otras nuevas.

Los amigos solamente hacen que el espejo devuelva la imagen de alguien capaz de ser amado por alguien que ama.

Los amigos solamente hacen que la vida valga la pena ser vivida (1).



__________



(1) M. Pagano. Los griegos no existen. Argentina: Editorial Almagesto, 1991, p. 7.



jueves, 27 de julio de 2023

La canción del proscrito. Víctor Hugo

De la bella poesía de Víctor Hugo, de su añoranza por su tierra de la que fue desterrado por diecinueve años, y que es la añoranza de todos los desterrados de la tierra, su poema: «La canción del proscrito».

La canción del proscrito

 

Víctor Hugo

 

Mira, proscrito, las flores

que bañó mayo en su aurora.

Mira, proscrito, las rosas

abiertas en sus corolas.

 

Me acuerdo

de las rosas que sembré.

Un mes de mayo sin Francia

nunca un mes de mayo es.

 

Mira, proscrito, las tumbas

bajo cielos azulados;

con el volar de palomas

ellas se han regocijado.

 

Me acuerdo

de los ojos que cerré.

Un mes de mayo sin Francia

nunca un mes de mayo es.

 

Mira, proscrito, las ramas

donde las aves anidan,

que por emprender el vuelo

todas las crías suspiran.

 

Me acuerdo

de los nidos que yo amé.

Un mes de mayo sin Francia

nunca un mes de mayo es.

 

 

__________

 

 

Fuente: Yves Bernet. Víctor Hugo. Barcelona: Fapa Ediciones, 2002, pp.  35, 36.



miércoles, 26 de julio de 2023

Desarrolle su fe

Se sube a YouTube el mensaje predicado el miércoles 26 de julio de 2023, por el Rev. Octavio Ríos Verdecia, en el Templo «Iglesia Cristiana Jesús es el camino», Tyler, Texas. Respuesta a una amable invitación del Pastor Félix Gutiérrez.

Ver en:

https://youtu.be/MJk8nbsLXK8?list=PLRdoGDaQflqvaBZ2jOq7yhC8C395El7lu

 

Lectura: Habacuc 2:4

 

Título: «Desarrolle su fe».

 

I. Arreglados estaríamos si tuviéramos que vivir por la fe de otro.

II. No subestime nunca su propia fe. 

III. Ponga la fe; Dios pone el camino.

 

Conclusiones

 

Nada es más importante que su propia fe.



martes, 25 de julio de 2023

Profesora Carolyn Hunt, con el Señor

De izquierda a derecha: Profesor Eugene Hunt, Profesora Carolyn Hunt, Pastora Elízabeth de la Cruz de Ríos, Pastor Octavio Ríos Verdecia, Profesora María Landa. Abril de 2004. Santa Clara, Cuba. Primer Módulo de la Maestría en Teología Práctica de la Facultad de Teología de las Asambleas de Dios de América Latina

En horas de la tarde de hoy, con hondo pesar, supimos mi esposa y yo acerca de la partida a la eternidad de la profesora Carolyn Hunt. En su muro de Facebook, el Profesor Raymond Eugene Hunt, su compañero en la vida y el ministerio, anunció con sentidas palabras:

 

Mi dulce esposa de casi cincuenta y ocho años recibió su eterna recompensa anoche alrededor de la medianoche aquí en nuestro hogar. Angela y yo estuvimos con ella cuando tomó su último aliento en esta tierra (...). Dios es fiel y, a pesar de un prolongado declive con Alzheimer, ¡nunca le permitió perder su dulce espíritu y sonreír! Literalmente miles, junto con los que ella llamó familia, han sido bendecidos por su servicio como esposa, madre, misionera y oradora. ¡A Dios sea la gloria!

 

Los Profesores Raymond Eugene y Carolyn Hunt, misioneros por muchos años de las Asambleas de Dios de los Estados Unidos en República Dominicana, fundaron en Cuba la Facultad de Teología de las Asambleas de Dios de América Latina, a las alturas de abril de 2004. Mi esposa y yo tuvimos el privilegio de disfrutar la certera mentoría de los dos en la asignatura «Aconsejamiento de familia».

Se repetiría la grata visita y ministración del Profesor Eugene Hunt en abril de 2005 impartiéndonos para entonces la asignatura «Ética bíblica». Dios nos conferiría el inmerecido privilegio de ser los primeros graduados en Cuba de la Maestría en Teología Práctica por la Facultad de Teología, y el Profesor Eugene Hunt formaría parte del Tribunal de Tesis que evaluó con paciencia la defensa que hicimos, cuando completábamos los ejercicios de grado para su terminación, el 24 de abril de 2009.

El acto de graduación, organizado por esta prestigiosa Facultad, se hizo el 24 de abril de 2009, en el campamento de la Fraternidad Bautista de Guanabacoa, La Habana, que fungió como sede de los últimos módulos. Allí se me pidió que dijera o leyera unas palabras. Estas serían grabadas para la historia. Mucho tardé en componer las ideas porque un cúmulo de gratitudes se me apelotonaron en el alma. A la par que estos excelsos expositores de la Palabra trajeron el más alto nivel de instrucción teológica, nos conmovió mil veces verlos tan preocupados por Latinoamérica. Contemplando en un viejo mapa esta inmensa franja de la tierra creada por Dios, desde el sur del río Bravo hasta la Patagonia, hube de sorprenderme, por primera vez, en tantos años, sintiendo por ella amor. Una de las grandes paradojas de mi vida es que hayan sido norteamericanos los que me enseñaron a amar a América Latina.

