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sábado, 12 de agosto de 2023

Somos salvos por una oración que no se contestó

Job quiso que pereciera el día en que nació. No pereció.

Moisés rogó por el envío de otro. No se envió.

Samuel lloró el regreso de Saúl. No regresó.

Elías pidió morir. No murió

Jeremías rogó que se le permitiera ir lejos. No se le permitió.

Pablo clamó por quitar de sí aquel «aguijón». No se le quitó.

Jesús invocó el posible apartar de aquel cáliz. No se le apartó.

 

Cuando Dios no contesta a las oraciones...

Quizá un día, en el cielo, descubramos que debemos más a las oraciones no contestadas que a aquellas que lo fueron.

Si hablar con Jesús es hablar con Dios, Pedro, consternado, hizo una oración al escuchar del Señor su ir a la Cruz. Así le dijo: «Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca» (Mt. 16:22).

Aquello aconteció... Por tal cosa tenemos salvación y vida eterna, tú, yo, también Pedro.



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