El 20 de noviembre de 2018, oraba en la tarde cuando tuve una visión; no fue un sueño, estaba despierto y muy lúcido. Vi de golpe el portal de una casa; era de madera; tenía dos pilares (columnas) a los lados; estaban cerrados arriba por un arco, también de madera. Eso vi, nada más. La visión se desvaneció. La conté a mi esposa y quedamos largo rato pensando qué podría significar. Tomé nota de todo.
Pasaron tres días; el sábado 24 de noviembre, cercano al mediodía, manejábamos rumbo a la Ciudad de Marshall, Texas. Debíamos estar en una confraternidad seccional. El flujo vial estaba tranquilo; todo parecía estar bien cuando, de pronto, se oscureció el cielo, una lluvia torrencial nos vino encima y aires muy violentos comenzaron a empujar el auto de un lado a otro: estábamos en el epicentro de un tornado.
Perdí toda la visibilidad. Temiendo ser golpeados por un vehículo mayor, buscamos una salida de la carretera. Mi esposa vio, próxima a nosotros, la boca de un camino de piedras, estrecho y desolado. Entramos como pudimos, y ya cerca de una casa, al final, detuvimos el auto y apagamos el motor.
Nos despejamos un poco, el viento se calmó y la lluvia redujo la intensidad de su azote. Fue entonces que nos sorprendimos al ver, a través del parabrisas, lo que teníamos delante: era el portal y la casa de la visión; allí estaba hasta en el último detalle.
En las arenas revueltas de tu vida pasada, estuvo Jesús. Cruzó contigo díscolas ventiscas y te ayudó a llegar a la tibia aldea en que vives hoy. Pero hay algo más: Jesús está en tu futuro. Lo aprendí aquel mediodía. Él nos mostró que estuvo en el lugar de mi refugio mucho antes de nosotros llegar; nos empujó hacia allí tres días después.
Así nos ama el Señor. Pudo evitar el tornado, pero era necesario que aprendiera que, como está en el pasado y el presente, así está en el futuro, «porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía» (Ap. 19: 10b).
Nada es más importante que recibirle como Salvador personal y vivir la experiencia de un nuevo nacimiento. Déjale tomar las riendas de tus horas por venir, porque Él está en el trino futuro de la alondra, y más allá de tu postrer suspiro.
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