El último grumete, del escritor chileno Francisco Coloane fue la primera lectura que hice en la preadolescencia. Recientemente mi esposa trajo de Cuba mi viejo ejemplar. Me ha acompañado por más de medio siglo. Animado por el reencuentro con este viejo amigo, lo releí. Es un libro pequeño, de ciento diez páginas, puesto a la venta en Cuba en 1972 por el Instituto Cubano del Libro. Mi madre lo compró en la centro-habanera librería Siglo XX, de Neptuno y Águila.
El último grumete es una pequeña obra de ficción dirigida a un público juvenil y tiene de fondo los conocimientos marinos del autor. De lectura fácil y fluida recrea en su narrativa las peripecias del Alejandro Silva; este se incorpora como polizón al velero de la Armada chilena, General Baquedano. Tras ser descubierto por la ronda de guardia es aceptado como tripulante número 301 e incorporado al trabajo de la mar. El buscaba seguir los pasos de su padre como marino y, a un tiempo, encontrar a su hermano, desaparecido mientras navegaba por los mares del sur.
Tempestades, leyendas marinas, maniobras en sinuosos canales, urden la trama que se resuelve, finalmente cuando Silva encuentra a su hermano liderando los indios yaganes en las más australes locaciones del sur de América, allá donde ya se unen el Pacífico y el Atlántico.
El regreso a casa, las buenas nuevas a la madre de Silva, la locura repentina del primer sargento que tuvo la Baquedano, el carpintero Escobedo, y su diálogo con el último grumete de este velero, que para entonces había sido ya desaguado por los años de uso, cierran la refrescante trama de este libro, que siempre recordaré como una pequeña joya literaria de la adolescencia, ese tiempo de oro, en que, los libros que se leen, se quedan par siempre con nosotros.
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