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lunes, 18 de noviembre de 2024

Se siente tan sincero.

En su célebre recopilación de prosas y poesías, El caminante, en «Tiempo lluvioso», 1918, Hermann Hesse estalla en mil pedazos, cuando escribe:

 

Todo está dentro de ti, el oro y el barro, el deleite y la pena, la risa infantil y la angustia mortal. ¡Acéptalo todo, no te aflijas por nada, no intentes rehuir nada! No eres un burgués, tampoco eres un griego, no eres armónico y dueño de ti mismo, eres un pájaro en plena tormenta. ¡Déjala rugir! ¡Déjate llevar! ¡Cuánto has mentido! ¡Cuántos miles de veces, incluso en tus libros y poesías, has fingido ser el armonioso y sabio, el feliz, el iluminado! ¡Lo mismo han fingido ser los héroes al atacar en la guerra, mientras las entrañas temblaban! ¡Dios mío, qué simiesco y fanfarrón es el hombre, sobre todo el artista, sobre todo el poeta, sobre todo yo! (1)


Se siente tan sincero. Debían leerlo aquellos que, desde el estrado, buscan imponerse como dechados de perfección o soñadores paradigmas. Desde los momificados faraones de Egipto hasta el último lidercillo, eso fueron: «fanfarrones de oficio». 

Bien se escribió en el Salmo 53: 


1 Dice el necio en su corazón: No hay Dios.

Se han corrompido, e hicieron abominable maldad;

No hay quien haga bien.

2 Dios desde los cielos miró sobre los hijos de los hombres,

Para ver si había algún entendido

Que buscara a Dios.

3 Cada uno se había vuelto atrás; todos se habían corrompido;

No hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno.


El único héroe que ha existido es el Señor Jesucristo. Nadie robará su gloria, ni ocupara su lugar.


 

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(1) Traducción del alemán de Pilar Giralt. Segunda cita. Primer párrafo de la segunda cita.

 


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