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martes, 27 de agosto de 2019

Fuentes que permiten reconstruir el texto del Nuevo Testamento

Las cinco fuentes son:

a.    Manuscritos del Nuevo Testamento. Es la fuente más importante, y tiene que ver con los textos griegos que se preservaron desde la antigüedad. Los unciales (escritos con mayúscula) son más confiables que los demás (cursivos). Los manuscritos más antiguos y completos son Aleph, o Códice Sinaítico, fondo bibliográfico del Museo Británico, y B, o Códice Vaticano, que pertenece a la Biblioteca del Vaticano en Roma. Ambos fueron escritos en el cuarto siglo y pueden haber sido parte de las copias que Constantino ordenó para las iglesias. 
b.     Versiones del Nuevo Testamento. La segunda fuente en importancia tiene que ver con las versiones (traducciones) que la iglesia hizo durante su expansión misionera. Al extenderse el evangelio con rumbo a occidente hacia regiones del imperio romano que hablaban latín, y hacia el oriente en proyección hacia las colonias aramaicas del Medio Oriente, las Escrituras fueron traducidas al latín y al siriaco. Estas dos versiones tuvieron su origen en una fecha tan temprana como la que corresponde a la segunda mitad del siglo II, y estuvieron basadas por ende en manuscritos griegos más antiguos que cualquiera de los que existen hoy. 
c.    Citas patrísticas. Las citas que los padres de la iglesia, dirigentes y maestros de los primeros seis siglos hicieron en sus sermones y libros es tal que si se perdieran todas las copias del Nuevo Testamento que existen, su contenido se podría reconstruir en un porcentaje elevadísimo a partir de las mencionadas citas. 
d.     Leccionarios. Representan colecciones de lecturas que se usaron en la adoración litúrgica de la iglesia, donde se preservaron algunos pasajes de los evangelios y las epístolas. Son de importancia menor por estar incompletos los textos neotestamentarios, y por proceder del sigo IX o de un momento posterior. Debido a que se destinaron para la lectura pública de las escrituras, se preservó en el tiempo su uniformidad, siendo útiles para comprobar la clase de texto que la iglesia del medioevo sancionó como oficial. 
e. Ostracias. De pobre importancia en la preservación del texto bíblico neotestamentario, consistían en fragmentos de trabajos de alfarería que, ya rotos, servían a las personas pobres para hacer apuntes. Sus pequeñas dimensiones no hacían posible la transcripción del volumen correspondiente a un evangelio o epístola. En algunas se conservan citas genuinas del Nuevo Testamento.

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Merrill C. Tenney. Nuestro Nuevo Testamento: Estudio panorámico del Nuevo Testamento. Edición revisada y aumentada. Grand Rapid. Michigan. Editorial Portavoz, 1989, pp.  490-494).
                                

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