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domingo, 25 de agosto de 2024

Pensando en la ancianidad

Actividad especial en ocasión de la celebración del cumpleaños del Pastor Agustín Campos, entrañable hermano y amigo. Fue un honor exponer la Palabra de Dios y participar del sentido homenaje que le hiciera la bellísima congregación «Casa de Oración», en Longview, Texas, Estados Unidos. Domingo 25 de agosto de 2024. 11:00 a.m.
Mensaje: «Pensando en la ancianidad». A su alcance en: 



viernes, 23 de agosto de 2024

Un curioso soneto de Francisco Luis Bernández

El escritor, crítico literario y diplomático argentino, Francisco Luis Bernández (1890-1978) tiene un curioso soneto, donde logra una conjunción de términos que, en la profundidad de sus ideas, llega a ser hasta graciosa. Así se lee:

Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,

     si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.

    Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.

    Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.


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Edición: Víctor de Lama. Sonetos de amor. Francisco Luis Bernárdez, Soneto. Madrid: Biblioteca Edaf, 2006, p. 169



domingo, 18 de agosto de 2024

Cada cuarenta segundos...

Esta noche, Moisés Naim, en la presentación a CNÑ de su libro, Lo que nos está pasando, comenta: «Cada cuarenta segundos alguien se quita la vida en el mundo». Lúgubres estadísticas; expresan tristezas no siempre confesadas; definen el fracaso de médicos, psicólogos, psiquiatras, ideólogos, sociólogos, filósofos; todas las ciencias fracasaron cada vez que un hombre se quita la vida; al tiempo de hacerlo fracasó la humanidad.
Cada cuarenta segundos una persona dice, por última vez: «Estoy muy cansado...». Cada cuarenta segundos se apaga la vida de alguien que quizá fue la alegría de los que le vieron nacer, el mimo del hogar, el orgullo de los padres, el amigo de sus amigos, el vecino bueno de sus vecinos, el maestro de sus alumnos, el buen colector de las frutas que comí.
Si por un instante miraran a Cristo; si tuvieran siquiera una idea del poder vitalizante del Evangelio. 
Cada cuarenta segundos, cada cuarenta segundos...



jueves, 15 de agosto de 2024

Las palabras que no se dijeron

Nada rompe tanto los corazones como las palabras que no se dijeron. Los silencios se conjuran para dejar heridas que no se olvidan.
El heraldo del existencialismo idealista, Søren Kierkegaard, afirmó: «La vida solo puede ser comprendida mirando atrás...». Al hacerlo, al buscar comprender el significado del camino andado, nos ensombrece mirar a un pasado lleno de silencios. Los «te quiero» que nos faltaron con los padres, los hijos, los hermanos, los amigos, rompieron sus corazones ayer; rompen el nuestro hoy.
Quizá Dios te esté moviendo a decir a alguien cuánto lo quieres. Le va a hacer mucho bien. «La palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!» (Prov. 15:23). 
Hazlo, y ese «te quiero» perfume tu memoria mañana, porque las palabras que no se dijeron..., qué estelas de sombras dejan al recuerdo.
Rompamos silencios, no corazones.



domingo, 11 de agosto de 2024

Ten cuidado, es muy peligroso

Temprano, todavía en la adolescencia, conocí la obra de José Ingenieros (1877-1925) a través de Las fuerzas morales, un libro incomparable que todavía conservo. La producción literaria de este escritor italo-argentino debía de ser lectura obligatoria para todos los estudiantes de enseñanza media.

Tendría catorce años cuando este notable pensador me sorprendió al escribir: «Sobresalir es incomodar (...). Toda personalidad eminente mortifica la vanidad de sus contemporáneos y los inclina a la venganza» (1). Para entonces, en los albores de la vida, creí que aquella afirmación era un error, una catarsis de amargura, el fruto personal de una mala experiencia. Hoy, frisando el crepúsculo, pienso en cuánta razón tenía.

Dos mil novecientos años atrás, Salomón, el hombre más sabio que haya existido, lo había descubierto. Él escribió: «He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo» (Ec. 4:4).

¿Sobresales en algo, en orden, limpieza, honradez, capacidad de trabajo? ¿Sobresales en seguidores, lectores, comentaristas, amigos? ¿Sobresales en finanzas o frutos que per se muestran éxito sin necesidad de anuncios? Ten cuidado, es muy peligroso.



