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domingo, 23 de junio de 2019

El tema principal de la predicación en la iglesia primitiva

La predicación, en este primer período de la vida de la iglesia giró en torno a la vida y persona de Cristo. A diferencia de la predicación moderna que, por lo general, usa el desarrollo lógico de algún asunto, o la exposición ordenada de un texto, o una perícopa bíblica, la predicación apostólica fue esencialmente la narración de la vida y obra de Jesús, incluyendo su resurrección. Ésta terminaba con un llamado al arrepentimiento y a la fe en su nombre.
La predicación apostólica tenía también un fuerte contenido bíblico. El Nuevo Testamento no estaba completado a las alturas de esos tiempos, pero los sermones se desbordaban con citas y profecías del Antiguo Testamento. Pedro introdujo su mensaje en Pentecostés con una extensa cita del libro del profeta Joel (Jl 2:28-32; Hch 2:17-20), e hizo otra cita de los Salmos para demostrar la promesa mesiánica de la resurrección (Sal 16:8-11; Hch 2:25-28). El discurso de Esteban, primer mártir de la iglesia fue todo un recuento histórico acerca de la evolución de la incrédula nación judía, que terminó por rechazar el señorío de Cristo (Hch 7).
En general, el peso de la predicación se proyectaba sobre la necesidad de creer en el Mesías resucitado, y en la urgencia del más completo arrepentimiento personal y nacional, en consecuencia, se recibiría el Espíritu Santo (2:38). La predicación iba acompañada de suficiente instrucción, lo que hacía que el número de los creyentes se multiplicara exponencialmente; éstos permanecían estrechamente unidos en un mismo conocimiento y acción (Hch 2:42).


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Inspirado en: Merrill C. Tenney. Nuestro Nuevo Testamento: Estudio panorámico del Nuevo Testamento. Edición revisada y aumentada. Grand Rapid. Michigan. Editorial Portavoz, 1989, p. 285.

lunes, 17 de junio de 2019

El infortunio hace hermanos

“El infortunio hace hermanos”. Así escribió el más férreo hombre de la guerra, Máximo Gómez Báez, General en Jefe del Ejército Libertador de Cuba, a María Cabrales de Maceo, en expresión de pésame a la caída en combate de su esposo, el Lugarteniente General Antonio Maceo y Grajales, el 7 de diciembre de 1896. Circunstancias especiales habían ensombrecido más aquella muerte: al lado del general Maceo, había perecido, por decisión propia, un hijo del general Gómez, Francisco Gómez Toro. Por más que los oficiales cercanos a Máximo Gómez le instaban a desechar los rumores que corrían acerca de aquella sacudidora pérdida, este sentía que era cierta. Finalmente se comprobaron los hechos. Este es el contexto y la razón de aquellas palabras, expresadas en una sentida carta que aprendí de memoria, a fuerza de leerla en los textos escolares, siendo niño. Tuvo en mi generación, para aquellos lejanos tiempos en que el orgullo de un hombre era su hombría, un efecto formador, porque general alguno escribió jamás una carta más viril.
Se rubricó en un campamento militar, y es todo un referente del más alto respeto civil. Vino de la mano de un hombre áspero, parco en elogios, y está cargada de la más honda sensibilidad humana. General entre generales, al mando del más rudo y desarrapado ejército, intolerante en límites extremos, subordina los aciagos vaivenes de aquella cruenta guerra a los designios de la Alta Providencia, ante la que más de una vez enfundó la fría hoja de su acero, e inclinó su frente.
Fue grande ese día aquel a quien con justicia la historia le llamará, sin más nombres, “el Generalísimo”.

