Mucho han vivido las madres. No les cuente la edad según el calendario; ellas vivieron los días de sus hijos, sus esposos...
Mucho viven el médico verdadero, el estadista dedicado, el líder auténtico.
Mucho han vivido los que intercedieron por otros, los que llevaron cargas, sinsabores o sueños, y fueron donde Dios, en oración, en favor de sus amigos, con el corazón embargado de tristeza, a la búsqueda de una vida mejor. Preciados intercesores; aprendieron a orar por algo más que el pan propio.
Ama Dios a estos seres de larga vida, y los busca como preciadas herramientas de bien: «Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra...» (Ez. 22:30).
Mucho vivió el Señor Jesús. No resuma en treinta y tres años su vida. Él llevó al mundo en la Cruz. Sus días no pueden ser contados; es, de hecho, el Eterno...
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