Ministro Ordenado de la Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba (Asambleas de Dios); pastor por más de cincuenta años, bajo su cayado estuvieron las congregaciones de Jaruco (1956-1959), Madruga (1959-1963), Ciego de Ávila (1963-1979), Nuevitas (1979-1983), Fray Benito (1984-1988), Infanta y Santa Marta, Ciudad Habana (1989-2003) y La Habana Vieja (2003-2005). Primer secretario del Distrito de Occidente y miembro para entonces del Comité Ejecutivo General, de su larguísima experiencia se ha nutrido el más alto nivel de liderazgo de la Organización (1).
Nació en lo más humilde del oriente cubano el 6 de julio de 1936. Con un extraordinario talento para la música y una alegría natural, contagiosa y sana, su ministerio fue el de un esparcidor de gozo dondequiera que el Señor le llevó, dentro y fuera de la denominación.
Al Rev. Jaime Rodríguez le tocó vivir y servir en los momentos más difíciles de la historia eclesiástica cubana. Se encontraba en Madruga, cuando le sorprendieron los luctuosos momentos de la intervención del Instituto Bíblico Pentecostal de Manacas, entre los días 13 y 15 de marzo de 1963. Treinta y siete años después, todavía algo asombrado, contaba acerca de aquella convulsiva jornada:
Existía mucha tensión y por cualquier cosa formaban un problema. Prediqué sin ninguna mala idea, usando el Salmo 46, que comienza diciendo: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Alguien fue corriendo y dijo que estábamos usando la Biblia subversivamente. Una multitud inmensa empezó a descender por las calles de Madruga, rumbo a la Iglesia. Al llegar a la puerta se detuvieron y desde allí, en la calle, comenzaron a gritar. Nadie podía predecir lo que iba a ocurrir. Tampoco estaba claro qué hacer. Puse a toda la Iglesia de rodillas y todos nos pusimos a orar, hasta que aquella multitud desordenada e histérica se quiso ir. A los pocos días salió por el periódico una fuerte crítica a mi persona… (2).
Su riquísimo anecdotario personal nos aporta un increíble número de interesantes vivencias. En contextos donde otros no hubieran podido seguir, él se sostuvo “…como viendo al invisible…” (He. 11:27).
Le conocí a su llegada a la Iglesia Madre de las Asambleas de Dios, en Infanta y Santa Marta, cuyo pastorado asumió en 1987. Fue bajo su tutela pastoral y por su propia iniciativa que me inicié como maestro bíblico, luego como copastor (3), y por último como evangelista nacional. Ofició mi boda, presentó a mis dos niñas al Señor, despidió el duelo cuando mi madre murió, en 2003; de las más diversas maneras mi vida ministerial fue despertada, formada y catapultada por él.
En el artículo “Velad y orad”, publicado en el boletín Amanecer, No. 3, noviembre de 1997, p. 1, el Rev. Jaime Rodríguez, escribió:
Hemos concluido dos semanas de clamor y podemos decir que Dios nos ha visitado. ¿Terminamos? ¡No! Ahora es el momento de unirnos y continuar.
Les recuerdo a todos que Dios recompensa en público la oración que se hace en privado, pero ésta ha pasado a ser, para muchos, una práctica solo en la iglesia (…); sin embargo, eso no es lo que Dios espera de nosotros. Jesús nos enseñó la importancia de tener un lugar apartado donde todos los días podamos estar en oración.
Una de las cosas que hemos aprendido de los judíos es su perseverancia para orar a las horas asignadas. Si usted no tiene un lugar y una hora para la oración debería comenzar hoy. Sería bueno que nos ayudáramos unos a otros a evaluar el uso del tiempo. ¡Cuántas horas perdemos frente al televisor, por lo menos en las noches! ¡Cuánto tiempo hablando cosas sin importancia cuando debiéramos estar a solas con Jesús! (...).
La voluntad y el poder de Dios para la vida de cada creyente están disponibles. Solo hay que orar, orar y orar.
Pasó sus días finales en Miami, Estados Unidos, rodeado del amor familiar. Ya en momentos cercanos a su partida, pregunté al Rev. Héctor Pereira, cómo le había visto en la breve visita que le realizó. Me contestó, con hondo pesar: "Se nos apaga un gran siervo de Dios”. El Señor le llamaría a su presencia el 22 de julio de 2013. Su partida encontró merecido eco en las páginas de La Antorcha Pentecostal, Vol. 3, de 2013, p. 19.
Muchos le recuerdan cantando: “¡Cuan alegre estoy!”. Se fundía en la letra del coro y se llenaba entonces de alegría la grey sobre la cual ministraba. Es verdad que lo hizo muchas veces, pero por encima de todo, yo siempre le recordaré cantando: “Un alma para ti”. Cuando lo hacía, Jaime era incomparable:
Señor, pon en mi corazón
un alma para ti,
que viva yo para ganar,
un alma para ti.
Un alma para ti,
un alma para ti,
que viva yo para ganar,
un alma para ti.
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1. Jaime Rodríguez Fernández, entrevistado por Octavio Ríos, marzo de 2007, Asambleas de Dios de Cuba.
2. Jaime Rodríguez F., reunión de ministros, testimonio, año 2000, sin otro dato.
3. El autor asumió el Copastorado del Templo de Infanta y Santa Marta el 26 de febrero de 1997 (Memorias del autor).
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