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(1) José Ingenieros. Las fuerzas morales. La Habana, Cuba: Vida habanera, 1961, p. 66.




sábado, 10 de agosto de 2024

Violín de Becho

Composición de Alfredo Zitarrosa, No puedo recordar el punto de la juventud en que la escuché por primera vez. Es la suma de todas las nostalgias y la elevación a la más egregia hombradía. Más que una milonga uruguaya, es un himno, una oda al carácter; resumidamente, una poesía a recordar.

Cantada es incomparable en la voz de Soledad Bravo

https://youtu.be/iNsIcCETVHA

 

Violín de Becho

 

Becho toca el violín en la orquesta

Cara de chiquilín sin maestra

Y la orquesta no sirve no tiene

Más que un solo violín que le duele.

 

Porque a Becho le duelen violines

Que son como su amor, chiquilines

Becho quiere un violín que sea hombre

Que al dolor y al amor no los nombre.

 

Becho tiene un violín que no ama

Pero siente que el violín lo llama

Por las noches como arrepentido

Vuelve a amar ese triste sonido.

 

Mariposa marrón de madera

Niño violín que se desespera

Cuando Becho lo toca y se calma

Queda el violín sonando en su alma.

 

Porque a Becho le duelen violines

Que son como su amor, chiquilines

Becho quiere un violín que sea hombre

Que al dolor y al amor no los nombre.

 

Vida y muerte, violín padre y madre

Canta el violín y Becho es el aire

Ya no puede tocar en la orquesta

Porque amar y cantar, eso cuesta.




martes, 6 de agosto de 2024

El que escribe se empodera

El que escribe se empodera. Temible cañón el que truena con cada palabra, con cada idea escrita. Los tiranos temen al que escribe más que al que dispara un fusil. El ruido de las balas es temporal; dura el tiempo que demora la pólvora en disiparse. El eco de las palabras no; estas no solo soportan las leyes de la caducidad, sino que crecen en poder a medida que pasa el tiempo. 
Piense por un instante en la vigencia de Platón, Aristóteles, Eratóstenes o Demócrito. Ellos no usaron espadas, pero con sus obras moldearon el pensamiento del hombre moderno; sus ideas bosquejaron la cultura occidental.
Nadie sabe hasta donde llegará la ola de las palabras, qué tierras ignotas tocarán con las ideas que llevan, qué nuevos moldes vendrán a ser en la vida de los que leerán. 
De todos los poderes que emanan de un hombre, ninguno como escribir; es como retumbar en los oídos mismos de la historia. 
«Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas» (Ap. 21: 5b).



domingo, 4 de agosto de 2024

Acerca del mensaje de hoy del Rev. Agustín Campos


Disponible en: https://fb.watch/tLI7zaiBZt/

Atendiendo a varios compromisos ministeriales que se simultanearon, mi esposa y yo nos las arreglamos para escuchar en línea la predicación de hoy, domingo 4 de agosto de 2024, de nuestro Pastor, el Rev. Agustín Campos, desde la floreciente Iglesia «Casa de Oración» levantada en la gracia de Dios en la bellísima ciudad de Longview, Texas. 

Pensábamos, al comenzar, que se trataría de algo cotidiano, propio de los caminos noblemente ungidos que sigue este efectivísimo expositor de la Palabra, pero, para nuestra sorpresa, fue sacudidor verle arremeter con una aplicación bíblica que, por casi cuarenta años en el púlpito, busqué y no encontré. Se trata de la mil veces cruenta historia narrada en Jueces 19-21, en que se combinan horribles violaciones, con descuartizamientos y guerras. ¿Cómo encontrar un camino para narrar y posteriormente aplicar algo así, tan feroz, brutal y sanguinario? El Pastor Campos la encontró magistralmente cuando dijo que, el gran problema de la homosexualidad contemporánea, descansa en el apoyo de los que no lo son. Por el mismo camino, el gran problema que se suscitó en aquellos lejanos tiempos que abarcan esos capítulos de Jueces tiene que ver con que los hijos de Benjamín, que no participaron de la atrocidad registrada en esos capítulos, se solidarizaron y defendieron a los que lo hicieron: «Y las tribus de Israel enviaron varones por toda la tribu de Benjamín, diciendo: ¿Qué maldad es esta que ha sido hecha entre vosotros? Entregad, pues, ahora a aquellos hombres perversos que están en Gabaa, para que los matemos, y quitemos el mal de Israel. Mas los de Benjamín no quisieron oír la voz de sus hermanos los hijos de Israel, sino que los de Benjamín se juntaron de las ciudades en Gabaa, para salir a pelear contra los hijos de Israel» (Jue. 20:12-14).

