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domingo, 20 de agosto de 2023

Y Él se transfigurará

La experiencia de la transfiguración del Señor Jesús marcó para siempre la vida de los apóstoles Pedro, Santiago y Juan. A ella se referirá el primero de los tres en Segunda de Pedro 1: 16-18:

 

Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.

 

Tres condiciones estuvieron presentes en los tres testigos de esta transfiguración:

 

1. Cercanía. Parece que, a las personas que están muy cerca del Señor Jesús, les suceden cosas extraordinarias. En agosto de 2014 escuchamos mi esposa y yo, durante la celebración del Centenario de las Asambleas de Dios en Springfield, Missouri, Estados Unidos, a un delegado chino decir: «Algunas cosas de las que Jesús hizo allí, en los días de máxima persecución, cuando caminamos como nunca muy cerca de él, no las voy a contar, porque ustedes no las van a creer». Estaba hablando a pastores y líderes mundiales. Muchos recordamos allí las palabras de Jesús: «De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre» (Jn. 14:12). Camine muy cerca de Jesús y Él se transfigurará; de pronto se volverá salud y solvencia. Quizá hoy necesites verlo allí, en esas áreas. Camina cerca de Él, y el Señor dejará de ser restrictivamente el tema de un mensaje, la personalidad histórica que partió en dos la era vivida por los hombres, el maestro y consejero, para ser hoy, en tu vida, fuente perfecta de salud y progreso.

 

2. Elevación. Parece que las personas que se elevan con Jesús asisten a vistas espectaculares y grandiosas del Señor. Son esas las que nos permiten conocer que el Evangelio no es un ritual religioso o un cumplido cultural de las naciones que así lo exigen. Pegados a la tierra, a la escucha de los catastróficos noticieros del día, mirando en la vida caída y destruida de la gente, solo nos espera la tristeza propia que impone la escena. Quizá hoy, ante hijos drogadictos, condiciones laborales injustas, pagos paupérrimos; hoy, en que la vida se te presenta como un páramo yerto, necesites hacer un esfuerzo y elevarte con Él, como lo hicieron los tres discípulos aquel día en el monte Tabor. «Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas (Is. 2:3). Te hará bien ver que Él se transforma ante ti; al hacerlo cambiará de golpe toda tu visión de la vida cristiana.

 

3. Presión. Estaban a seis meses de la Cruz. La presión espiritual era inmensa. Aquellos formidables hombres, tantas veces quebrados por la fragilidad humana, resistieron la presión al lado del Señor; no se fueron de Él. Los momentos de presión son ocasiones frecuentemente propicias para el vislumbre de Su gloria. El apóstol Juan, uno de los tres que estaban allí, en el Monte de la Transfiguración, ya en su avanzada ancianidad vivió sufridas horas de soledad y destierro en la inhóspita isla de Patmos. Así relata en el Apocalipsis:

 

Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro (Ap. 1: 10-13).

 

En aquellos días de presión inmensa, el apóstol Juan vivió la más grande gloria del Señor Jesús en su vida: fue la de verlo glorificado no en el Monte Tabor, sino en el cielo.

 

Conclusiones

 

Manténgase cerca de Jesús, no importa la experiencia que viva.

Salga del contexto en que está y elévese con Él.

Resista la presión.

Haga esas tres cosas y Jesús se transformará; al hacerlo te transformará a ti.



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