Leyendo Como miro el mundo de A. Einstein, tropecé con la curiosa afirmación de que la relatividad con que se organizó su célebre cuerpo de ideas en la historia de la física teórica echaba por tierra el principio de la simultaneidad absoluta; es decir, que el crecido número de variables que influyen en la dinámica de los cuerpos físicos en los grandes espacios astronómicos, determina una identidad propia para cada uno en el comportamiento temporal y espacial.
Nada poética la conclusión para los que aman pensar que «se mueve una estrella cuando arranco una flor»(1), a menos que se considere con ella la singularidad de todo, y la grandiosa idea de que solo Uno, el buen Dios, puede lograr la proeza de simultanear algo en los confines más remotos de Su creación. Entonces es bella la idea, como todo lo que le da gloria a Dios.
«Bendito su nombre glorioso para siempre» (Sal. 72:19a).
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(1) Facundo Cabral. Me gustan los que callan. https://www.buscaletras.com/facundo-cabral/me-gustan-los-que-callan/ Accedido el 15 de enero de 2020, 12:38 AM.
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