Es una verdad incómoda; muchas lo son, sin dejar por eso de serlo: durante las guerras anticoloniales más cubanos lucharon a favor de España que contra ella. Al presente debe decirse que, las numerosas guerrillas que ponían en jaque a las tropas mambisas, estaban llenas de cubanos. Fueron en su mayoría voluntarios cubanos los que pidieron la muerte de los ocho estudiantes de medicina, fusilados el 27 de noviembre de 1871, en La Habana. Fueron cubanos los «indios de Yateras» que hostilizaron a los expedicionarios de la goleta Honor, en Duaba, Baracoa, dieron muerte al general Flor Crombet y casi acaban con la vida de los generales Antonio y José Maceo en abril de 1895.
Fueron cubanos los que integraron la guerrilla que atacó el campamento sanitario de El Seborucal, el 12 de febrero de 1898, llevando a la muerte a Isabel Rubio, a José Antonio Ríos, al anciano Don Felipe y a todos los que se pusieron a su alcance.
Para muchos es un capítulo escondido y no comentado de la historia: en la Guerra de Independencia y en las luchas anticoloniales, en general, hubo más cubanos luchando por España que contra ella. Cálculos realizados a partir de la tesis de Fernando J. Padilla, Volunteers of the Spanish Empire (1855-1898), llevan al historiador y arqueólogo español, Israel Viana, a afirmar:
…Unos 32 000 cubanos llevaron el uniforme de los voluntarios y combatieron a favor de seguir manteniendo los lazos con el Gobierno de Madrid. Si a este número sumamos los bomberos «negros», los criollos que se alistaron al Ejército y los más de 30 000 guerrilleros originarios de la isla que lucharon contra los separatistas, se puede concluir con seguridad que, como defiende Tone, entre 1895 y 1898 hubo más cubanos luchando por España que por la independencia.
Recordemos que los separatistas nunca superaron los 40 000 combatientes, aunque el historiador americano Donald H. Dyal los rebaja hasta los 30 000 en «Historical Dictionary of the Spanish American War» (1996). De ahí que solo empezaran a vislumbrar la posibilidad real de ganar la guerra cuando recibieron el apoyo de Estados Unidos a principios de 1898 (1).
Respecto a la cifra de combatientes cubanos, el coronel Manuel Piedra Martel explica:
En Trilladeritas, los generales Gómez y Maceo procedieron a completar nuestra organización militar. Organización, desde luego, sui generis, en armonía con la situación en que nos encontrábamos: la escasez de efectivos y de armamentos (…). No estábamos en condiciones de poder librar batallas campales (…), contra un ejército que era ya el décuplo del nuestro (…); debíamos apelar a una campaña de acciones parciales, de constantes movimientos, de ataques repentinos y de súbitas desapariciones (…). Era necesario que en el territorio de la Isla no transcurriese un día sin que se escuchara el fragor del combate (…). Para una guerra así, se hacía preciso dividir y subdividir el ejército, dotarlo de un gran número de jefes y oficiales, y dar a cada uno la mayor independencia posible en las operaciones locales (…). Por eso no debe causar asombro ni la pomposa nomenclatura de cuerpos de ejército, divisiones, brigadas, regimientos y batallones, ni el número de los mismos en que fué organizado aquel pequeñísimo contingente de tropas.
En Trilladeritas (2) se convino en crear cinco cuerpos, y más tarde, cuando, por haber sido invadido su territorio por las fuerzas acaudilladas por Maceo, se puso en armas la provincia de Pinar del Río, se creó un sexto cuerpo. Estos seis cuerpos reunidos no hubiesen constituido más de uno del tipo regular de aquella época, pues al terminar la contienda, y después que el gobierno de los Estados Unidos, por encontrarse también en guerra con España, nos dio algunas de las armas obsoletas de su ejército, no contábamos arriba de veinticinco mil o veintiséis mil combatientes (3) (Sic.)
Nunca el autor lo ha leído así, y es una dura afirmación, pero, en muchos sentidos, la Guerra de Independencia de Cuba fue una lucha fratricida que enfrentó cubanos contra cubanos. Integristas y separatistas nacidos bajo el mismo cielo insular, bañados por el mismo sol del trópico, alimentados por la misma tierra, se odiaron a muerte, acometiendo los unos contra los otros las crueldades más lesivas.
El hermoso cielo insular se vio cubierto para entonces por las más densas tinieblas. No pregunte por qué el invierno de 1894-1895 que inició la guerra final fue uno de los más fríos que se pueda recordar.
Hoy, a poco más de un siglo, el sueño de todos los cubanos es una residencia española. Inacabables filas se forman frente a la sede diplomática de España en La Habana, a la vista del monumento al Generalísimo (4) y a escasas manzanas de La Giraldilla.
¿Valieron la pena las tales guerras? Antes sabía contestar esa pregunta. Ya no sé.
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Fuentes
(1) Israel Viana. «Hubo más cubanos luchando por España que por la independencia en la Guerra de Cuba de 1898». ABC Historia.
Actualizado: 17 de enero de 2020. Accedido: 15 de agosto de 2022, 4: 58 p. m.
(2) Trilladeritas, Sancti Spiritus. (Nota del autor.)
(3) Manuel Piedra Martel. Mis primeros treinta años. Memorias. La Habana: Editorial Minerva, Obispo 530. 1943, pp. 217, 218.Camilo José Cela. «El oficio de escritor»
https://youtu.be/ovOv-zPOXDo Accedido: 2 de marzo de 2025, 12:12 p.m.
(4) General Máximo Gómez. Jefe supremo del Ejército Libertador.
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