Jesús no tuvo nada. Todo lo tomó prestado.
La barca de Pedro.
El pollino de asna.
La casa de Zaqueo.
La tumba.
No tuvo nada. Apenas retuvo un tiempo la túnica que vestía.
Todo lo tomó prestado.
Bienaventurados aquellos que atendieron a lo que pidió. Echaron su pan «sobre las aguas» (Ec. 11:1), y lo recibieron de vuelta bendecido.
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