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miércoles, 30 de agosto de 2023

La carga que no es suya, no la lleve

Perdieron un familiar; lloré; me abstuve de hacer publicaciones alegres. A los dos días ellos lanzaron en redes una foto: estaban de fiesta y entre bromas y comidas disolvieron toda la seriedad del dolor. El pecado de ellos fue la frivolidad; el mío, no supe de pronto cómo llamarle, pero tal vez mi esposa lo resumió en una corta frase, mientras asesoraba a una dama por teléfono; así le dijo: «la carga que no es suya, no la lleve». Sentí que aquella expresión encajaba en mí como un perfecto frac.

Tal vez los que quieren arreglar el mundo deban oír tal consejo. ¿No ha visto a dos personas riñendo por la preferencia de un político multimillonario al que no le importan en absoluto? El asunto se vuelve aún más grave y hasta patético cuando el mencionado líder social hunde en la miseria a todo un pueblo, incluyendo al que discute en su favor.

La gente sufre bajo el peso de cargas que no les pertenecen. Sus flacos hombros no fueron diseñados para llevarlas. Solo Dios puede llevar la carga del mundo. ¿Qué nos toca hacer? ¿Cómo vivir en un mundo bajo tantos desarreglos? Si no queremos ver destruida nuestra calidad de vida, será bueno que atendamos a las bíblicas palabras de apóstol Pedro: «echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros» (I Pe. 5: 7). Esas palabras las parafraseó mi esposa cuando dijo: «la carga que no es suya, no la lleve». Es así; a menos que tenga una indicación muy clara del Espíritu, no la lleve «porque cada uno llevará su propia carga» (Gá. 6:5).



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