 «Y derrotó Jehová a Benjamín delante de Israel; y mataron los hijos de Israel aquel día a veinticinco mil cien hombres de Benjamín» (Jue. 20: 35). «Y los hombres de Israel volvieron sobre los hijos de Benjamín, y los hirieron a filo de espada, así a los hombres de cada ciudad como a las bestias y todo lo que fue hallado; asimismo pusieron fuego a todas las ciudades que hallaban» (Jue. 20: 48).

La solidaridad con el pecado es mala. Los que no participaron de la atrocidad ampararon y unieron fuerzas con los que la habían cometido. Tal cosa estuvo a punto de costar la desaparición total de una de las tribus de Israel, aquella de la que descendería el apóstol Pablo.

Hoy la historia se repite. Menos del 1% de la población mundial sigue los caminos de esa rotunda perversión que significa la homosexualidad, claramente condenada como práctica abominable en la Biblia. Menos del 1%...; el resto de la humanidad se conjura entonces para secundar tal cosa, a nivel de Naciones Unidas, de influyentes organizaciones internacionales, senados y cámaras de los países más importantes del mundo. No se esperen consecuencias mejores de las que, para entonces, sufrió la tribu de Benjamín.

Es el fin. Cristo viene pronto, y en tanto sea raptada la Iglesia disfrutemos de esta brillante aplicación que hace uno de los mejores expositores bíblicos de nuestro tiempo: el Pastor Agustín Campos, más conocido en todos los Estados Unidos, América Latina y Asia, como «el dulce cantor de Longview».

Dios los bendiga, Pastores Agustín y Mere Campos.



