Tenga mucho cuidado de cumplir la promesa que haga a un pobre. Un pobre es como un niño; no tiene nada y atiende sobremanera a la promesa que le hacen; desde entonces se deshace en sueños y espera con no poca expectación.
Si fue pobre algún día, sabrá cuánto se estruja el corazón al comprobar que todo lo que prometieron fueron palabras, expresiones pronto olvidadas, decisiones arrepentidas, caminos donde se destruyó cruelmente la ilusión de uno que creyó en el valor y la seriedad de aquel que prometió.
Puede que no le importe y un «se me olvidó» mitigue la sensación de culpa, pero sepa que lo juzgará Dios porque «a Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar (Prov. 19:17).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Su comentario a este artículo se recibe con respeto y gratitud.