Por todo esto aquella breve lectura era para mí un gran compromiso. Solo tendría diez minutos para leer, y una vida entera para recordar con aprobación si lo hice con justicia, o para reprocharme no haber alcanzado el nivel de dignidad, donde la gratitud me exigía llegar.

Oré. Sentidamente oré. Entonces escribí, entonces leí:

 

La Habana, 24 de abril de 2009

Una vez más Jesucristo nos ha guiado al éxito. El autor de los Proverbios nos dice en el capítulo 3, versículo 6: «Reconócelo en todos tus caminos…», y en el epílogo del largo capítulo escrito hasta aquí, no tenemos otra opción que decir como los discípulos a Tomás: «Al Señor hemos visto…» (Jn. 20:25).

Celebrar unidos este triunfo aumenta en nosotros la alegría. Esquivando cualquier pensamiento que aluda a méritos personales, consideramos la de hoy como una victoria de las Asambleas de Dios en Cuba.

Alzamos nuestra voz desde una perspectiva de gratitud (…). Como graduando, al término de esta trayectoria quiero dejar un mensaje de honra a todos los profesores que impartieron en Cuba el primer curso de la Maestría en Teología Práctica, entre los años 2004 y 2009. No puedo evitar el efecto que me produce en el recuerdo el profesor Eugenio Hunt, tres veces presente en Cuba. Sus rectificaciones con grandes trazos rojos, que al principio tanto nos asustaron, llegaron a convertirse en moldes referentes que guiaron al éxito a todas las demás monografías.

La profesora María Landa, Supervisora de Archivos Académicos, dos veces presente en Cuba, increíblemente diligente en la comunicación, serena, resuelta, sufrida, ha dejado en este curso, como estela imborrable, la impronta de su noble trabajo.

El profesor Mike Lawrence, Decano de la Facultad, Presidente del tribunal, anduvo al calor del mediodía y desafió con entereza cristiana el peligro de la última milla. Al recibir mi tesis encontré la huella de su asombroso trabajo en cada página, cada párrafo, cada renglón, cada palabra, cada pie de hoja; no hubo un rincón del inmenso documento que no hurgara con su examen profundo. Sus trabajos de rectificación, criterios y sabios aportes fueron determinantes para el éxito final. En él se unieron un investigador bíblico del más alto nivel y un incomparable trabajador. Debe ser recordado por su inteligencia y seriedad, visión profunda e incalculable laboriosidad.

En el más delicado lugar de mi recuerdo guardaré la memoria de cada maestro. A riesgo de salud, estabilidad y vida (…) cada uno de estos meritísimos y altamente calificados eruditos bíblicos capitaneó una verdadera aventura, enrumbando sus barcas hasta acá. Hondamente agradecidos los cubanos les recuerdan con amor. Sus expresiones, testimonios, noble enseñanza y ferviente ministración acompañarán a la Iglesia cubana toda la vida.          

Mención especial se hace del profesor Larry Mc Neill, Doctor en Ministerio, Rector Internacional de la Facultad de Teología de las Asambleas de Dios de América Latina y Profesor de Historia y Literatura del Antiguo Testamento. Los ángeles le oyeron decir: «...me voy al Libro de los Hechos; me voy a Cuba...», y como apóstol del Señor, llamado a marcar con su misión los tiempos, a Cuba le trajeron.

«En memoria eterna será el justo» (Sal. 112:6).

Ver en: Octavio Ríos. Graduación. 

https://youtu.be/R3B_129YZek

  

La Profesora Carolyn Hunt, presente en Cuba en la fundación de tan importante Facultad, compartió con su esposo, por décadas, los grandes avatares de la vida misionera, y anduvo siempre tras él impulsándole al servicio por toda América Latina, sufriendo con amor la pena temporal de su separación.

Al despedirla en el Señor agradecemos por su invaluable hora de servicios y por el beneficio que significó para nuestras vidas su sacrificada entrega en el Espíritu.

Reciba la recompensa eterna y el descanso merecido en Cristo que espera a todos los que, como ella, dedicaron su vida a la causa mayor: el Evangelio.

Desde Rios de la Cruz Books Ministries y en nombre de nuestra familia reciban el Profesor Eugene Hunt y familia nuestro cálido mensaje de amor y más sentida oración en favor del abrazo perfecto del Espíritu Santo a sus vidas, con la convicción de que toda separación en Cristo es temporal, porque viene la hora en que la gran Trompeta sonará, «y los muertos en Cristo resucitarán primero» (I Ts. 4:16), en «la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo» (Ti. 2:13).

Porque así dijo el Señor: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente» (Jn. 11: 25, 26).

 

Dios les bendiga.

 

Rev. Dr. Octavio Ríos Verdecia

Revda. Dra. Elízabeth de la Cruz de Ríos

Dra. Elízabeth Ríos de la Cruz

Dra. Viria Ríos de la Cruz



lunes, 24 de julio de 2023

¿Qué nos pasó?

La carta de José Martí a su hermana Amelia es un clásico del género epistolar. Sus párrafos son citas escolares, y hace poco me encontraba repitiendo algunas de sus sentidas palabras: «yo no puedo ser feliz, pero sé la manera de hacer feliz a los otros».

La celeridad en la cotidianidad y lo mucho de ordinario que hay en la vida moderna relega la epístola a la condición de una curiosidad museológica. Las MP4 sustituyeron a las flores, y los mensajes electrónicos (e-mails) a las cartas. ¿Por qué, si no son esencialmente excluibles? ¿Qué nos pasó? ¿Qué hizo que nuestra correspondencia en redes parezca escrita por un robot? ¿Por qué los textos de medicina, botánica, literatura o filosofía parecen redactados y editados por personas sin corazón? ¿Qué sucedió? ¿Qué cambió?