Enero 1ero. de 1897
Sra. María Cabrales de Maceo
Costa Rica

Mi buena amiga:
Nuestra antigua amistad, de suyo íntima y cordial, acaba de ser santificada por el vínculo doloroso de una común desgracia. Apenas si encuentro palabras con qué expresar a usted la amarga pena y la tristeza inmensa que embargan mi espíritu. El general Antonio Maceo ha muerto gloriosamente sobre los campos de batalla, el día 7 del mes anterior, en San Pedro, Provincia de La Habana. Con la desaparición de ese hombre extraordinario, pierde usted el dulce compañero de su vida, pierdo yo al más ilustre y al más bravo de mis amigos y pierde en fin el Ejército Libertador la figura más excelsa de la Revolución.
Hay que acatar, mi buena María, los mandamientos irrevocables del Destino. Ha muerto el general Antonio Maceo en el apogeo de una gloria que hombre alguno alcanzó mayor sobre la tierra, y con su caída en el seno de la inmortalidad, lega a su patria un nombre que por sí bastaría, ante el resto de la humanidad, para salvarla del horroroso estigma de los pueblos oprimidos. A esta pena se me une, allá en el fondo del alma, la pena cruelísima también de mi Pancho, caído junto al cadáver del heroico guerrero y sepultado con él, en una misma fosa, como si la Providencia hubiera querido con este hecho conceder a mi desgracia el triste consuelo de ver unidos en la tumba a dos seres cuyos nombres vivirán eternamente unidos en el fondo de mi corazón.
Usted que es mujer; usted que puede, sin sonrojarse ni sonrojar a nadie, entregarse a los inefables desbordes del dolor, llore, llore, María, por ambos, por usted y por mí, ya que a este viejo infeliz no le es dable el privilegio de desahogar sus tristezas íntimas desatándose en un reguero de llanto.
El infortunio hace hermanos. Hágame el favor, María, de creer que fraterniza con usted en toda la amargura de su soledad y de sus sufrimientos su affmo. amigo,

  Máximo Gómez (1)

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(1) Ministerio de Educación de Cuba (MINED). Libro de lectura. 1970. S.p.



jueves, 13 de junio de 2019

Marcos: un evangelio escrito para la perspectiva romana

El evangelio según Marcos tiene un lenguaje directo, claro y certero, lo que representaba un estilo adecuado para apelar y conmover a la mente romana que comúnmente se impacientaba frente a disertaciones abstractas o literarias. Omite Marcos, de hecho, en la redacción, el Sermón del Monte y la mayoría de los discursos extensos. La balanza se inclina por completo en Marcos en favor de lo que el Señor hizo, y no de lo que dijo.[1]
Se encuentran muchos latinismos en su estructura, tales como modius en lugar de “almud” o “celemín” (4:21), census por “tributo” (12:14), speculator por “uno de la guardia” (6:27), o centurio por “centurión” (15:39, 44, 45), entre otros. Para la mayor parte de estos términos había equivalentes griegos. Según parece, Marcos los usó porque eran más comunes o familiares en su contexto.[2]
El dinamismo de Marcos es notable y plausible. El capítulo 1 del Evangelio de Mateo se enfrasca en las genealogías; Lucas 1, por su parte, recrea los pasajes navideños; Marcos, sin embargo, en el capítulo 1, presenta a Jesús echando fuera demonios (Mr 1:24). Avanza este evangelio, en el ministerio de la vida pública del Señor, a una velocidad meteórica. Da una notable preeminencia al poder sobrenatural de Jesús.
Este evangelio hace poco énfasis en leyes y costumbres judías. La evidencia interna del Evangelio de Marcos satisface perfectamente la tradición externa respecto a que el lugar de su publicación fue Roma. Tuvo por objeto la evangelización del laico dotado con la mentalidad práctica del ciudadano romano.[3]




[1] Merrill C. Tenney. Nuestro Nuevo Testamento: Estudio panorámico del Nuevo Testamento. Edición revisada y aumentada. Grand Rapid. Michigan. Editorial Portavoz, 1989, p. 199.
[2] Ibíd.
[3] Ibíd.

