Lejos de aquí y cerca de allá, fuimos invitados a una boda. A poco de ir los organizadores concluyeron que nuestra ropa, limpia y decorosa, pero algo gastada, no estaba en armonía con la solemnidad cultural de la ceremonia. Optamos por no ir.
Cerca de aquí y lejos de allá, nos invitaron a estar en unas bellas nupcias. Tenía $50.00 USD. Con amor los preparé en un sobre, con una postal y los hice llegar a los novios. Tres días después me los devolvieron. Me hicieron saber que no era correcto regalar a los que se casan menos de $200.00 USD. No los tenía.
Creo que no he ido a ninguna boda más…
Inocencio III rechazó el pedido de Francisco de Asís. Aquel proponente de una nueva obra vestía harapos. Esa noche, aquel papa vio en sus sueños que se venía abajo la Basílica de San Juan, y un hombre, en pie, la sostenía con su mano; era Francisco de Asís. Sobresaltado despertó y lo mandó a llamar…
Unos aprenden, otros no, y no hablo de ciencias.
Mientras solo se sienta el timbre del teléfono en el hogar de los grandes contribuyentes, mientras alguien se detenga solo para medir la calidad de la tela que vistes; mientras la curiosidad solo se mueva en la dirección de saber el año del auto que manejas, las dimensiones de la casa que habitas, la firma bancaria que te protege; mientras tales cosas sean asunto prioritario de la atención, no habremos entendido el Evangelio, ese que tan mal predicamos.
Cuenta un niño que, lejos de aquí y de allá, un grupo de cristianos tuvo hambre y doce organizadores rechazaron su merienda como posible solución; argumentaron pobreza. Dice el pequeño que, el Señor, tomó sus otrora despreciados panes y peces, levantó los ojos al cielo, los bendijo y fue alimentada la multitud (Mr. 6: 41, 42).
Aquel mar de gente saciada incluyó a todos los hombres, las mujeres, los ancianos y los niños. Los doce que rechazaron la ofrenda, ellos también comieron.
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