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lunes, 22 de julio de 2024

Miriam Revilla, con el Señor

Miriam Revilla
Se nos adelanta hoy, 22 de julio de 2024, camino al cielo, la hermana Miriam Revilla. Como bendición vino al mundo el 28 de agosto de 1945. Tras conocer al Señor, su vida congregacional se desarrolló en el Templo central de las Asambleas de Dios de Infanta y Santa Marta, La Habana, Cuba, donde bendijo a la congregación con su noble alegría y fe contagiosa. Por encomienda pastoral fue discipulada, junto a sus dos hijitos, Arlen y Flavio, por la entonces estudiante universitaria y líder local, Elízabeth de la Cruz Legrá. Miriam Revilla perteneció al último grupo que bautizó el Rev. Hugo Vidal, el 16 de noviembre de 1986, antes de la salida del país del inolvidable Pastor.
Tras su bautismo en agua, la hermana Revilla prestó toda clase de servicios a la grey; lo mismo se le vio activa en la diaconía que en la consejería a las damas; fue miembro permanente de la Comisión de Ayuda a Necesitados de la Iglesia; su servicio era visible también en la cocina y en la humilde limpieza del Templo. Esto no le hacía menos efectiva en la ministración. 
A mediados de la década de 1990, en el Hospital Docente Clínico Quirúrgico “Enrique Cabrera” (Nacional) de La Habana, una persona ingrata dejó caer un tratado evangélico al suelo. Un paciente distraído que, apenas podía ver, a la espera de un turno para evaluar su tumor cerebral, lo advirtió; se inclinó al suelo, y tomándolo con sus temblorosas manos lo leyó. Aquellas palabras tocaron su corazón. Al volver el tratado, y mirar el dorso, vio borrosas las generales de la Iglesia y el número telefónico: 70-03-50. Correspondía al de la Iglesia de Infanta y Santa Marta. Llamó de inmediato. Contestó al teléfono Miriam Revilla; se encontraba barriendo el sótano del Templo. Ella, con toda su fe hizo una sencilla oración por él, y cuenta ese hombre que, casi ciego, vio una luz hermosa resplandecer: había sido sanado de un tumor cerebral que estaba a poco de privarle totalmente de la visión. Comprobaciones médicas le llevarían a dar este impresionante testimonio en una multitudinaria convención donde todos pudimos escucharle. 
Por historias así debe ser recordada la hermana Miriam Revilla. Su carácter amistoso y espíritu fraterno, su fidelidad y gran fe, que desplegó tantas veces en favor de sus hermanos hacen que, tras su partida, quede, en la memoria de todos los que tuvimos el bien de conocerle, un grato recuerdo.
Descanse en el regazo de su Señor, y reciba la corona de vida y el nombre nuevo que está reservado para todos los que aman al Señor como ella lo amó: «Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo» (Ap. 3: 12)
Hasta la vista, hermana Miriam Revilla.
Reciba toda la familia en este momento de inevitable y humano dolor nuestra más sincera expresión de amor. 
Dios les fortalezca y bendiga.

Rev. Octavio Ríos Verdecia.
Rev. Elízabeth de la Cruz Legrá
Dra. Elízabeth Ríos de la Cruz
Dra. Viria Ríos de la Cruz



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