¿Es la crisis epistolar contemporánea consecuencia del crecimiento tecnológico? Absolutamente no; la tecnología nos dio recursos más dinámicos y expresivos para expandir las comunicaciones. Una carta que demoraba seis meses en llegar a China; hoy lo hace en seis segundos.

¿Qué nos pasó, entonces? Creo que asistimos a una peligrosa remoción en la delicadeza de los sentimientos, lo que nunca debimos perder.

Quiera Dios que la atención a esta carta ayude. El hombre que la escribió estuvo en presidio, organizó una guerra, domó la fiereza de los peores generales y murió en combate. Y la delicadeza de sus sentimientos nunca cambió.

 

José Martí. Obras Completas. Epistolario. Tomo XX, pp. 286-288.

(Se respetó la redacción original).

 

Nueva York, 1880.

Querida Amelia:

 

Tengo delante de mí, mi hermosa Amelia, como una joya rara y de luz blanda y pura, tu cariñosa carta. Ahí está tu alma serena, sin mancha, sin locas impaciencias. Ahí está tu espíritu tierno, que rebosa de ti como la esencia de las primeras flores de mayo. Por eso quiero yo que te guardes de vientos violentos y traidores, y te escondas en ti a verlos pasar: que como las aves de rapiña por los aires, andan los vientos por la tierra en busca de la esencia de las flores. Toda la felicidad de la vida, Amelia, está en no confundir el ansia de amor que se siente a tus años con ese amor soberano, hondo y dominador que no florece en el alma sino después del largo examen, detenidísimo conocimiento, y fiel y prolongada compañía de la criatura en quien el amor ha de ponerse.

Hay en nuestra tierra una desastrosa costumbre de confundir la simpatía amorosa con el cariño decisivo e incambiable que lleva a un matrimonio que no se rompe, ni en las tierras donde esto se puede, sino rompiendo el corazón de los amantes desunidos. Y en vez de ponerse el hombre y la mujer que se sienten acercados por una simpatía agradable, nacida a veces de la prisa que tiene el alma en flor por darse al viento, y no de que otro nos inspire amor, sino del deseo que tenemos nosotros de sentirlo;—en vez de ponerse doncel y doncella como a prueba, confesándose su mutua simpatía y distinguiéndola del amor que ha de ser cosa distinta, y viene luego, y a veces no nace, ni tiene ocasión de nacer, sino después del matrimonio, se obligan las dos criaturas desconocidas a un afecto que no puede haber brotado sino de conocerse íntimamente.—Empiezan las relaciones de amor en nuestra tierra por donde debieran terminar. Una mujer de alma severa e inteligencia justa debe distinguir entre el placer íntimo y vivo, que semeja el amor sin serlo, sentido al ver a un hombre que es en apariencia digno de ser estimado, —y ese otro amor definitivo y grandioso, que, como es el apegamiento inefable de un espíritu a otro, no puede nacer sino de la seguridad de que el espíritu al que el nuestro se une tiene derecho, por su fidelidad, por su hermosura, por su delicadeza, a esta consagración tierna y valerosa que ha de durar toda la vida.— Ve que yo soy un excelente médico de almas, y te juro, por la cabecita de mi hijo, que eso que te digo es un código de ventura, y que quien olvide mi código no será venturoso. He visto mucho en lo hondo de los demás, y mucho en lo hondo de mí mismo. Aprovecha mis lecciones. No creas, mi hermosa Amelia, en que los cariños que se pintan en las novelas vulgares, y apenas hay novela que no lo sea, por escritores que escriben novelas porque no son capaces de escribir cosas más altas—copian realmente la vida, ni son ley de ella. Una mujer joven que ve escrito que el amor de todas las heroínas de sus libros, o el de sus amigas que los han leído como ella, empieza a modo de relámpago, con un poder devastador y eléctrico—supone, cuando siente la primera dulce simpatía amorosa, que le tocó su vez en el juego humano, y que su afecto ha de tener las mismas formas, rapidez e intensidad de esos afectillos de librejos, escritos—créemelo Amelia—por gentes incapaces de poner remedio a las tremendas amarguras que origina su modo convencional e irreflexivo de describir pasiones que no existen, o existen de una manera diferente de aquella con que las describen. ¿Tú ves un árbol? ¿Tú ves cuánto tarda en colgar la naranja dorada, o la granada roja, de la rama gruesa? Pues, ahondando en la vida, se ve que todo sigue el mismo proceso. El amor, como el árbol, ha de pasar de semilla a arbolillo, a flor, y a fruto.—Cuéntame Amelia mía, cuanto pase en tu alma. Y dime de todos los lobos que pasen a tu puerta; y de todos los vientos que anden en busca de perfume. Y ayúdate de mí para ser venturosa, que yo no puedo ser feliz, pero sé la manera de hacer feliz a los otros.

No creas que aquí acabo mi carta. Es que hacía tiempo que quería decirte eso, y he empezado por decírtelo.—De mí, te hablaré otro jueves.—En éste sólo he de decirte que ando como piloto de mí mismo, haciendo frente a todos los vientos de la vida, y sacando a flote un noble y hermoso barco, tan trabajado ya de viajar, que va haciendo agua.—A papá que te explique esto que él es un valeroso marino.—Tú no sabes, Amelia mía, toda la veneración y respeto ternísimo que merece nuestro padre. Allí donde lo ves, lleno de vejeces y caprichos, es un hombre de una virtud extraordinaria. Ahora que vivo, ahora sé todo el valor de su energía y todos los raros y excelsos méritos de su naturaleza pura y franca. Piensa en lo que te digo. No se paren en detalles, hechos para ojos pequeños. Ese anciano es una magnífica figura. Endúlcenle la vida. Sonrían de sus vejeces. El nunca ha sido viejo para amar.

