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viernes, 17 de octubre de 2025

La verdadera lucha de Israel

Desde la noche misma en que Jacob, patriarca de Israel, resistió al ángel (Gn. 32:24-30), hasta hoy, la lucha más importante para el pueblo que nació de su simiente no fue la que libró contra cananeos, babilonios o asirios. Tampoco busque hoy al verdadero enemigo de Israel en Hamas, Hesbolá o Ansar Allah. La lucha central de Israel no gira, como muchos creen, en torno al Islam o el comunismo. Israel lucha con Dios.  

El Señor Jesús no fue empujado a la Cruz por los gentiles. Fue el Sumo Sacerdote de Israel, quien pidió su muerte (Jn. 11:49-53). Hasta hoy el pueblo judío rechaza a su Mesías. ¿Por qué, entonces, la Iglesia nacida de aquella Cruz protege y bendice a Israel? 


1. Así lo manda Dios: «Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman» (Sal. 122: 6). «Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás. Los que os acordáis de Jehová, no reposéis, ni le deis tregua, hasta que restablezca a Jerusalén, y la ponga por alabanza en la tierra» (Is. 62: 6, 7).

2. En las propias palabras del Señor Jesús: «...la salvación viene de los judíos» (Jn. 4:22c).

3. Dios no terminó con Israel: «...ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo» (Ro. 11:25b, 26).

4. La deuda de la humanidad con el pueblo judío es impagable. De él recibimos desde la Biblia y la Iglesia hasta la tecnología del teléfono móvil en el que estamos leyendo estas palabras.


Israel lucha con Dios rechazando al Señor Jesús, Aquel Judío que llevó en la Cruz el pecado del mundo y abrió el camino de la salvación y la vida eterna. Esta lucha se prolongará hasta los tiempos apocalípticos de la Gran Tribulación, aquellos a los que el profeta llamó «Angustia de Jacob» (Jer. 30:7). En ellos, dice el Altísimo: «...derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito...» (Zac. 12:10).

En ese día, quizá en Yom Kippur, se despertará con muchas lágrimas el espíritu de Israel y todo el pueblo judío se volverá al Señor Jesucristo en el epílogo de lo que fue su larga lucha con Dios.





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