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jueves, 24 de febrero de 2022

Nicolás III

A partir de hoy el dictador, perdón…, quise decir presidente, Vladímir Putin, es el único autorizado para decidir cuál lugar del mundo tiene el derecho histórico de ser llamado país y cuál no. Según las facultades conferidas a su persona por un don especial que emana etéreo de su silla turca, él acaba de determinar que Ucrania no es un país.

El ejercicio de tales facultades en el pequeño ruso ha tenido eco ya en el mundo: una comisión de jamaicanos acaba de salir rumbo a Moscú con el propósito de consultar al inquilino del Kremlin acerca de si ellos son una nación o si deben regresar a Inglaterra como esclavos otra vez. Siguiendo este camino los brasileños están considerando su reintegración a Portugal, los argentinos a Italia, los congoleses a Bélgica y los cubanos a España.

En esta alucinada retrogresión, ¿qué hará Rusia consigo? Es sencillo, no se atormente; recuerde que hay un don de por medio; el pequeño Vladimir determinó ya, que la gélida nación, cuna de Tolstoi, volverá atrás, al zarismo, y para ello no deberá hacer un esfuerzo muy grande que digamos, porque ya tiene un zar, que no de balde fue el interés que, en los últimos años, mostró Putin en cuanto a resarcir la figura de Nicolás II, último emperador de la dinastía Romanov.

El pequeño ruso necesitará un nombre. Putin Primero, sería una excesiva confesión de vanidad. ¿Qué tal Nicolás Tercero?



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