Ahora, adiós de veras.

Escríbeme sin tasa y sin estudio, que yo no soy tu censor, ni tu examinador, sino tu hermano. Un pliego de letra desordenada y renglones mal hechos, donde yo sienta palpitar tu corazón y te oiga hablar sin reparos ni miedos—me parecerá más bella que una carta esmerada escrita con el temor de parecerme mal.—Ve: el cariño es la más correcta y elocuente de todas las gramáticas. Di ¡ternura! y ya eres una mujer elocuentísima.

Nadie te ha dado nunca mejor abrazo que éste que te mando.

¡Que no tarde el tuyo!

 

Tu hermano

 

José Martí



domingo, 23 de julio de 2023

Víctor Hugo y el español

Muy joven aprendí de memoria «El mar y la fuente». Es un precioso poema de Víctor Hugo. Ya de adulto empecé a dudar de que el gran poeta y escritor francés pudiera lograr en español una armonía rítmica y una asonancia tan perfecta como la que aparece en él. A más de esto descarté que pudiera ser un ejercicio de traducción perfecta. Luego leyendo biografías del recordado autor de Los miserables descubrí que pasó la infancia en España. El español fue para él una segunda y temprana lengua. Amó la lengua de Cervantes, al grado de que muchos le atribuyen este pensamiento; aparece en cientos de publicaciones: «El inglés es ideal para hablar de negocios, el alemán se hizo para las ciencias, el francés es el lenguaje del amor; el español..., ¡ah, el español!; ese es el idioma para hablar con Dios!» (1)

No encuentro la fuente directa en sus obras, pero estoy muy lejos de tenerlas todas. Y hoy quiero pensar que sí lo dijo.

Gracias, Maestro, por darle importancia a mi lengua. Muchos hispanos no lo hacen. Los chicanos de mi medio se avergüenzan de ella. En la pequeña ciudad de Carthage, al este de Texas, prediqué el Evangelio en las calles. Una mañana me acerqué a un joven chicano, más étnicamente mexicano que Moctezuma. Le pregunté: «Do you speak spanish?». Él me contestó: «No». Impasible le dije: «It's not a problem for me. I am the Pastor of the Spanish Church in this city, and I wanted to invite you. We have service on Sunday at 10 a. m. Please, accept this Evangelical Tract in English, and invitation from me». Le pregunté entonces: «Do you understand my English?». Me contestó secamente: «Yes»; ni siquiera formalizó con el «I do». Me despedí de él lo más fraternalmente que pude: «Jesus loves you. I hope to see you again. God bless you».

Anduvimos un rato por la pequeña ciudad evangelizando. Minutos después mi esposa quiso entrar a una tienda de ropa económica. Llevábamos muy poco tiempo en los Estados Unidos. Caminábamos así entre los pasillos donde la ropa se expendía, y sin querer me acerqué a un joven que hablaba por teléfono de espaldas a mí a través de su móvil. Lo hacía en perfecto español. Era aquel joven chicano...

Pensé en muchas cosas, en el rechazo al Evangelio, en la dureza de los corazones, en la Obra de Dios; pero también pensé en Víctor Hugo y en mi lengua.

Los chicanos la desprecian, los cubanos la maltratan, los centroamericanos la desorganizan, los españoles la llenan de términos malsonantes. El más grande escritor francés del siglo XIX, el más formidable genio literario de su tiempo, el maestro de los que saben, él se deslumbró con ella; porque no hay una lengua más radiante en toda la tierra, ni vehículo sonoro más conmovedor a la hora de expresar las verdades más bellas.

Víctor Hugo la amó. Él era francés...

 

 

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(1) Ernesto Pérez Castillo. La Calle del Medio. Abril de 2009, p. 4.



sábado, 22 de julio de 2023

Algo más que cantar al amor

Gustavo Adolfo Bécquer, «el ángel de la verdadera poesía» (1), al decir de Antonio Machado, es el poeta del amor por excelencia. Trazó, sin embargo, pinceladas poéticas a otras temáticas, y todos la aprendimos en edad escolar. En esta rima Bécquer expresa un pensamiento de añoranza sobre el talento en ciernes, ese don no aplicado aún y dormido en cada ser humano, esa semilla que vive como potencial. Cada ser humano es un tesoro por explotar. Quiera Dios que su efluvio brote en ti hoy.

 

Rima VII. Gustavo Adolfo Bécquer

 

Del salón en el ángulo oscuro,

de su dueño tal vez olvidada,

silenciosa y cubierta de polvo

veíase el arpa.

 

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas

como el pájaro duerme en la rama

esperando la mano de nieve

que sabe arrancarlas!

 

¡Ay! —pensé—, ¡Cuántas veces el genio

así duerme en el fondo del alma,

y una voz, como Lázaro, espera

que le diga: “Levántate y anda”! (2)

 

 

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(1) Antonio Machado. Tu voz amante. Selección, cronología y notas de Esteban Llorach Ramos. La Habana: Editorial Gente Nueva, 2009, p. 24.

