Imagen y datos tomados por el autor de la entrevista que le realizó en la sede de la Universidad Teológica Pentecostal de Cuba (Asambleas de Dios de Cuba). 17 de abril de 2014, 11:00 a. m. |
Su cuna se meció en los bosques de
Arkansas; allí nació el 21 de diciembre de 1942, sin agua, luz, carretera,
asistencia médica, en el contexto de la más humilde familia campesina, de la
que recibió el doble modelo del trabajo y la fe. “He ido a la iglesia toda mi
vida”, nos dijo poco antes de partir. “Creía que iría al infierno;
los predicadores hablaban mucho de él, y aquella experiencia de inseguridad terminó
el día que recibí el bautismo del Espíritu Santo, el 17 de septiembre de 1961.
Fue un momento muy convincente para mí, y le dije a Dios: “Señor, te voy a
servir toda mi vida”.
En diciembre de 1963 se une
en matrimonio a la Profesora Dolores McNeill, a quien llamó: “…regalo de Dios”.
Ambos compartieron la preparación ministerial y el llamamiento misionero que
les llevó a la difícil España, en 1976. “Eran treinta y siete millones de
habitantes contra treinta y tres obras de las Asambleas de Dios; solo dos de
ellas contaban con más de cien personas. Hoy tienen más de doscientas
congregaciones, algunas con más de mil miembros”, contaría el Profesor.
Vaciaron allí trece años de
duro servicio y regresaron a pastorear su terruño, en los Estados Unidos. A pocos
años de estar allí, vuelven a sentir el llamado al mundo hispano. “A principios
de los años noventa, Dios puso en mi corazón una carga de oración por Cuba. No
tenía ninguna idea de la obra que se hacía aquí; solo sabía que eran años
difíciles y los hermanos tenían que pasar por muchas dificultades”, supimos a
través de él. En 1994 viene por primera vez, en un viaje exploratorio; ministra
con las Asambleas de Dios en el campamento de Los Cedros, Pinar del Río; su
evaluación del terreno espiritual es favorable y sus coordinaciones, desde
entonces, se enrumban por cauces crecientes que le llevan, en 1999, a impartir
el primer curso de la Licenciatura en Teología (FATES), en Camagüey, a sesenta
y cinco pastores. En el año 2000, es nombrado Rector Internacional de la
Facultad de Teología de las Asambleas de Dios de América Latina, y desde su
sede, en la bellísima Springfield, MO., mira nuevamente a Cuba. Ahora crece la
complejidad del reto: a la insuficiencia económica de la naciente Facultad,
creada en 1988, se suma la claudicación de su salud: como consecuencia de un
accidente endoscópico, debe sufrir operaciones difíciles y complicadas una y
otra vez. “No puedo más”, dijo a su esposa, “ya mi cuerpo no sirve; no puedo”.
Haciendo un supremo esfuerzo que se prolongaba más allá de sus posibilidades
físicas y económicas, en 2004 trae a Cuba, con la Maestría en Teología
Práctica, el más alto nivel de acreditación teológica internacional para la
isla. Veinticinco pastores se incorporan de inmediato, para solo un año
después, duplicarse la potencialidad de la matrícula. El Consejo de Dirección
de la Facultad de Springfield, asustado, le advirtió: “No tenemos fondos para
Cuba”. “Hermanos, Dios proveerá”, contestó. Al año siguiente comenzaron
cincuenta alumnos. Con tres sedes y doscientos pastores cubanos recibiendo la
Maestría, el trabajo de la Facultad se asoma hoy al escenario latinoamericano
como el logro más grande alcanzado en toda su historia. Cuba va a la cabeza en
el mundo hispanoparlante.
Unió fuerzas y compartió con
las figuras más formidables del movimiento misionero internacional. La numerosa
lista deja conocer nombres como Hugh y Luisa Jeter, Floyd Woodworth, George
Wood, Richard Nicholson, T. L. Osborn y Allen Martin —actual Rector—.
En el Profesor McNeill se va,
rumbo al cielo, la gran paradoja de mi vida, que consiste en el hecho de que
fueran norteamericanos los que me enseñaron a amar a América Latina.
Articulando un español
perfecto, de marcado acento peninsular, intuyendo quizás los pródromos de su
pronta partida, nos dijo: “Les amamos mucho, que Dios os guarde a todos…”
Fue llamado al descanso
eterno de los santos, el lunes 8 de junio de 2015.
Hasta la vista, querido profesor; los cubanos le recordaremos siempre; su huella estará en cada uno de los humildes triunfos que ostentemos, en el celo —de rango preciosista— en fijar con respeto la cita de cada referencia, en el ánimo resuelto de empujar adelante el ministerio de los demás, caminando una milla más, cuando ya el cuerpo nos avisó, diciéndonos que no es posible hacerlo, esparciendo con una inigualable combinación de belleza y academicismo, aquello que le oímos llamar: “fuente que nos enriquece”: la Palabra de Dios.
“En memoria eterna será el
justo”. Sal. 112:6b.
Muy oportuno, en el tercer aniversario de este gran siervo en las moradas celestiales!!
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