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lunes, 25 de agosto de 2025

Es el más noble deber del escritor

Hacer del lector una persona mejor no puede ser un asunto olvidado para el que prepara un libro. El escritor debía tener noblemente presente el deber de influir en todo el que llegue a leer aquello que escribió. Y esto es posible lograrlo aun en manuales de geografía física o cosmovisión. Es posible tocar para bien el alma del lector desde todas las áreas del saber. Las frías matemáticas, las descriptivas biologías, las ríspida químicas, pueden ser presentadas bajo el prisma de verdades superiores y principios conmovedores. 

Todo depende del que escribe, si no solo lo hace con la mente, si entrelíneas rubrica con el alma, si sabe fundamentar los «para qué», si atina a develar caminos en vastos desiertos arenados de gélida información, aun en la visión de la Fosa de las Marianas o de la cristalina dureza del Mar Muerto, aquel que lee puede advertir la resistencia de la vida que, en tales condiciones, de presión en uno y de salinidad en el otro, dan al mundo un mensaje de vida y esperanza.

 «Todas vuestras cosas sean hechas con amor» (I Co. 16:14).




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