(2) Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas. Edición electrónica, p. 11. Accedido en: https://infolibros.org/pdfview/15817-rimas-gustavo-adolfo-becquer/ Accedido: 23 de julio de 2023, 10:00 p. m.




viernes, 21 de julio de 2023

Ernesto

Supe por una apreciada compañera de la enseñanza primaria, con quien compartí el mismo barrio por casi treinta años, que mi amigo Ernesto murió. ¡Cuánto lo sentí! Era un buen muchacho. Tenía muchos hermanos, tantos que nunca los pude contar. En esa cuadra de Amistad y Trocadero donde él vivía, jugábamos pelota de niño. Me sentía seguro y bien entre ellos. Ernesto y yo estuvimos en la misma aula toda la Primaria. Aprendimos a leer y a escribir juntos. Luego compartimos la Secundaria, aunque en aulas diferentes, en la Escuela «Tomás Romay», de Consulado y Ánimas. Sufrimos de cerca aquellas tres escuelas al campo. Él se sacrificó y ocupó mi lugar en una brigada difícil donde yo no quería estar.

Te cuento algo un poco simpático, aunque vaya si fue estresante para mí: debe de haber sido en cuarto grado, 1973-1974, cuando ya los exámenes comenzaron a complicarse un poco, y ocurrió delante de una profesora algo represiva, que creo era MJM. Nos repartieron la hojita del examen; era de redacción, posiblemente de historia, y debía completarse en unos treinta minutos. Terminé airoso mi pruebita, y como no se podía entregar hasta que todos hubieran acabado aproveché el silencio, tenía sueño y me puse a dormitar. Así estuve uno o dos minutos. Abrí entonces los ojos para ver cómo estaba el ambiente y al echar una mirada al examen... ¡casi me desmayo!; ¡estaba en blanco! «¡¿Qué pasó aquí?!»; casi grité desconcertado. Sherlock Holmes, reencarnado en su novena generación brotó en mí, y mirando a mi derecha, vi de inmediato el rostro suplicante de mi amigo Ernesto. Mis sospechas estaban confirmadas: tenía mi examen en su pupitre; le había borrado mi nombre y había puesto el suyo. A un tiempo había puesto su hoja en blanco sobre mi mesa. Con un gesto mímico de labios (no podíamos hablar), le grité en silencio: «¡¿Tú estás loco?!». Pero era tal la súplica que tenía en los ojos mi amigo... Cuando yo tenía un problema con otros muchachos en el barrio él venía; y si se tenía que fajar se fajaba; era bravo. Ahora el que estaba en apuros era él; de modo que no me quedaba otra alternativa: tuve que volver a hacer el examen en los cinco minutos que quedaban —¡dije cinco minutos!; ¿leyó bien?—. Me convertí esa mañana en un pionero indiscutible del fraude académico y un émulo de Juan Manuel Fangio en materia de velocidad. 

Al sonido del timbre todos empezaron a entregar su examen, y yo, que había sido el primero en acabar, fui el último en entregar; casi me lo tienen que quitar de la mano...

Pero ahí no termina la paradoja. Allá va..., a ver si la puede entender: Ernesto sacó cien puntos, y yo..., ¡noventa y cinco! ¡¿Alguien puede explicarme eso?!


¡Cuánto quise a ese negrito! Era mi hermano de ébano. Descanse en el Señor.

 

Moraleja 1: Nunca te duermas en un examen...

Moraleja 2: Tus amigos son parte de tu vida. Recuerda con amor los apuros que te hicieron pasar. Y no olvides nunca que, alguna vez, tú fuiste el apuro de ellos.




jueves, 20 de julio de 2023

Así sucedió

En el verano de 1986, todavía en quinto año de la carrera, entrenaba en el Estadio Universitario «Juan Abrantes» de La Colina, buscando un cambio de cinta a grado superior en judo. El entrenamiento fue brutal; hacía mucho calor; el kimono era grueso, sudaba copiosamente y no tuve cuidado de rehidratarme todo lo bien que debía. Sucedió entonces algo que podía esperarse: hice una concentración de sales y estallé con un cólico nefrítico en plena conferencia de Psiquiatría, en el Hospital Psiquiátrico de La Habana en Boyeros (Mazorra). Soporté como pude los cortos minutos que faltaban para el cierre del turno. Apenas me podía mover. Pedí ayuda al profesor. Me estaba cayendo, retorcido de dolor. Me trasladaron en una camilla hasta la unidad de guardia del hospital. Me premedicaron, pero empeoré. Una ambulancia me llevó de urgencia al Hospital «Miguel Enríquez» (Benéfica). La guardia de Medicina Interna diagnosticó cólico nefrítico y acometió tratamiento con estupefacientes-analgésicos (Espasmaforte), relajantes de músculo liso (Papaver) y antihistamícos-antieméticos (Prometazina). Con hidratación generosa mejoré algo. Caí en el letargo de los medicamentos. Le dije al médico de guardia que me iba a casa y seguiría tratamiento en mi hospital. Llegué a mi hogar a las 6:00 p. m. Mi madre se asustó cuando me vio lívido, con sangre en la bata.

Me recosté treinta minutos, y en aquel estado recordé que ese día ministraba en el Templo Central de «Infanta y Santa Marta» de mi Organización (Asambleas de Dios) el legendario evangelista cubano, Orson Vila, la voz más alta del evangelio pentecostal insular, posiblemente en toda su historia. Quería ir y estar allí, aunque no fuera totalmente consciente de todo lo que se dijera o hiciera.

Me levanté, cambié de ropa y, entre los regaños de mi madre, me fui allá...

