En mis lecturas de la adolescencia advertí en el cierre de Los náufragos de Jonathan, una expresión de Julio Verne que me pareció lacónica y elevada: “Nosotros moriremos, pero nuestros actos no mueren, pues se perpetúan en sus consecuencias infinitas. Pasantes de un día, nuestros pasos dejan en la arena del camino huellas eternas. Nada ocurre que no haya sido determinado por lo que le ha precedido y el futuro está hecho de las prolongaciones desconocidas del pasado” (1).
Bello. El padre de la ciencia-ficción lo escribe con belleza: “…el futuro está hecho de las prolongaciones desconocidas del pasado”. En este camino de pensamientos somos el futuro de un pasado que se hizo presente. ¿Qué acciones, qué decisiones se organizarían en ese pasado del que somos hijos devenidos? ¿Cuánto de él influyó en lo que somos? ¿No ha sentido la curiosidad? Cada día son más los que se hacen exámenes de DNA para buscar determinar de dónde vienen. El pasado es una pregunta recurrente.
En otro orden de cosas somos el pasado de un futuro por venir. ¿Qué decisiones que tomemos configurarán a esos que están por llegar? A veces me espanta el solo pensarlo. Ojalá y tras nosotros quede un mundo mejor. Ojalá.
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(1) Julio Verne. Los náufragos del Jonathan. Libro descargado en www.elejandria.com, tu sitio web de obras de dominio público, p. 513.
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