¿Por qué el ángel no detuvo a Abraham hasta después que este alzó el filoso cuchillo sobre el cuerpo inerme de su hijo Isaac? (Gn. 22:11). ¿Por qué el profeta Eliseo no determinó en el Espíritu la sanidad inmediata del general sirio Naamán y en su lugar le envió al Jordán, con la humillante indicación de sumergirse siete veces antes de que tuviese lugar la desaparición de la lepra? (II Re. 5:14). ¿Por qué el Señor Jesús preguntó a Bartimeo: “¿Qué quieres que te haga?”, cuando era tan obvia en aquel ciego la pretensión de ver? (Mr. 10:51).
¿Por qué un pastor hace a su congregación un llamado para que todos pasen al frente al terminar la predicación, y antes de orar? ¿Por qué se le dice al necesitado?: “Venga al servicio que tendremos hoy”.
Detrás de todas estas órdenes ¿habrá un extraño deseo de molestar o un insano propósito de llamar la atención? Lejos de eso, todo está en función de seguir un principio bíblico que se reitera una y mil veces en momentos en que Dios va a obrar, y es que la fe tiene que expresarse. Las acciones que siguieron a cada uno de los ejemplos presentados no fueron sino lenguajes de la fe. Cada uno tuvo su propio contexto y por ende cada uno tuvo su propio lenguaje.
Creo que hay suficiente narración bíblica como para entender que la vida de cada uno de nosotros enfrenta de continuo adversidades e irregularidades. Con un poco de sensibilidad espiritual llegaremos a entender lo que Dios, en tales casos, nos manda a hacer. Cada movimiento entonces que, en obediencia hagamos por respuesta, será entonces un lenguaje de fe. Esto es importante, porque tras él viene la sanidad, el milagro, la bendición.
Todas las semanas articulamos lenguajes de fe sin advertirlo. Cada vez que nos congregamos adoramos, diezmamos, en cada acto de santidad en que nos negamos a ir en desenfrenada carrera detrás del mundo, de sus vicios y violencias, expresamos fe. A ese lenguaje es sensible toda la creación. Lo saben leer el mundo espiritual y el natural. Lo sabe leer Dios.
En ese idioma tenemos que aprender a hablar si queremos llegar a tener algo en la vida. Trate de oír la voz que viene del cielo trazando el camino al milagro. Librado Hernández, aquel querido intercesor, a quien dedico un capítulo en mi libro Gratitud, nos enseñaba un día a los entonces jóvenes de la iglesia: “La oración no es un fin, sino un medio. Cuando oramos llegamos a Dios; allí Él nos dice lo que debemos hacer; nosotros escogemos: obedecemos o desobedecemos. Entonces somos o no bendecidos y nuestras oraciones son o no contestadas”.
Usted puede o no estar de acuerdo con eso, pero no hay afirmación que tenga más fundamentos bíblicos que esa. “Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él (…). Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: ‘Ve a lavarte en el estanque de Siloé’ (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo” (Jn. 9: 3, 6).
La fe tiene que expresarse. Así lo quiso Dios.
Wao!! q belleza!!...Nunca había leído cosa igual!...Ayúdanos Señor a expresar la fe!...Amén!
ResponderEliminarSanta Biblia Reina Valera 1960 -
ResponderEliminarSantiago 2:26 "Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta."
Debemos de accionar para que se ejecute el milagro
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