No era siquiera una campaña evangélica; era una predicación en un recorrido de paso del evangelista hacia otros rumbos. Al llegar encontré el templo desbordado. Más de setecientas personas llenaban el piso y los laterales. Un amigo me vio y me abrió un pequeño espacio a su lado. Me acomodé con él como pude, entre el cuarto y el quinto banco del frente, a la derecha, visto desde la puerta. Ya el servicio había comenzado; la alabanza estaba por todo lo alto; Orson Vila estaba predicando, y yo solo sentía que me estaba cayendo. En pleno servicio inicié reacciones vasomotoras (sudoraciones frías), y por un momento sentí que me iba a desvanecer. «Señor, solo vine a honrarte...; qué mal me siento...»; así le dije en mi corazón.

Orson Vila hizo entonces algo que nunca en más de treinta años le vi hacer después: él interrumpió el sermón y arrancó con la más fuerte ministración en el Espíritu que le haya oído nunca. Mientras la gente estaba de pie con sus brazos en alto, comenzó a moverse caminando desordenadamente por encima de los bancos, hasta que se acercó a cinco metros del lugar en que yo estaba de pie, a mi izquierda. Puedo recordarlo como si hubiera sucedido hoy: se volvió bruscamente a mí, me miró, y se espantó...; levantó su brazo derecho, me señaló y gritó con todas sus fuerzas: «¡Allí se acaban de sanar unos riñones!».

Caí sentado, casi desplomado, en el banco. El efecto aturdidor de los estupefacientes desapareció en ese instante; la pena dolorosa lumbar izquierda, que me obligaba a cambiar de posición terminó; el sudor y el frio de la hipotensión se fueron. No puedo recordar más... Solo sé que, en ese instante, fui inmensamente feliz.

¿Fui sugestionado? Alguien puede pensarlo; pero a esa persona le quedarán para siempre las preguntas: «¿cómo supo el evangelista que tenía dañado el riñón, entre tantos órganos del cuerpo, si no lo hablé con nadie, si solo Dios lo sabía? ¿Cómo desaparecen la orina turbia, la disuria, la hematuria, el aletargamiento químico, por sugestión? ¿Cómo regresé a la lucidez plena en un instante?». 

No requerí más medicación. No fui a ver al urólogo. Al día siguiente estaba en clases muy temprano. Mis compañeros, algunos de ellos comunistas acérrimos, me preguntaron cómo seguía. «Nunca he estado mejor. Dios es bueno, y trató conmigo». Así les dije. 

Ellos sonrieron. Yo también...




miércoles, 19 de julio de 2023

La sanidad divina es bíblica y experiencial

Hacía poco tiempo me había examinado como Especialista en Medicina Interna; corría el año 1991 o 1992, no más. Trabajaba en la Unidad de Cuidados Intermedios (UCIM) del Hospital “Calixto García”, Vedado habanero. Los pastores solían enviarme algunos casos de manejo delicado, familiares cercanos, líderes, hermanos, cosas así. Ese mediodía el Superintendente Nacional de la Organización, Rev. Humberto Martínez Sabó, ya con el Señor, me envió para su valoración a Liudmila Pons. Esta era una dama de unos sesenta años, hermana de su esposa. Nos sentamos en la oficina y la escuché. Tenía tos, expectoración y falta de aire (disnea), pero más que todo, había bajado mucho de peso en los últimos tres meses.

—¿Fiebres vespertinas o cosas así? —le pregunté pensando en tuberculosis.

—No —me contestó.

La ausculté cuidadosamente. No tenía ruidos de ventilación en el hemitórax derecho. A la percusión tenía una sonoridad acentuadamente apagada. Las vibraciones vocales estaban exageradamente altas. Conclusión: no estaba ventilando nada del lado derecho.

Hablé con el fraterno José Ramón, técnico de Rayos X, que atendía me Unidad. Él fue amable y le hizo una radiología de tórax. Me la trajo personalmente. Tal como temía: el hemitórax derecho estaba colapsado, ocupado por una masa pulmonar tumoral que se extendía de lado a lado y de arriba abajo. Hablé con el equipo de cirugía de tórax (Dr. Frías) y acordamos empezar estudios con perspectivas quirúrgicas. La ingresé en los Cuidados Intermedios de Cirugía y la estudiamos extensamente con todos los recursos imagenológicos. Estuve presente en la mayoría de ellos, porque era un caso cercano. Todo fue concluyente: cáncer de pulmón avanzado, con metástasis esofágica y de ganglios mediastinales. Nada por hacer. Los cirujanos me sugirieron lo habitual: envíala a casa, dale seguimiento paliativo (alivio del dolor) y habla con la familia, para que se preparen...

Reuní al Rev. Sabó y a la esposa. Les expliqué directamente el diagnóstico y las implicaciones. Ellos fueron conscientes de los hechos, vieron las imágenes de las tomografías, las radiologías; todo lo que se hizo estaba cuidadosamente registrado en la gruesa historia clínica que puse ante ellos. Hablé luego con la señora Liudmila, hermana en la fe. Enmascaré el diagnóstico y le hablé de un asunto crónico que requería seguimiento. La cité para dentro de quince días. Comencé a evolucionarla por consulta externa. Al cabo de un mes o dos, vino. Le indiqué la radiología evolutiva. Estaba muy cargado en la sala ese día; la envié con una pequeña nota al técnico de Rx (José Ramón) como hacíamos muchas veces. A la hora regresó Liudmila con la radiología de tórax. Estaba en ese momento en medio de un paro cardiorrespiratorio. En una pausa breve miré de golpe la radiología, y muy contrariado por la presión de tiempo, vi que era normal.

—José Ramón se confundió de placa. Esta no es —le dije a Liudmila.

Ella no supo qué contestarme.

—¿Qué hago? —me dijo.

—Espéreme treinta minutos —le pedí.