sábado, 3 de agosto de 2024

No quieren ministerio, quieren cargo

Se llamó Jeremías. «Con amor eterno te he amado» (Jer. 31:3), le dijo Dios. Siendo así pudiera esperarse que, en el anticipado conocimiento de todas las cosas, viendo Dios la destrucción de Jerusalén ─605 a.C, le sacaría previamente de allí, pero no fue así. Sobre Jeremías estaba un ministerio. Él sería la voz de Dios en medio del caos; tendría que decir lo que nadie quería oír. Por razón de la palabra profética ganaría la enemistad de todos en un innavegable  mar de infamaciones. Era el precio que debería pagar al sostener en su espíritu el ministerio más grande de su tiempo.
¿Seguro que quieres un ministerio? ¿No será un cargo lo que anhelas? ¿Ministerio o cargo?  Un poco punitiva la pregunta, ¿verdad? Algunos debieran hacérsela, si acaso conocen la diferencia que hay entre una cosa y la otra, porque muchos en nuestro tiempo lo que verdaderamente anhelan son los cargos y no el ministerio. 
A más de ser actores centrales en la vida de la Iglesia reunida, los ministerios están en la inhóspita selva amazónica, en las azufradas cárceles, en los hacinados hospitales, en los tristes hogares divididos, en las amenazadoras cortes penales, en las bulliciosas plazas públicas; allí están. El poder que levantan despierta resistencia; la resistencia implica golpes, inflamaciones, deshonras, amenazas... «Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán...» (Jn. 15:20).
Los cargos, en cambio, llevan a adulaciones envolventes, aplausos hipócritas, vítores festivos, abrazos fingidos, regalos comprometedores, prebendas, llamadas, honras rancias de vanidad. Y junto a todo esto, en estampida indetenible, las tres temibles «F»: famas, finanzas, faldas...
La historia ha visto tanta competencia por cargos; en las guerras a las que tales cosas han dado lugar se han dividido penosamente tantas organizaciones. Las Asambleas de Dios de México sufrieron un duro golpe de división en 1930. ¿Qué les pasó? Una guerra de cargos: David Genaro Ruesga contra el liderazgo norteamericano en la nación azteca. Las Asambleas de Dios de Cuba estuvieron a punto de desaparecer en 1940. ¿Qué pasó? Una guerra de cargos: Francisco Rodríguez Agosto contra Lorenzo Perrault; aquella que sería la organización evangélica más fuerte y numerosa de la isla caribeña quedó reducida a siete congregaciones; tan penosa confrontación trajo a poco la renuncia del superintendente (1)
Muchos caen de los cargos, pero muy pocos del ministerio; puede entenderse la razón: los cargos vienen de los hombres; el ministerio viene del cielo. Las cosas terrenales participan de la temporalidad humana: «polvo eres, y al polvo volverás» (Gn. 3:19). La investidura célica tiene un sostenible hálito de eternidad y un envolvente abrazo de poder: «pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice Jehová» (Jer. 15:20)
El ministerio hace nacer en el corazón un inescapable impulso al accionar de la predicación y la fe, aún cuando humanamente ya no lo queramos. Tal cosa está detrás de las palabras de Jeremías: «Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude» (Jer. 20:9).
Cerciórese de tener un claro rumbo, porque muchos por estar detrás de los cargos han venido a estar totalmente fuera del ministerio al que Dios les llamó conozco a uno que es rector de una facultad y no es maestro bíblico.
Un cargo sin el ministerio correspondiente es un estorbo, y no hay un término que mejor describa la condición que alcanza el tal, en el ejercicio de funciones para las que no fue llamado, sino por la perecedera voz humana. 
Cerciórese de que arde en su corazón la pasión del ministerio y no hay ministerio sin pasión, esa que retuvo a Jeremías dentro de Jerusalén en el peor momento de su historia: se destruiría la nación y se perdería el Arca.
Cerciórese de que está trabajando para quitar los estorbos que dañan su accionar ministerial.
Cerciórese de que su meta en la vida no es el cargo vano, tan peligroso, tan lleno de glorias personales. 
Cerciórese de que lo mueve la investidura ministerial de que Dios lo dotó; esa que lo llevará al pozo cenagoso en qué se hundieron los pies de Jeremías; al desolado foso con pan y agua; al cepo penitente en que fijaron los brazos y los pies del profeta, en rechazo cortante a una palabra que venía de Aquel Trono que está en el Tercer Cielo. 
Cargos y ministerios... 
Si se asombra de pensar que muchas veces andan por caminos dispares el primero detrás del púlpito de oloroso cedro y el segundo bajo las piedras de la lapidación─ vuelva a leer la historia de Jeremías: el cargo de profeta estaba, entre muchos, sobre el falso Hananías hijo de Azur (Jer. 28:1). «Y en los profetas de Jerusalén he visto torpezas; cometían adulterios, y andaban en mentiras, y fortalecían las manos de los malos, para que ninguno se convirtiese de su maldad; me fueron todos ellos como Sodoma, y sus moradores como Gomorra». El ministerio de profeta estaba en Jeremías, aquel execrado de todos que, a fuerza de sufrir, deseó morir. «Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones» (Jer. 1:5)
Guárdate de aquellos que van a la convención detrás de cargos, y no a la cámara secreta detrás de ministerios; de los tales guárdate; pesado fardo son a su organización, porque no hay nada peor para los intereses del Reino de los cielos que uno con «cargo sin ministerio». Jesús fue condenado por el Sumo Sacerdote de Israel.
Cerciórese acerca de su llamado, sus anhelos y móviles, y cumpla Dios en su vida el ministerio al cual le llamó. 
El Señor le bendiga, y bendiga su ministerio.


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(1) Para más información puede consultar: O. Ríos. Historia de las Asambleas de Dios en Cuba. A su alcance en Amazon: https://mybook.to/historiaAD-1



jueves, 1 de agosto de 2024

Está en ti

El escritor alemán Hermann Hesse dijo una vez: «La mitad de la belleza depende del paisaje y la otra mitad, del hombre que lo mira». Visto así, toda belleza viene a estar parcelada en dos: una tiene que ver con aquello que expresan la montaña de imponente alzada, el mar calmado de azul sereno y la alondra que trina en la mañana. La otra está en los ojos que las admiran.
«Considerad los lirios del campo (...) ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos» (Mt. 6: 28, 29); así dijo el Señor Jesús a sus discípulos. Aquel mensaje de providencia estaba revelado en la belleza sin par de la flor, pero de nada valía que así fuera si ellos no eran capaces de verla. Al atender a Jesús y mirar, la belleza del lirio se hizo completa.
Hay un misterio que va más allá: es la de aquellos que ven belleza donde no parece estar. Toda se relega entonces a los ojos que miran: «las dos monedas de la viuda en el Templo», «el perfume derramado sobre Jesús a poco de Su muerte», «el corazón de los discípulos al tiempo que se les llamó»; tales esencias solo las vio el Señor, nadie más.
La mitad de la belleza está en el tapiz verde de la llanura, el brillo rutilante de la estrella y el tibio sol que dora la tarde. La otra mitad, la más importante, está en tus ojos; está en ti.