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martes, 26 de septiembre de 2023

La eternidad

La eternidad... El concepto está delante; tiene que ser enfrentado inescapablemente; ni el más ferviente creyente, ni el más enconado ateo dispone de atajos que le permitan evadirlo; sin embargo por más esfuerzo que ambos hagan no hay modo en que se pueda comprender. 
Que algo no termine nunca cabe en nuestra imaginación. Que algo pueda surgir hoy y no acabarse jamás se puede aceptar. Para algo así el hombre creó la palabra sempiterno que describe lo que tiene principio y no fin. Pero lo eterno, esa condición que supone algo sin principio, eso no cabe en la más mística imaginación, como tampoco en la más exaltada abstracción filosófica. Lo eterno se puede describir, pero no se puede comprender. 
La eternidad es un llamado a la humildad humana. Tal postura es la única coherente frente a ella. Si es creyente aceptará que nuestro Dios es eterno; pero cómo entenderlo; como pensar que siempre existió nuestro buen Dios de amor. Si es ateo aceptará que la materia siempre existió; pero cómo entender un algo así; ¿qué era antes del antes?
No importa la postura que el hombre adopte en materia de fe, ahí está el gran incomprensible que lo humilla: la eternidad. Podremos ir al cosmos y descender a la Fosa de las Marianas; podremos lograr pasmosos modelos teóricos del mundo físico con los aceleradores de partículas; podremos mapear el código genético de todos los seres vivos, eso y mucho más; pero, por grandes y asombrosos que sean los logros del genio humano, algo permanecerá siempre ante él como una verdad desafiante e incomprensible: la eternidad.



domingo, 3 de septiembre de 2023

¿Molesto?; sí, me sentí molesto

En el escasísimo tiempo que nos quedó de la semana estábamos, mi esposa y yo, ayer, sábado 2 de febrero de 2023, cruzando «The Village at Cumberland Park», una espaciosa plaza comercial al sur de Tyler, Texas. Mientras buscábamos la óptica pasamos por delante de la Half Price Book, una conocida librería donde se alternan ejemplares de uso con libros nuevos. La invitación para detener el auto y entrar allí fue muy grande; eso hicimos.

La estantería de la fastuosa librería tiene siete pisos en su única sección hispana. En el primero resaltaba una enciclopedia de uso, con unos veinticinco tomos. En el segundo se alternaban las obras de suspenso de John Grisham con las novelas de terror de Stephen King. En el tercero se disputaban la preferencia visual los libros de Isabel Allende con los de Julia Navarro; las acompañaban textos de Florida y Hawái. En el cuarto se ofertaba abundante material para viajeros de Texas y la China; sí, leyó bien, China... En el quinto se distinguían títulos del afamado predicador guatemalteco Cash Luna junto con textos de cocina y manuales de viaje para turistas de New York. En el sexto pude ver el Manual bíblico de Merrill F. Unger colocado muy cerca de un ejemplar de Noble Corán.

Como si fuera poco el caos organizativo de la librería, finalmente, en el séptimo y último piso, frisando el suelo, en contacto con el polvo que levantan de la alfombra los que caminan por allí, estaba el piso de las biblias, algunas de uso, otras en versiones que no debían de existir, como la Nueva Versión Internacional. El curioso que desee alcanzar las enciclopedias del primer piso, si es de pequeña estatura tal vez se apoye en ellas para alcanzarlas.

La forma en que se colocan los libros en las tiendas que los ofertan dice mucho de la preferencia y el respeto que les dan a los ejemplares que se venden. Si en la Half Price Book de Tyler hubiese habido un piso menos importante y visible, allí habrían colocado la Palabra de Dios, el manual de la Salvación Eterna, la más bella historia de amor que se haya escrito nunca, la que tejió en los tiempos el Hijo de Dios cuando vino al mundo.

Mi esposa tomó esta imagen. Compré para ella una Biblia de letra grande que estaba en el extremo mismo de aquel último piso, y, para terminar, tomé la principal Biblia que se veía allí, y desplazando los textos del anaquel superior, la coloqué en la más visible y honrosa de las posiciones.

¿Molesto? Aunque he visto cosas peores, sí, me sentí molesto.