Estabilizada la sala, dejé al residente, y subí al tercer piso, donde estaba José Ramón.

—José, esta no es la placa de Liudmila —le dije.

Me miró asombrado, y me dijo:

—Sí, Doctor. Es esa; es la única que he hecho en las últimas dos horas.

—No puede ser esta. Ella tiene el hemitórax derecho completamente congelado por un tumor. Está bien estudiada. ¿No te acuerdas de ella? Tú le hiciste la primera placa aquí mismo.

—Ah..., a mí me parecía conocida... Pero esa es su placa de ahora.

—Jóse, por favor... —le dije hasta cambiándole el acento al nombre para suavizar tensiones.

Como la discusión no se iba a acabar, me dijo:

—Si quiere la repetimos...

—Por favor...—le dije.

Bajé a la UCIM, subí a Liudmila, y me quedé afuera del cuarto oscuro de radiología sentado, esperando. Salió Liudmila; me llamó José Ramón:

—Venga para que la vea acabada de hacer, húmeda todavía.

Entré con él al cuarto de revelación. Aquel experimentado técnico levantó triunfal su brazo izquierdo, donde sostenía la radiología recién hecha de Liudmila, sostenida todavía en la percha metálica. Me ericé de arriba abajo: era normal.

Bajé con ella «como una bala». Le subí la blusa y la ausculté cuidadosamente. El pulmón estaba ventilando como el de un niño. Muy confundido, le dije:

—Es normal... —casi le estaba exigiendo una explicación.

Me sonrió, y me dijo:

—Este sábado en el culto de oración de mi Iglesia, en El Diezmero, oraron por mí, por este mal crónico, y me ungieron con aceite. Y yo sentí a Dios como nunca. Inundó mi cuerpo. Supe que estaba bien. Vine por disciplina.

No pudo conmoverme más oír un relato así.

Llamé al Superintendente Nacional, Rev. Sabó. Nos reunimos. Ellos tenían la convicción de que Dios había obrado. Como profesional me correspondía extender el seguimiento. Los análisis de laboratorio se normalizaron. Los siguientes estudios arrojaron resultados loables. Seis meses después le di de alta. Los cirujanos nunca supieron qué decir con claridad. «Es raro que algo así suceda. No habíamos visto que algo tan extensivo remitiera en tan poco tiempo. Sería bueno darle seguimiento y si remitió totalmente publicarlo. Habrá que pensar en errores, pero sería entender que se equivocaron tres tipos de medios diagnósticos: imagenológicos, anatomopatológicos y de laboratorios. Es raro», así me dijeron aquellos experimentados cirujanos.

Han pasado más de treinta años. Llegue usted a sus propias conclusiones.

Sé que a veces los cristianos oramos y no nos sanamos, pero le ruego, no trate de convencerme de que Dios no puede sanar el peor mal que pueda asolar nuestro cuerpo, por dos razones:

1. Es bíblico: «Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» (Is. 53: 4, 5). Las sanidad divina recorre con fuerte énfasis el ministerio del Señor Jesús en los Evangelios, y se resalta con gran gloria en los Hechos de los Apóstoles.

2. Es experiencial. La sanidad divina es uno de los pivotes sobre los que gira el movimiento pentecostal contemporáneo, y puedo hacerte tantas historias como tiempo tengas para oírme; solo que, algunas son tan asombrosas que no me vas a creer.




martes, 18 de julio de 2023

Amar al que no inspira amor

No hubo enseñanza más humanamente antitética para los que escucharon a Jesús aquel día: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian» (Lc. 6: 27, 28).

Los rústicos pescadores y aldeanos que le rodeaban, y nosotros con ellos, pensaron: «No es posible... Las personas que nos odian no inspiran amor».

Tenían razón en lo humano. Tardarían tres años en verle morir en la Cruz por personas como tú y como yo, que no merecemos Su amor.

El amor de Él a nosotros, el amor de nosotros a los que no nos aman; es la Obra del Espíritu Santo.



lunes, 17 de julio de 2023

Nearer, My God, to Thee

Nearer, My God, to Thee [Más cerca, Dios mío, de ti], muchos aseguran que estuvo entre las últimas notas que se oyeron de la banda musical del Titanic mientras este se hundía, en las gélidas aguas del Atlántico Norte, aquel 15 de abril de 1912.

Ningún músico sobrevivió. El tiempo que les quedaba para mover recursos a fin de preservarse a flote lo usaron para romper el frio silencio con tan sublimes acordes. Sostuvieron el alma de los pocos que oían, mientras se hundían...

Y con ellos murieron.

Cuando sostener almas cuesta la alegría, la ilusión, la seguridad o la propia vida.

 

André Rieu. «Nearer, My God, to Thee», in Amsterdam.

 https://youtu.be/v1mQT1u_45I

 

Nearer, My God, to Thee - The Tabernacle Choir

https://youtu.be/xaxrY1rxZKE



viernes, 7 de julio de 2023

Es una gran soledad

Marguerite Duras (1914-1996), novelista, guionista y directora de cine, miembro de la resistencia francesa en la Segunda Guerra Mundial, escribió: «Alrededor de la persona que escribe un libro siempre debe haber una separación de los demás. Esa separación es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir».[1]

Le faltó decir: «Es una gran soledad, y se acentúa en los escriben para personas que no leen». Olvidó también citar a la Ing. Alfonso Abad, cuando dijo: «Mayor y más penosa es la soledad del que no lee».




