Temprano, todavía en la adolescencia, conocí la obra de José Ingenieros (1877-1925) a través de Las fuerzas morales, un libro incomparable que todavía conservo. La producción literaria de este escritor italo-argentino debía de ser lectura obligatoria para todos los estudiantes de enseñanza media.
Tendría catorce años cuando este notable pensador me sorprendió al escribir: «Sobresalir es incomodar (...). Toda personalidad eminente mortifica la vanidad de sus contemporáneos y los inclina a la venganza» (1). Para entonces, en los albores de la vida, creí que aquella afirmación era un error, una catarsis de amargura, el fruto personal de una mala experiencia. Hoy, frisando el crepúsculo, pienso en cuánta razón tenía.
Dos mil novecientos años atrás, Salomón, el hombre más sabio que haya existido, lo había descubierto. Él escribió: «He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo» (Ec. 4:4).
¿Sobresales en algo, en orden, limpieza, honradez, capacidad de trabajo? ¿Sobresales en seguidores, lectores, comentaristas, amigos? ¿Sobresales en finanzas o frutos que per se muestran éxito sin necesidad de anuncios? Ten cuidado, es muy peligroso.
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(1) José Ingenieros. Las fuerzas morales. La Habana, Cuba: Vida habanera, 1961, p. 66.
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