Las cinco fuentes son:
a. Manuscritos del Nuevo
Testamento. Es la fuente más importante, y tiene que ver con los textos griegos
que se preservaron desde la antigüedad. Los unciales (escritos con mayúscula)
son más confiables que los demás (cursivos). Los manuscritos más antiguos y
completos son Aleph, o Códice Sinaítico, fondo bibliográfico del Museo
Británico, y B, o Códice Vaticano, que pertenece a la Biblioteca del Vaticano
en Roma. Ambos fueron escritos en el cuarto siglo y pueden haber sido parte de
las copias que Constantino ordenó para las iglesias.
b.
Versiones del Nuevo
Testamento. La segunda fuente en importancia tiene que ver con las versiones
(traducciones) que la iglesia hizo durante su expansión misionera. Al extenderse el evangelio
con rumbo a occidente hacia regiones del imperio romano que hablaban latín, y
hacia el oriente en proyección hacia las colonias aramaicas del Medio Oriente,
las Escrituras fueron traducidas al latín y al siriaco. Estas dos versiones
tuvieron su origen en una fecha tan temprana como la que corresponde a la
segunda mitad del siglo II, y estuvieron basadas por ende en manuscritos
griegos más antiguos que cualquiera de los que existen hoy.
c. Citas patrísticas. Las
citas que los padres de la iglesia, dirigentes y maestros de los primeros seis
siglos hicieron en sus sermones y libros es tal que si se perdieran todas las
copias del Nuevo Testamento que existen, su contenido se podría reconstruir en
un porcentaje elevadísimo a partir de las mencionadas citas.
d.
Leccionarios. Representan colecciones de
lecturas que se usaron en la adoración litúrgica de la iglesia, donde se
preservaron algunos pasajes de los evangelios y las epístolas. Son de
importancia menor por estar incompletos los textos neotestamentarios, y por
proceder del sigo IX o de un momento posterior. Debido a que se destinaron para
la lectura pública de las escrituras, se preservó en el tiempo su uniformidad,
siendo útiles para comprobar la clase de texto que la iglesia del medioevo
sancionó como oficial.
e. Ostracias. De pobre
importancia en la preservación del texto bíblico neotestamentario, consistían en
fragmentos de trabajos de alfarería que, ya rotos, servían a las personas
pobres para hacer apuntes. Sus pequeñas dimensiones no hacían posible la
transcripción del volumen correspondiente a un evangelio o epístola. En algunas
se conservan citas genuinas del Nuevo Testamento.
__________
Merrill C. Tenney. Nuestro Nuevo
Testamento: Estudio panorámico del Nuevo Testamento. Edición revisada y
aumentada. Grand Rapid. Michigan. Editorial Portavoz, 1989,
pp. 490-494).
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