[1] Marta Agudo Barriuso y otros. Relatos cortos para silencios largos. Murcia, España: Ediciones Tres Fronteras, 2011, p. 9.



jueves, 6 de julio de 2023

A un olmo seco

A un olmo seco, un poema cargado de nostalgia y esperanza, fue escrito en Soria, en 1912, por Antonio Machado. Es todo un clásico de su poesía. Su mensaje es delicado y precioso.

 

A un olmo seco

 

Al olmo viejo, hendido por el rayo

y en su mitad podrido,

con las lluvias de abril y el sol de mayo,

algunas hojas verdes le han salido.

 

¡El olmo centenario en la colina

que lame el Duero! Un musgo amarillento

le mancha la corteza blanquecina

al tronco carcomido y polvoriento.

 

No será, cual los álamos cantores

que guardan el camino y la ribera,

habitado de pardos ruiseñores.

 

Ejército de hormigas en hilera

va trepando por él, y en sus entrañas

urden sus telas grises las arañas.

 

Antes que te derribe, olmo del Duero,

con su hacha el leñador, y el carpintero

te convierta en melena de campana,

lanza de carro o yugo de carreta;

antes que rojo en el hogar, mañana,

ardas en alguna mísera caseta,

al borde de un camino;

antes que te descuaje un torbellino

y tronche el soplo de las sierras blancas;

antes que el río hasta la mar te empuje

por valles y barrancas,

olmo, quiero anotar en mi cartera

la gracia de tu rama verdecida.

Mi corazón espera

también, hacia la luz y hacia la vida,

otro milagro de la primavera.

 

 

__________

 

 

Antonio Machado. Campos de Castilla. CXV. «A un olmo seco». Rincón Castellano 1997–2011, pp. 46, 47.



miércoles, 5 de julio de 2023

No lo podía evitar

En 1981, en en Instituto Superior de Ciencias Médicas "Victoria de Girón", en La Habana, por todo el primer año de la carrera, debíamos sostener cráneos, y describir sus relieves, oquedades y cisuras. Estudiábamos en equipo y la mesa se llenaba de cráneos de todos los tamaños y edades. Mis compañeros estaban concentrados en la Cisura de Rolando, el Agujero pisciforme, las órbitas y sus conexiones interiores. A la verdad no lo podía evitar; en una inevitable fuga de ideas decía para mí: «Dentro de este cráneo hubo memorias, sentimientos. Aquí se cobijó el recuerdo de un mar de experiencias que se extendieron desde las peores fobias hasta las más tiernas escenas de amor».

No lo podía evitar.



martes, 4 de julio de 2023

¡Amemos!

¡Amemos!

Amado Nervo


Si nadie sabe ni por qué reímos

ni por qué lloramos;

si nadie sabe ni por qué vinimos

ni por qué nos vamos;

 

si en un mar de tinieblas nos movemos,

si todo es noche en derredor y arcano,

¡a lo menos amemos!

¡Quizá no sea en vano!

 

 

________________

 


Revista Cultural Hermenuta. «Siete poemas de Amado Nervo». 

https://www.hermeneuta.es/articulo/poesia/poemas-amado-nervo/20210526025915000993.html

26 de mayo de 2021.



lunes, 3 de julio de 2023

La confianza en los alumnos

Encontré esto en redes, sin un autor definido, y me dio mucha gracia. Lo voy a usar en clases cuando note que los alumnos me quieran atropellar. Es que es gracioso...

 

En cierto proyecto experimental llamaron a un grupo de profesores y los sentaron dentro de un avión. Cuando las puertas se cerraron y estaban a punto de despegar, todos los profesores fueron informados de que ese avión había sido construido por sus alumnos. En una arrancada intempestiva los profesores corrieron hacia las puertas del avión, tratando de escapar, a excepción de uno que llamó pronto la atención por permanecer sentado con mucha calma.

El director del proyecto se le acercó y le preguntó:

—¿Por qué no escapa del avión con los demás?

Él profesor contestó:

—Lo hicieron nuestros alumnos.

El director insistió:

—¿Está seguro de que les enseñó bien?

El profesor respondió en voz baja:

—Estoy seguro de que no volará.



domingo, 2 de julio de 2023

Canción de todas las patrias

A fuerza de repetirla en la lectura de los textos escolares la aprendí de memoria. Es la Canción de todas las patrias, de López de Molina.

 

Todas las patrias tienen

bellos paisajes, tierras singulares.

 

Todas las patrias tienen

sabios gloriosos, poetas inmortales.

 

Todas las patrias tienen

bellas mujeres que aman con ternura.

 

Todas las patrias tienen

niños y ancianos de blancor de luna.

 

Todas las patrias tienen

el amor al trabajo y a la vida.

 

Todas las patrias tienen

su fe, su religión y su poesía.

 

Todas las patrias tienen

ansias de paz, después de tanta guerra.

 

Todas las patrias tienen

amor por cosas de lejanas tierras.

 

Por eso, patria mía,

Yo puedo amarte sin odiar las otras.

 

porque todo lo que tienes,

lo tienen todas.



sábado, 1 de julio de 2023

Así lo oí

Usé una ligereza con la palabra y el concepto mismo de pecado. Casi me reí con hilaridad a la par de los simples, los que, por años, ridiculizaron el término en la prensa plana y los espacios televisivos. Olvidé que «los necios se mofan del pecado» (Pr. 14: 9a).

Pecado; su expansión creciente «ridiculiza» al que lo señala como el mal visceral que destruye al mundo: «Porque la paga del pecado es muerte» (Ro. 6:23). El cine y las redes lo difunden; las agendas mundiales lo respaldan.

Casi me reí. Y una voz interior, muy profunda, me dijo: «El pecado es serio y triste; mató a mi Señor».

Así lo oí.