Esta segunda división de Isaías, formada por los capítulos 36 al 39, difiere notoriamente de la anterior (caps. 1 al 35), y de la que sigue (caps. 40 al 66). El lenguaje cambia de la poesía a la prosa. Entre estas dos secciones se encuentra el interludio histórico de estos cuatro capítulos. Tratan sobre acontecimientos que tuvieron lugar en el año 701 aC., momento en que Asiria intenta someter a Judá.
El término Rabsaces, mencionado en Isaías 36:2, era un título y no un nombre de persona. Se usaba para designar a alguien enviado oficialmente por el rey de Asiria. Otro significado que se le ha dado a este nombre es el de “copero del rey”. En la composición de la palabra “Rab” significa “jefe” y “saces” que antes se creía significaba “copero”; hoy se sabe que viene de Saqú, que significa “ser grande”.[1]
En 36:6 el Rabsaces compara a Egipto con un “báculo de caña frágil”. Un báculo es un bastón alto, generalmente de madera, y con el extremo curvo. Estaba siendo descrito Egipto como un apoyo inútil para Israel.
Isaías 37:2, 3 afirma: “Y envió a Eliaquim mayordomo, a Sebna escriba y a los ancianos de los sacerdotes, cubiertos de cilicio, al profeta Isaías hijo de Amoz. Los cuales le dijeron: Así ha dicho Ezequías: Día de angustia, de reprensión y de blasfemia es este día; porque los hijos han llegado hasta el punto de nacer, y la que da a luz no tiene fuerzas”. En esta sentida metáfora se afirma que todo parece indicar hacia la muerte como única alternativa.
Estas son las palabras de Isaías, la grandiosa profecía que pronuncia en uno de los momentos más críticos de la historia. Aparecen en Isaías 37: 21-24; 32-35:
21. Entonces Isaías hijo de Amoz envió a decir a Ezequías: Así ha dicho Jehová Dios de Israel: Acerca de lo que me rogaste sobre Senaquerib rey de Asiria, 22: estas son las palabras que Jehová habló contra él: La virgen hija de Sion te menosprecia, te escarnece; detrás de ti mueve su cabeza la hija de Jerusalén. 23 ¿A quién vituperaste, y a quién blasfemaste? ¿Contra quién has alzado tu voz, y levantado tus ojos en alto? Contra el Santo de Israel. 24 Por mano de tus siervos has vituperado al Señor, y dijiste: Con la multitud de mis carros subiré a las alturas de los montes, a las laderas del Líbano; cortaré sus altos cedros, sus cipreses escogidos; llegaré hasta sus más elevadas cumbres, al bosque de sus feraces campos. (…) 32 Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte de Sion los que se salven. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto. 33 Por tanto, así dice Jehová acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni arrojará saeta en ella; no vendrá delante de ella con escudo, ni levantará contra ella baluarte. 34 Por el camino que vino, volverá, y no entrará en esta ciudad, dice Jehová. 35 Porque yo ampararé a esta ciudad para salvarla, por amor de mí mismo, y por amor de David mi siervo.
El epílogo de la historia lo escribió el ángel de Jehová: “Y salió el ángel de Jehová y mató a ciento ochenta y cinco mil en el campamento de los asirios; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos” (Is. 37:36).
[1] Daniel Carro y col. Comentario Bíblico Mundo Hispano, Isaías, tomo X, El Paso, Texas, 1993, p. 121.
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