viernes, 7 de junio de 2019

La sinagoga judía

El surgimiento de la sinagoga señaló y estableció un nuevo centro de adoración. La forma local de congregación se hizo necesaria debido a la dispersión del pueblo judío durante la cautividad babilónica. Aun cuando el templo fue de nuevo construido muchos que no podían acudir a sus ceremonias se congregaban en las sinagogas; éstas les mantenían unidos en el estudio de la ley. Dondequiera que se encontrara la cifra mínima de diez hombres, podía formarse una congregación. El pueblo se reunía en las sinagogas para orar y adorar en el séptimo día de cada semana. En el siglo I hubo en Jerusalén sinagogas que desarrollaban sus actividades armónicamente con las del templo. Aunque en el Antiguo Testamento no se encuentra ninguna mención de las sinagogas, no existe duda alguna de que se desarrollaron en los años que mediaron entre la cautividad y el nacimiento de Cristo.1
La sinagoga desempeñó un gran papel en el crecimiento y conservación del judaísmo. Los judíos de la dispersión fundaron sinagogas en cada ciudad del imperio, llenando el mundo conocido. Era el centro social donde los judíos de una ciudad se reunían semanalmente para saludarse entre sí. Era también el medio educativo para conservar la ley en el corazón del pueblo, y para dar instrucción a los niños, en la fe de sus padres. Sustituía el culto del templo cuando llegar a él constituía un problema por la distancia o la pobreza. En la sinagoga el estudio de la ley ocupaba el lugar del sacrificio ritual, el rabino suplía al sacerdote y la fe de la comunidad se aplicaba a la vida individual. Cada sinagoga tenía como su dirigente al “príncipe de la sinagoga” (Mr. 5:22), a quien probablemente se elegía por votación, de entre los ancianos. El dirigente presidía los servicios en la sinagoga, actuaba como instructor cuando surgían disputas (Lc 13:14), y presentaba ante la asamblea a los visitantes (Hch 13:15).2
Las sinagogas generalmente eran construcciones macizas de piedra, algunas veces adornadas ricamente si la congregación, o el que patrocinaba la construcción, tenían suficiente solvencia. Cada sinagoga tenía una caja de nicho adecuado para guardar el libro de la ley, una plataforma con un pupitre de lector, lámparas para iluminar el edificio, y bancas o asientos para la congregación. En las modernas sinagogas todavía se utiliza casi el mismo equipo que se usaba en las de los antiguos tiempos.3

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1 Merrill C. Tenney. Nuestro Nuevo Testamento: Estudio panorámico del Nuevo Testamento. Edición revisada y aumentada. Grand Rapid. Michigan. Editorial Portavoz, 1989, pp. 108, 109,118, 119.
2 Ibíd.
3 Ibíd.

domingo, 2 de junio de 2019

Olga Fundora Belli (1924-2014). Referente del movimiento pentecostal cubano

Olga Fundora Bellí (1924-2014)

La Revda. Olga Marcelina Fundora Bellí, ministro de las Asambleas de Dios de Cuba, nació el 16 de enero de 1924. Conoció al Señor Jesús en 1943, bajo el cayado ministerial del Rev. Roberto Reyes, en el Templo de las Asambleas de Dios en El Cotorro, La Habana. Fue ministro de la organización desde 1952 hasta su partida a la eternidad, el sábado 7 de junio de 2014.
Durante veinticinco años estuvo al frente, en carácter de presidenta nacional, de los Ministerios Femeniles, para entonces Concilio Misionero Femenil. Se recuerda a un tiempo su largo pastorado al lado de su esposo, el Rev. Serafín Turbón Granda, desde el 27 de diciembre de 1946 hasta 1971 en el Templo “Vida Abundante” del Reparto Diezmero, Municipio San Miguel del Padrón, La Habana, donde vivió la mayor parte de su vida.
Al tiempo de su partida era la única ministro en Cuba que conservaba recuerdos personales de May Kelty (1883-1957), fundadora de las Asambleas de Dios en Cuba, para los tiempos en que ésta última se encontraba atendiendo la obra en San Francisco de Paula, La Habana. A su lado aparece en las imágenes de la despedida que se le hiciera a la insigne misionera texana en La Habana, el 3 de abril de 1957. Al respecto brindó notable asesoría histórica al autor, en la redacción de ese acápite en el tomo I de Historia de las Asambleas de Dios de Cuba.
Su larga hoja de servicios le convierte en un referente de la historia pentecostal cubana.

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Archivos personales del autor. En armonía con datos tomados de: O. Ríos, Historia de las Asambleas de Dios de Cuba. Tomo I.